TLC CHILE – EEUU: modelo para armar
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1.
Introducción
Nuestro
país fue pionero, a partir del comienzo de la década de
los años ’80, en aplicar, con singular grado de
profundidad, las reformas económicas impuestas por las
instituciones multilaterales. La apertura comercial y financiera al
mercado externo estaba en marcha. La estrategia implementada hasta
nuestros días ha significado un proceso progresivo de
liberalización económica; la disminución del
tamaño y funciones del Estado; y la suscripción de
acuerdos de libre comercio.
En
la búsqueda de ampliar sus mercados de exportación y de
recepcionar mayores flujos de inversión extranjera, las
autoridades chilenas durante la década de los noventa en
adelante, han sido muy activas en la promoción y suscripción
de acuerdos comerciales. En la actualidad, el país cuenta con
tratados de libre comercio con sus principales socios comerciales
(Unión Europea, Canadá, Corea, EFTA, y EEUU); y, es
miembro de APEC, al igual que los 34 países de las Américas
y el Caribe. Además, participa activamente en el proceso de
negociaciones para la creación del ALCA y ha suscrito acuerdos
sobre inversiones con cerca de cincuenta países.[1]
Los
argumentos esgrimidos para la aplicación de esta estrategia
han sido:
a.
Generar condiciones de certeza legal y económica para el
acceso de la oferta exportable nacional a los mercados externo;
b.
La apertura comercial ya existente desde los años 80;
c.
El reducido tamaño de la economía chilena, por lo que
ésta debe fortalecerse sobre la base de acceder a mercados de
mayor amplitud;
d.
La convicción de que una economía pequeña y
abierta, que mantiene reglas del juego claras e inamovibles que
favorezcan a la inversión, permitirá afianzar un modelo
de crecimiento viable.
No
obstante, las líneas que expondremos más adelante
demostrarán que la realidad pone en cuestión ese tipo
de convicciones.
Por
otra parte, podemos señalar que los alcances y obligaciones
contraídos, guardan una falta de correspondencia no sólo
con la agenda mencionada, sino que también con lo que señala
el propio texto del acuerdo, en cuanto a las siguientes finalidades
para el establecimiento de una zona de libre comercio entre Chile y
Estados Unidos. A saber:
“(…)
estimular la expansión y la diversificación del
comercio entre las Partes; aumentar substancialmente las
oportunidades de inversión en los territorios de las Partes;
proteger en forma adecuada y eficaz y hacer valer los derechos de
propiedad intelectual en el territorio de cada una de las Partes y
establecer un esquema para una mayor cooperación bilateral,
regional y multilateral con el fin de ampliar y mejorar los
beneficios de este Tratado.”
Sobre
esto, continuaremos más adelante.
2.
Comercio desigual entre Chile y Estados Unidos: más allá
del mito.
Como
resulta obvio, el peso de la economía chilena es reducido:
equivale a alrededor de un 1,5 por ciento del tamaño de la
economía estadounidense.
Mientras
EEUU tiene un PIB que supera los 9 millones de millones de dólares,
el de Chile sólo bordea a los 70 mil millones de dólares.
El PIB per cápita norteamericano es de US$36.200, mientras el
chileno no llega a los US$5.000. En relación a su importancia
en la región, Estados Unidos equivale a los dos tercios de
Latinoamérica, mientras el PIB de Chile llega apenas al 4% del
regional. Estados Unidos es el principal socio comercial mundial de
Chile, en tanto Chile es el sólo 38avo socio del país
del norte.
Tradicionalmente,
la balanza comercial favoreció a los Estados Unidos, salvo en
los últimos años, en que ha sido progresivamente
deficitaria para el país del norte, aumentando desde 75
millones en 2000, a US$1.200 millones en 2002. La ventaja de Chile se
da fundamentalmente en base al comercio de productos agrícolas,
forestales, minerales y pecuarios.
Por
su parte, la balanza comercial bilateral ha sido deficitaria para
Chile, alcanzando cifras que fluctuaron en alrededor de 1.500
millones de dólares entre 1995 y 1998. La contracción
de la demanda interna en Chile y la devaluación del peso,
junto con el empuje de la demanda en los Estados Unidos,
contribuyeron a que se registrara un leve superávit en 1999 de
66 millones de dólares. En el año 2000, el déficit
comercial fue cercano a los 150 millones de dólares.
2.1
Exportaciones chilenas a Estados Unidos
En
cuanto a las exportaciones, Estados Unidos es el principal país
receptor de las exportaciones chilenas, con US$3.500 millones, un
quinto de las exportaciones totales del año 2003. Se ubica en
el tercer lugar como destino de los embarques de productos
procedentes de Chile, inferior a las que se dirigen al conjunto de
países del nordeste de Asia y los estados miembros de la Unión
Europea.[2]
Hasta
ahora, los principales rubros de exportación a Estados Unidos
se ubican en cuatro sectores básicos:
-
Agricultura: el sector agropecuario, principalmente uvas y vino, ha
acumulado cerca de un tercio de las exportaciones totales.
-
Minería: un 27,1% de productos mineros, fundamentalmente
cobre.
-
Pesca: salmones, productos del mar frescos, congelados y conservas,
con una participación relativa de 15,1%.
-
Forestal: un 11,7% corresponden a exportaciones derivadas de esta
actividad.
-
Otros productos industriales: 10,7% del total de los embarques
chilenos.
Respecto
de la bullada relación que existiría entre el aumento
de las exportaciones y el empleo, que ha sido base de la estrategia
de 'crecimiento con equidad', que sustenta la supuesta necesidad,
casi compulsiva, de suscribir TLCs a lo largo y ancho del planeta, un
informe económico preparado por la ACJR, ha señalado
que: “(éstas) destacan por su débil impacto en la
generación de empleo directo total y de empleo femenino en
particular”.[3]
Al respecto, el premio Nobel Joseph Stiglitz ha señalado
reiteradamente que la firma de TLC no es un camino fácil ni
seguro hacia la seguridad eterna ni el crecimiento económico,
por el contrario, los ejemplos de fracasos son numerosos. Entre
nosotros, no podemos olvidar el caso de México.
Según
Hugo Fazio, destacado economista chileno, el majadero discurso de las
autoridades respecto de la ventaja que supone el Tratado para la
exportación de los productos nacionales al inmenso mercado
norteamericano debe ser analizado a partir de la situación del
intercambio bilateral. En su opinión, y como veremos más
adelante en las proyecciones del TLC, el acuerdo beneficiará
mucho más la exportación de productos estadounidenses
que los chilenos, debido principalmente a la mayor reducción
arancelaria efectuada por Chile y a la mantención de los
mecanismos de protección y subsidios por parte de Estados
Unidos.[4]
2.2
Importaciones
En
la década de los noventa, Estados Unidos era el principal país
abastecedor de los productos que ingresaban a Chile, representando el
20% del total. Sin embargo, a partir de 1999, las importaciones desde
el MERCOSUR, la Unión Europea y Asia las han superado
notoriamente. Así, en el año 2003 la estructura de las
importaciones hacia Chile estuvo liderada por Argentina y Brasil con
el 29%, Asia y la Unión Europea con el 17%, cada bloque, y
finalmente EEUU con el 13%.
Cabe
señalar, que en el año 2002, las importaciones desde
Estados Unidos se concentraron en un 51,8% en productos intermedios,
bienes de capital (39,5%) y bienes de consumo (8,4%). Además,
Estados Unidos es, lejos, el principal proveedor de importaciones de
bienes de telecomunicaciones e informática, con un monto que
superó, en el 2000, los 650 millones de dólares.
Como
ya hemos anunciado, la proyección de los efectos del TLC
indican que el volumen de las importaciones desde Estados Unidos
crecerá notoriamente, profundizando el proceso de sustitución
de producción nacional por importaciones y transformando el
actual saldo positivo en el intercambio bilateral en negativo.
2.3
Inversiones
Estados
Unidos es el mayor inversionista extranjero en Chile, con alrededor
de un tercio de la inversión extranjera directa (en adelante,
“IED”) actual, desde 1974. Ésta ha sido avaluada
en US$15,9 millones de millones. En 2002, el 50% de la IED en Chile
se concentró en transportes y comunicaciones; un 18 por ciento
en servicios; y un 15 en minería.
Las
cifras que arrojan las IED durante la década 1990 a 2000,
reflejan una vez más el fracaso de la estrategia de
crecimiento basada en la promoción de exportaciones e
inversiones como motor de desarrollo. No obstante que durante dicho
período la inversión extranjera que llegó a
Chile alcanzó los 41.800 millones de dólares, cifra no
sólo record en el país, sino también en la
región latinoamericana, el aumento real de los salarios fue
infinitamente menor a los ingresos generados por dichas inversiones,
aumentando de este modo la ya enorme desigualdad social existente en
Chile.
El
papel de Estados Unidos en la materia ha sido significativo: desde
mediados de la década de los setenta y hasta fines de la
siguiente, dicho país aportó 2.248 millones de dólares,
representando un 44% de la inversión extranjera directa
materializada en Chile, destacándose como el principal
inversionista. En el período, Estados Unidos acumuló
11.297 millones de dólares, lo que representa un 29% de la
inversión recibida por Chile.
Sin
embargo, como señalamos anteriormente, al igual que en el
sector exportador, las inversiones extranjeras y las provenientes de
Estados Unidos, se concentraron fundamentalmente en los sectores
primarios; y en los últimos años, en la adquisición
de empresas de servicios ya existentes, particularmente de los
sectores de electricidad, telecomunicaciones y financieras. Son las
denominadas inversiones sustitutivas, que no generan nuevos empleos,
y que por el contrario generalmente vienen acompañadas de
reestructuraciones y despidos.
Durante
el año 2000 la inversión de EE.UU. se concentró
principalmente en:
-
Electricidad, Gas y Agua con 269 millones de dólares
-
Servicios con 182 millones de dólares
-
Transporte y Comunicaciones con 179 millones de dólares