Mensaje para nuestras comunidades

2003-08-28 00:00:00

Como todos los años, nos hemos reunido sacerdotes de diferentes
regiones de todo el país que queremos jugar nuestra suerte "con
los pobres de la tierra" . Y hemos querido mirar nuestra
realidad, con las cosas viejas y las cosas nuevas que esta tiene.

Vemos que hay viejos lastres que no terminan de caer, y luces de
esperanza que no terminan de despuntar, y quisiéramos -con
nuestro servicio al pueblo de Dios- ayudar a eliminar lo que nos
impide caminar, y alentar los pasos, todavía tambaleantes de
nuestra historia.

+ vemos que el viejo modelo neoliberal no termina de morir, que
todavía poderosos grupos económicos insisten en proponer o
imponer fórmulas perversas que sólo han conducido a su propio
enriquecimiento y a la defensa de sus propios intereses, y a
nuestra miseria, hambre y muerte.

+ vemos con claridad todo aquello que rechazamos y no queremos
más para nuestro país y nuestra gente.

+ vemos que los intereses de la banca privada y extranjera
insisten con viejas recetas y sólo parecen preocupados por
esquilmar al pueblo en un genocidio por planificación de la
desigualdad, insistiendo en ajustes y pago de una deuda que
desconocemos por usuraria, corrupta y falsa, y por si eso fuera
poco, ya pagada varias veces.

+ vemos que exponentes de la vieja política siguen insistiendo
con sus caudillismos y clientelismos sin ningún miramiento por la
vida y la felicidad del pueblo, vendiendo como dádivas aquello
que es sólo una parte minúscula de lo que deberían dar por
justicia.

+ vemos que muchos, hasta ahora impunes de crímenes
imprescriptibles, encabezan campañas apoyados en sectores
empresariales, políticos, eclesiales y periodísticos buscando el
silencio y la complicidad.

Y vemos también con esperanza

· la renovación y aparente transparencia en la designación
de jueces y ministros de la Suprema Corte de Justicia.

· La posibilidad de cerrar con verdad y justicia los
crímenes de lesa humanidad que enlutan nuestro presente,
clausurando las puertas a la impunidad, y contribuyendo al
esclarecimiento de la verdad histórica.

· La posibilidad de una mayor unidad latinoamericana en un
marco mucho más amplio que en un mero esquema de mercado,
llegando a una integración histórica y cultural.

· El reconocimiento fraterno de las diferencias que
enriquecen nuestro caminar en una aceptación de culturas,
opciones, historias, que nos permitirán mirar con alegría que "la
verdad es sinfónica".

· El surgimiento de brotes de resistencia y vida con los
que nuestro pueblo manifiesta su apuesta tozuda por la vida, sea
en el resurgimiento de cooperativas, en las fábricas recuperadas,
las luchas por la tierra, los reclamos de justicia y las marchas
contra la muerte, las manifestaciones en defensa del trabajo, las
luchas de los jubilados...

Sabemos que estos son sólo signos, y todavía es mucho lo que
falta.

. Falta trabajo digno para todos, como corresponde por derecho;

. Falta transparencia en las negociaciones con los organismos
usurarios de crédito internacional

. Falta una voz más firme y profética de la Iglesia jerárquica

. Falta una actitud de claro rechazo al ALCA, la presencia de
bases y ejercicios militares con los EEUU y todo otro claro
rechazo al neo-imperialismo.

. Falta una clara transparencia en el ejercicio de la justicia
que impida sospechar de la politización de sus fallos

. Falta una renovación de la dirigencia política que en las
provincias, los municipios, los poderes legislativos se pongan
incuestionablemente al servicio del pueblo y su felicidad.

. Falta una mayor claridad en la construcción de nuestro presente
no sabiendo con precisión hacia dónde queremos ir, y una mayor
conciencia, organización y unidad del campo popular.

. Falta un claro compromiso de lucha sistemática y comprometida
contra la pobreza, que es algo que ofende a Dios y es contraria a
su voluntad.

Por todo esto, como servidores del Pueblo de Dios, queremos
seguir con la mirada atenta para renovar nuestro compromiso junto
a los pobres y enfrentando todo aquello que causa su dolor o su
muerte. Sabemos que Dios no es indiferente a su sufrimiento, y
con Jesús de Nazaret queremos reconocer que el Espíritu del Señor
nos "ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, enviado
a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor". (Lc 4,18-19)

San Miguel, Buenos Aires 21 de agosto 2003