TLCAN, ALCA y OMC: Un Solo Frente
Hoy en día los pueblos de las Américas, desde Alaska y Canadá hasta
la Tierra del Fuego, somos víctimas de la consolidación de un solo
modelo económico y social que subordina las necesidades de la gente a
los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales y los
poderosos bancos financieros. El mismo fenómeno ocurre a nivel
global, pero es brutal en las Américas, dado que el gobierno de
Estados Unidos -y las trasnacionales de capital estadunidense que
están detrás del gobierno- buscan crear reservas privadas para que
las corporaciones estadunidenses cuenten con una desleal ventaja
competitiva en su guerra comercial contra sus competidores europeos y
japoneses.
Si bien el modelo neoliberal tiene muchos componentes -recorte
drástico de presupuestos en servicios básicos, privatización de
empresas e instituciones estatales, y hasta del agua y la vida misma-
su centro es la famosa "liberalización del comercio", porque las
grandes empresas de los países del norte tratan de conquistar los
mercados del sur.
Desde fines de los 70 Estados Unidos buscó abrir los mercados del
sur, lo que ha significado una presión indómita sobre estos países
para que eliminen todo tipo de barreras a empresas y productos
extranjeros: aranceles (impuestos sobre bienes importados), cuotas
(límites anuales o mensuales sobre las cantidades de bienes
determinados que se pueden importar), contratos preferenciales para
la compra de bienes nacionales, y todo subsidio o preferencia que
esos gobiernos daban a sus productores nacionales, sean industriales
o agrícolas.
Al principio la presión se ejercía mediante la subordinación del
Banco Mundial y el FMI a los intereses de Estados Unidos y las
trasnacionales, utilizando los famosos "ajustes estructurales" para
forzar la apertura de los mercados del sur. Posteriormente la presión
pasó al terreno del ahora exánime del GATT (Acuerdo General sobre
Comercio y Aranceles), convertido ahora en Organización Mundial del
Comercio (OMC), y las negociaciones de acuerdos regionales (TLCAN
entre México, Estados Unidos y Canadá, y ahora ALCA para todas las
Américas) y bilaterales, en las que Estados Unidos se sienta con los
gobiernos de los países para presionarlos uno por uno.
A pesar del cambio de terreno, la meta ha sido la misma: abrir los
mercados para que puedan ser usurpados por las corporaciones e
inversionistas del primer mundo, especialmente Estados Unidos. Los
resultados han sido devastadores, sobre todo en países miembros de
los nuevos acuerdos, como en el caso de México con el TLCAN. Desde
1994, cuando entró en vigor, el porcentaje de la población mexicana
que vive en la miseria aumentó de forma exorbitante y se ha producido
una quiebra general de la pequeña y mediana empresas, resultando en
la pérdida masiva de empleos. Por si fuera poco, el campo ha sido
inundado con maíz importado de Estados Unidos a precios subsidiados
por el gobierno estadunidense, de tal manera que centenares de miles
de campesinos ya no pueden competir en el mercado de maíz -alimento
básico del pueblo mexicano- y han sido obligados a abandonar sus
tierras. Y 2003 será peor.
Habrá que entender bien que Estados Unidos busca lo mismo de todos
los países: abrir sus mercados para que las empresas extranjeras
puedan conquistarlos, desplazando a los productores nacionales de sus
propios mercados. El resultado siempre será el mismo: mayor
desempleo, salarios más bajos, más desplazamiento del campesinado -o
sea, un costo social altísimo, pérdida enorme de soberanía y el
retraso total de la búsqueda de un desarrollo económico nacional
equitativo con espacio para todos. Hay que entender el TLCAN, el
ALCA, la OMC y los acuerdos bilaterales como parte de lo mismo.
Estados Unidos acosa a los gobiernos de cada país, y lo que no puede
obtener en las negociaciones del ALCA lo quiere ganar en la OMC, y lo
que no puede sacar de ninguno de los dos lo busca con una negociación
regional o bilateral.
Firmar los acuerdos de la OMC en el ministerial a celebrarse en
Cancún en septiembre 2003 significaría consolidar todos los países
dentro de una gran economía global con la que Estados Unidos quiere
asegurarse reservas privadas para que sus corporaciones tengan mayor
acceso que las de Europa o Japón, garantizando su dominio. En otras
palabras, estas reservas privadas podrían ser el TLCAN y el ALCA, lo
cual hace más evidente que éstos, junto con la OMC, son parte de la
misma arquitectura neoliberal global. No importa desde qué ángulo lo
veamos: hay que suspenderlos o abrogarlos si queremos tener la
esperanza de crear una nueva América.
El TLCAN, ALCA y la OMC son un solo frente de lucha contra la
consolidación del modelo excluyente del neoliberalismo a nivel
continental y global. La suspensión del capítulo agrícola del TLCAN y
las derrotas del ALCA y de la OMC, ese último en Cancún el año
entrante, representarían pasos importantes hacia la otra América, que
es posible.
Nota publicada en La Jornada (Mexico), 12 diciembre 2002.
* Codirector de Food First-Instituto de Políticas de Alimentación y
Desarrollo, Estados Unidos (http://www.foodfirst.org)