Andrea Morales, diva de la política
El conocidísimo caso de la diputada Andrea Morales involucra cosas obvias y otras menos visibles. Un primer asunto obvio: se veía venir. Morales lo había anunciado de mil formas. Su concreción efectiva era tan solo asunto de tiempo. También parece ser cosa de esperar un poco el verla salir del Partido de Acción Ciudadana (PAC) para acomodarse bajo la sombrilla de los partidos oligárquicos. Es algo inherente a su divismo, es decir, su concepción de lo político como terreno para el lucimiento y la figuración. O, si usted lo prefiere, la idea de que hacer política y desfilar por una pasarela son una misma cosa.
Igualmente obvio es que esto habría de provocar lo que provocó. Primero, el sentimiento de traición en la fracción del PAC, cosa que mejor se entiende tratándose del momento por el que se pasa, cuando este grupo de diputados y diputadas libra -justo es reconocerlo- una dura batalla contra la odiosa agenda de implementación, cosa que implica exponerse a salvajes presiones y chantajes por parte de la coalición neoliberal de las plutocracias, elites políticas y corporaciones mediáticas. Segundo, la cólera del movimiento ciudadano, cuya justa indignación ante las tropelías cometidas en el referendo se acrecienta por los abusos que agigantan la monstruosidad de esa tal agenda, de forma que un gesto de traición como el de Morales no podía traer si no el más furibundo rechazo ¿O qué se esperaban la diputadita y sus propagandistas de La Nación? ¿Acaso una corronga cajita de bombones?
Sin embargo, creo que ha habido excesos verbales impropios del contenido democrático e inclusivo de nuestro movimiento ciudadano. Sobre todo uno: la repetitiva evocación de la juventud de la diputada para descalificarla y como argumento desde el cual se pretende demostrar que lo hecho por esta mujer es fruto de su inmadurez o de la impulsividad propia de la juventud. Aquí el asunto es muy de otra naturaleza. Es cosa de solidez ética y política, de convicción y coraje. Me honro en conocer muchachas y muchachos -incluso más jóvenes que Morales- a los que les sobran tales atributos. Y, por cierto, sin necesidad de ninguna "escuelita diputadil". Por otra parte, cuando los más viejos hacen lo que hacen, ¿por qué no les recuerdan su edad? ¿Acaso se podría atribuir a un "exceso" de madurez? Tan solo dentro de esta Asamblea Legislativa usted tendría mucho de dónde escoger: de Echandi a Masey; de Sánchez a Evita; de Antillón a Pachequito; de Tinoco a Del Vecchio. No es gente en los veintes, pero sus atestados resultan angustiantes para cualquier persona de bien.
Lo que sí parece haber pasado desapercibido -acaso por ser menos obvio- es lo que esto implica para el PAC. Y probablemente está aquí el asunto más importante. Nótese una cosa: Morales ha recurrido a un argumento que ha sido repetitivo en el arsenal moralizante del PAC y el cual seguramente se origina en las concepciones políticas de sus liderazgos dominantes. Me refiero al cuento de que el PAC jamás recurriría a mecanismos "obstruccionistas" -por ejemplo la ruptura del quórum- que impidan el "normal" avance de los procesos legislativos. Este es un típico argumento principista y, como es usual en los planteamientos de ese tipo, adolece de dos graves problemas.
Primero, establece un corte arbitrario entre fondo y forma, hecho lo cual impone la forma sobre el fondo. Esto se concreta en una cosa: la santificación del ritual, con prescindencia de todo juicio ético respecto del contenido de la decisión que ese ritual legitima, y de las implicaciones que ello tendría para la vida de la gente, cosa que, a fin de cuentas, es lo único realmente importante.
Segundo, la reducción de lo político a un asunto burocrático, de mero trámite reglamentario. Esto implica una simplificación violenta, insostenible frente a la realidad. La política es terreno rico en procesos sumamente complejos que, justo por serlo, exigen capacidad de reacción y respuesta y, sobre todo, muchísima creatividad. Cuestión muy distinta es el oportunismo político, el cual implica una forma de actuación corrupta y arribista. Hablo, en cambio, de posiciones políticas honestas, que conllevan compromisos transparentes y convicciones firmes. La solidez ética y moral exige, entonces, valor las reglas de acuerdo a sus consecuencias para la vida de las personas y reclama, en consecuencia, libertad para construir creativamente estrategias de lucha realistas y viables, sin dejarse atrapar por rituales inertes, diseñados justamente por quienes actúan de forma torcida y corrupta.
Ojalá la experiencia del PAC en la lucha contra el TLC y la agenda de implementación resulte fructífera en términos de aprendizaje y maduración política. Desde muchos puntos de vista podría serlo. Lo sintetizo en tres cosas que creo especialmente relevantes.
Primero, para una mejor definición de la posición del PAC en el espectro político: su vinculación más profunda, abierta y transparente con el pluralista movimiento ciudadano, cosa que, al mismo tiempo, debería traer consigo un deslinde de posiciones frente a la oligarquía y, en consecuencia, la extirpación de esa suerte de inseguridad que los hace sentirse en necesidad de justificarse frente a los oligarcas.
Segundo, el humilde y generoso reconocimiento de sus propias limitaciones frente a los poderes económicos, mediáticos y políticos controlados por la coalición oligárquica-neoliberal. Esto debería llevar al diálogo respetuoso con otras expresiones políticas y ciudadanas, a fin de construir, en forma coaligada, alternativas políticas viables que derroten al neoliberalismo y lleven adelante un proyecto político genuinamente democrático e inclusivo.
Y, tercero, la superación de los principismos abstractos. Reconocer, pues, que la ética es cosa mucho más compleja y demandante que el respeto mecánico a rituales y procedimientos, con más razón cuando estos son injustos y, por lo tanto, irracionales, cosa que, sin duda, es la regla, no la excepción. Y reconocer, asimismo, que la realidad social, y en particular el mundo de la política, son universos complejos que exigen cierta dosis de sano pragmatismo y una tremenda capacidad creativa.