Construcción de alternativas más allá del TLC

2008-01-30 00:00:00

Durante la hermosa y prolongada gesta cívica de lucha contra el TLC, maduró en la conciencia ciudadana, y especialmente en las dirigencias de base del Movimiento del No, una inquietud que, al mismo tiempo, era una preocupación: ¿será posible lograr que, más allá del TLC, se logre construir una alternativa política viable, desde la cual liderar un proyecto de país verdaderamente democrático e inclusivo? Esta pregunta tan fundamental motiva esta reflexión que, con el mayor respeto, presento aquí a consideración de ese rico y pluralista Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC. Al mismo tiempo, es ésta una invitación cordial al estudio, la reflexión y el debate sobre este asunto tan trascendental para el futuro de Costa Rica.

1. La importancia del diálogo respetuoso

La pregunta tenía diversas motivaciones. Primero, porque con el transcurrir de los meses, la movilización contra el TLC devino escuela de educación política. La gente entendió –aún si a veces era de forma más intuitiva que racional- que al oponerse a ese tratado se oponían al proyecto neoliberal del cual éste era síntesis suprema. Comprendido esto, igualmente se fue haciendo claro que, en realidad, no solo se defendían las realizaciones valiosas que la historia de Costa Rica nos legaba, sino, y más importante aún, la posibilidad de construir un futuro donde soberanía, democracia, justicia y participación fueran algo más que palabras huecas.

De esta comprensión tan fundamental surgía una segunda razón, en si misma muy poderosa: la inexistencia de tales alternativas o, al menos, la inexistencia de alternativas satisfactorias. Y esto tenía implicaciones políticas directas e inmediatas: mucha gente llegó a la conclusión de que el PAC no podía ser reconocido como alternativa.

En todo caso, bueno es admitir que un sector importante del Movimiento del No sí se identificaba con el PAC y, posiblemente, sigue haciéndolo. En todo caso, ello no implica que la totalidad de esa gente se sintiera, o se sienta hoy, realmente satisfecha con ese partido. Por su parte, habría que reconocer que otro segmento importante estaría a la búsqueda de opciones distintas. Y, ciertamente, este segundo grupo tampoco es homogéneo ni en su búsqueda de alternativas están de acuerdo plenamente en lo que tal cosa pueda significar.

Las anteriores acotaciones –que me parecen absolutamente elementales- llaman la atención sobre un hecho adicional, que, igualmente, es perfectamente obvio, y  el cual supongo que a estas alturas deberían haber sido plenamente asumido: nuestro Movimiento Ciudadano es diverso y plural y, en consecuencia, la construcción de opciones políticas viables pasa inevitablemente por un ejercicio concienzudo de dialogo respetuoso.

No hoy otra forma de construir tales alternativas. Si, en cambio, se opta por la vía de la imposición, del ataque gratuito o la descalificación a priori –que son opciones regresivas a la que alguna gente no quiere renunciar- tan solo se conducirá el movimiento hacia un callejón sin salida, hacia una no-alternativa carente de futuro: la de la formación de ghettos aislados y enemistados entre sí y políticamente insignificantes. Bueno es recordar que esa ha sido la experiencia de las izquierdas históricas en Costa Rica. Por ello, mucho más que por cualquier otra razón, jamás –excepto en los años treinta y cuarenta del siglo XX- desempeñaron en Costa Rica y frente a nuestro pueblo, otro papel como no fuera el de ser expresiones políticas marginales que ese pueblo nuestro jamás respetó ni tomó en serio. Bueno es enfatizar que la anterior acotación no pone en duda la valentía y honestidad de muchas de esas dirigencias de la izquierda histórica. Pero otros atributos políticamente necesarios se echaron en falta. En especial, faltó humildad para leer en el alma y en el sentimiento del pueblo antes de arrogarse, por sí y ante sí, el ser la voz de ese pueblo. Y, además, faltó generosidad para dialogar respetuosamente con quien opinaba distinto y para transigir en aquello accesorio, en bien de avanzar en la construcción de acuerdos más amplios y comprensivos en relación con asuntos fundamentales.

La construcción de alternativas políticas que tengan viabilidad pasa, insisto, por un esfuerzo de diálogo respetuoso. En la lucha contra el TLC mucho aprendimos acerca de lo que tal cosa significa. El movimiento creció, hasta poner en jaque y al borde de la derrota a todo el poder oligárquico concentrado y su alianza con corporaciones transnacionales y el gobierno estadounidense. Y creció desde su diversidad, haciendo que esta fuese matriz ubérrima, plena de creatividad e imaginación. Eso fue posible porque, por encima de las diferencias, hubo respeto y, desde ese respeto, unidad en la lucha. Una unidad que no la construyó ningún liderazgo en particular –aunque sin duda Eugenio Trejos dio un aporte particular- sino que fue el fruto de la madurez política de la ciudadanía organizada y movilizada.

Esa experiencia –de construcción política desde el diálogo respetuoso- debe ser retomada si es que queremos avanzar hacia la construcción de esas alternativas tan añoradas. Pero teniendo presente un detalle importantísimo: era más fácil construir acuerdos para oponerse al TLC que construirlos para elaborar alternativas viables. En el primer caso, el objetivo era claro y preciso. En el segundo, abundan las complejidades y, con éstas, la posibilidad del disenso. Por ello, ahora el esfuerzo debe ser mucho mayor. O sea, el respeto y la generosidad han de ser mucho más plenas y maduras.

Desde luego –bueno es aclararlo a fin de evitar malentendidos- dialogar en forma respetuosa no significa dialogar con cualquiera ni acerca de lo que sea. Aquí no queremos ni ladrones, ni corruptos ni gente que políticamente ha demostrado no merecer confianza. Pero incluso esto último –me refiero a lo político- admite gradaciones. A veces dirigentes u organizaciones o partidos hacen cosas con las que alguna o mucha gente no está de acuerdo. Pero, excepto que ello esté realmente justificado, tal cosa no debería conducir a una ruptura sino a una crítica respetuosa. O para ilustrarlo más gráficamente: quizá uno difiera de algunos aspectos del liderazgo parlamentario de Elizabeth Fonseca, pero creo que sería injusto no reconocer su rectitud y valentía. Caso bien distinto plantea Andrea Morales a la que -posiblemente ya de forma irreversible- no se le puede conceder ni un gramo de confianza.

En particular, debe tenerse cuidado con las exclusiones formuladas a priori. Que alguien opine diferente sobre un asunto en particular, no lo hace ni corrupto ni vendido ni cosa similar (los adjetivos descalificantes se acuñan con facilidad y se pronuncian con ligereza, pero igualmente tienen un poder corrosivo devastador). Necesario es, entonces, partir de una premisa básica: en general, coincidimos en algunos asuntos fundamentales y diferimos en muchísimos otras cuestiones relativamente accesorias. De esa premisa se deriva una elemental regla de comportamiento: nuestro esfuerzo debería encaminarse hacia la potenciación de las coincidencias y la minimización de las diferencias.

2. El punto de partida

La construcción de alternativas políticas viables exige diálogo respetuoso por una razón poderosísima: estamos frente a una realidad compleja que no es posible reducir, ni mucho menos atrapar, en fórmulas simplistas ni monocolores. Es la realidad de la sociedad costarricense actual y, en particular, del Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC. Simplemente, es un mundo multicolor y diverso. Tal es la primera e ineludible condición desde la cual se plantea la tarea de construcción de alternativas y ello advierte sobre un asunto que, de tan importante que resulta, simplemente debe ser asumido sin mayor dilación: la que se plantea es una tarea tremendamente difícil que, en consecuencia, demanda inmenso esfuerzo e infinita paciencia. No obstante la pasión que todo esto despierta, es algo que exige serenidad y cabeza fría. Así de simple. Pero, también, así de complejo y demandante.

Otras condiciones también deben ser tenidas en cuenta. Al respecto propongo, en lo que sigue, un breve recuento que no pretende profundizar ni ser exhaustivo.

2.1. La dictadura neoliberal

Esta tiene un correlato externo: el inmenso poder económico concentrado del capital transnacional, que se intenta imponer al mundo entero como un proyecto de regresión social, restricción política y destrucción ambiental. A lo interno, se manifiesta por vías y de formas diversas:

- la concentración y estrechísima coalición de los poderes económico, político y mediático. El poder político tiende a organizarse hoy día alrededor del PLN pero amarra y subordina otras expresiones partidarias menores, incluyendo a los libertarios, el PUSC y los otros insignificantes partidillos de derecha. El poder económico de cúpula –o sea el gran empresariado ligado al capital centroamericano y transnacional- ha consolidado una estrategia prácticamente monolítica. Los medios de comunicación definitivamente perdieron toda noción de lo que el decoro significa y hoy se dedican íntegramente a cumplir tres tareas: maquillarle la cara al gobierno; desinformar y manipular sistemáticamente y difundir basura con la cual estupidizar a la gente y degradar moralmente la sociedad. Estos tres grandes centros de poder están hoy anudados en un proyecto compartido que moviliza inmensos intereses: la transnacionalización radical de la economía costarricense.

- el control y subordinación de la institucionalidad pública: al interior del sistema político, se ha avanzado sustantivamente en un proceso de subordinación de la institucionalidad pública-estatal, de forma que ésta tiende a quedar alienada, de modo compulsivo y casi automático, a los designios del proyecto neoliberal. Ello es especialmente claro, y particularmente corrosivo, en el caso del Tribunal de Elecciones y la Sala Constitucional. En ese sentido, Arias está cumpliendo eficazmente el compromiso que asumió ante las oligarquías que lo ungieron presidente: prometió ser el “capital” de la barca y a fe que lo está haciendo. Vale decir: Zapote es el centro neurálgico desde el cual se manejan los hilos que mueven a los dos altos tribunales mencionados, como también a la coalición derechista de los 38, en la Asamblea Legislativa.

-mecanismos “suaves” que gradualmente se degradan como mecanismos “duros”: un elemento distintivo de esta dictadura neoliberal es que asume una careta democrática, legitimada por las leyes y los rituales institucionalizados. Sobre esa base, extiende su dominación utilizando mecanismos más o menos “suaves” y sutiles: manipula las leyes y las instituciones; tergiversa la información; alternativamente soborna y corrompe o chantajea e intimida. La posibilidad de que puedan seguir sosteniéndose atenidos tan solo a tales herramientas de poder, viene declinando gradualmente. Primero, porque estas oligarquías se han endurecido en lo ideológico y político, con lo que, correlativamente, su capacidad de diálogo y negociación se ha reducido drásticamente. Esto agudiza las resistencias que, de por sí, surgen a partir de la propia dinámica del proyecto neoliberal, en virtud de que éste genera exclusión y desigualdad. En ese proceso de endurecimiento de posiciones, el TLC y sus leyes “de implementación” representan una apuesta suprema que, asimismo, conlleva riesgos muy altos. Las oligarquías pretenden la imposición de una versión totalitaria de su proyecto, la cual no admite concesiones ni matices. Saben que, al intentar acaparar todo, podrían quedarse sin nada y, por supuesto, no querrán permitir que esto último suceda. Siendo así, y en un contexto donde las resistencias crecen y gradualmente se vitalizan, los mecanismos “suaves” van perdiendo eficacia. Podría entonces optarse por los mecanismos duros –inclusive la represión abierta- y, sin duda, es algo para lo cual se vienen preparando.

2.2. Una sociedad gravemente fracturada

Esta dictadura neoliberal plantea una realidad socio-política altamente restrictiva, desde la cual ha de intentarse la construcción de alternativas. Ello tiene una serie de implicaciones de inmensa importancia. Enfrentamos un sistema institucional y legal mansamente alineado a favor de las oligarquías y en contra de la ciudadanía y el pueblo; un sistema de medios de comunicación que, gustosamente, desinforma, manipula y propala porquería; un poder económico dispuesto a aportar dinero, matonear y amenazar; un sistema partidario definitivamente degradado como maquinaria corrupta y caja de resonancia de los intereses oligárquicos. Quizá nunca en la historia de Costa Rica se haya vivido grados tan agudos de restricción de las libertades y derechos ciudadanos, y siendo que ya la situación es grave no resulta descabellado pensar que aún podría deteriorarse más.

Las oligarquías neoliberales tienen mucho poder, pero, sin duda, no tienen todo el poder. El caso es que, en efecto, el poder es una realidad difusa, dinámica y compleja y justo por ello es imposible que nadie pueda atraparlo completamente. Eso se puso en evidencia con motivo del referendo. El Movimiento del No enfrentó el poder concentrado de las oligarquías y, en el proceso, construyó contrapoderes, es decir, otros espacios de poder, cualitativamente distintos, gracias a lo cual estuvimos a centímetros de derrotar el TLC. Las resistencias y la protesta surgen justo porque existen espacios de poder que las oligarquías no controlan.

En parte, es una resistencia muda, carente de expresión orgánica. Ese es el caso de esa amplia masa del pueblo que no se organiza, no se moviliza ni manifiesta y, a lo sumo, protesta por omisión, es decir, desentendiéndose de la política y, en especial, negándose a votar. Pero también existe la resistencia y la protesta que si desarrollan expresiones orgánicas. Esta segunda forma de resistencia, tiende a crecer. En particular el TLC actuó como detonante que estimuló un despertar cívico y, con éste, la organización ciudadana y la educación política.

Así las cosas, la sociedad costarricense actual se encuentra profundamente dividida. Las oligarquías acaparan en sus manos mucho poder y lo ejercen con cada vez mayor arbitrariedad. Una parte del pueblo aún es susceptible al influjo de su propaganda y sus dádivas corruptoras. Otra parte –posiblemente la mayor cuota- se ha hundido en la desconfianza y el desconcierto. Algunos, dentro de este grupo, no creen en nada y, posiblemente, ya no esperan nada. Pero alguna otra de esa gente seguramente está a la expectativa, ávida de nuevos mensajes y nuevas formas de hacer las cosas. Otra parte del pueblo –el Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC- ha madurado políticamente y exige participación efectiva; democracia auténtica; transparencia, rectitud y rendición de cuentas en los asuntos públicos; una sociedad justa; un país soberano.

Para avanzar exitosamente en el proceso de construcción de alternativas, deberá tenerse en cuenta, y en lo posible resolver con eficacia y sabiduría, los dilemas que este ajedrez tan complejo plantea. Por un lado, lidiar con la dictadura neoliberal y el cúmulo de restricciones que este impone. Por otro, desarrollar capacidades expresivas y comunicacionales que establezcan canales de entendimiento, muy respetuosos y persuasivos, con respecto a ese amplísimo segmento de la población que protesta desde el silencio y la penumbra. Y, desde luego, como he insistido, trabajar por la construcción de la unidad desde la compleja diversidad de nuestro Movimiento Ciudadano.

3. Liderazgo y organización

El interés por buscar y construir alternativas políticas frente al intransigente proyecto del neoliberalismo, a menudo conduce a un reclamo por liderazgos fuertes y carismáticos y estructuras organizacionales bien definidas. Admitamos que, en general, no ha existido ninguna de las dos cosas. Bajo esas condiciones tuvo lugar la lucha contra el TLC y frente a esa realidad se plantea hoy día la posibilidad de construir alguna alternativa viable. Uno podría entonces formularse algunas preguntas. Primero, ¿Acaso fue necesario contar con tales condiciones para llevar adelante el Movimiento del No? ¿Será realmente necesario subsanar esa ausencia a fin de levantar un proyecto político alternativo?

3.1. ¿Necesitó el Movimiento del No de un liderazgo carismático y una organización estructurada?

A mi juicio la respuesta a esta pregunta es obvia: desde luego que no se necesitó. El Movimiento trabajó con recursos económicos sumamente limitados, enfrentó la desinformación y manipulación sistemática realizada por las poderosas corporaciones mediáticas (nacionales y extrajeras), así como todo el poder del sistema político-institucional, los millones aportados por el poder económico y hasta la injerencia desvergonzada del gobierno estadounidense. Y frente a fuerzas de tan tremenda magnitud, el Movimiento del No estuvo a punto de ganar el referendo y, de hecho, éste le fue birlado de modo enteramente fraudulento, gracias a esos tres últimos días previos al referendo, de gigantesca campaña de terror, orquestada de forma sincronizada por casa presidencial, poderes mediáticos nacio