El embrollo del TLC

2007-07-30 00:00:00

Se embolata la ratificación del TLC

Muy equivocados estaban los que consideraban que la ratificación del TLC negociado entre los EEUU y Colombia era pan comido. Después de dieciséis meses de firmado su ratificación sigue embolatada. Es más, las más recientes manifestaciones de la mayoría demócrata en el Congreso estadounidense al respecto alejan aún más la posibilidad de su ratificación. Los dirigentes demócratas han manifestado su gran preocupación por “los niveles de violencia en Colombia, la impunidad, la falta de investigación y procesamiento, así como el papel de los paramilitares”[1] y fueron enfáticos en que “primero tiene que haber pruebas concretas de resultados sostenibles en el terreno…antes de analizar cualquier TLC”[2], para concluir que “por tanto, no podemos apoyar ahora el TLC con Colombia”[3]. De esta forma, apartaron a Colombia de Perú y Panamá, como si fuera la oveja negra del redil, a pesar de considerar a Colombia como “un aliado crucial”. Así, mientras a los TLC firmados con aquellos se les dio vía libre para su ratificación en las sesiones del Congreso estadounidense que se inician en julio, luego de revisar aspectos claves  en seis de sus capítulos acordados entre demócratas y republicanos el 10 de mayo (inversiones, compras públicas, propiedad intelectual, medio ambiente, laboral y solución de controversias laborales y ambientales), el de Colombia pasó al congelador, por considerar ellos que “asuntos de esta naturaleza no pueden ser resueltos solamente mediante el lenguaje en un acuerdo comercial”[4], refiriéndose a la violencia, la impunidad y el paramilitarismo. La airada reacción del Presidente Uribe no se hizo esperar y en un tono desafiante le increpó al Congreso norteamericano “que lo sepa…no podemos aceptar que se apruebe el TLC a Panamá y a Perú y se castigue a Colombia en esta batalla, se le dé un tratamiento de paria. Eso es inaceptable”[5]. No obstante, el despistado Ministro de Comercio, Luis Guillermo Plata, no lo vio así; por el contrario, interpretó este hecho como “el nuevo impulso que toma el TLC”[6] firmado con Colombia. 

De sorpresa en sorpresa

A la diplomacia colombiana la tomó por sorpresa el anuncio de las mayorías demócratas en el sentido de que ellos no le jalaban al TLC firmado con Colombia; de hecho ya se había producido el relevo en el Ministerio de Comercio y el equipo negociador se había desintegrado. El gobierno, creyendo que la ratificación del TLC por parte del Congreso de Colombia en víspera del último viaje del Presidente de la República a Washington le aseguraría a este el éxito de su gestión tendiente a vencer la resistencia de los demócratas, logró su aprobación a pupitrazo limpio el 14 de junio. Ahora el trámite del TLC se ha tornado en un embrollo, pues una vez aprobada su ratificación por parte del Congreso de Colombia y sancionada por el ejecutivo[7]  debe pasar a control constitucional de la Corte para que tenga plena vigencia y, en el entre tanto, el Ministro de Comercio  y su homóloga, la Representante Comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, firmaron el 28 de junio un documento de cerca de 21 páginas contentivo del protocolo modificatorio del texto del Acuerdo de Promoción Comercial entre Colombia y Estados Unidos, como lo llaman ahora, que se acababa de ratificar por el Parlamento. Cabe preguntarse, si se podrá interrumpir el curso de la Ley ratificatoria del TLC evacuada por el Congreso para introducirle tales enmiendas, tramitando en las sesiones que se inician el próximo 20 de julio otra Ley modificatoria de la misma, como lo ha anunciado el gobierno, sin  que la Corte se haya pronunciado sobre su texto original. Es más, hasta dónde se puede pronunciar la Corte Constitucional sobre la ratificación de un Tratado, a sabiendas de que este no ha sido perfeccionado en su trámite por las partes, para que haya lugar al canje de notas como lo prevé la Carta en su artículo 241-10.  

De improvisación en improvisación

De poco o nada ha valido el intenso lobby desplegado por el gobierno, encabezado por el propio Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez y secundado por los gremios empresariales para destrabar el trámite de la ratificación del TLC. Hasta una Junta directiva y una Gerencia del TLC en los EEUU, en cabeza de la ex ministra de Ambiente Sandra Suárez, se inventaron en el afán de sortear los obstáculos cada vez mayores que se interponen en su camino. Por el sólo concepto de honorarios Colombia viene sufragando más de US $100.000 mensuales a dos firmas lobbystas en los EEUU, la Johnson, Madigan, Peck, Boland & Stewart, que se caracteriza sus contactos bipartidistas en el Congreso de E.U. y la Global Park, compuesta, en parte, por ex funcionarios de la administración de Bill Clinton y muy cercana al Partido Demócrata hoy en el poder. Bien se ha dicho que lo que mal empieza mal termina y no es para menos, toda vez que Colombia nunca contó con una estrategia negociadora, lo cual explica los bandazos del equipo negociador. Un principio fundamental del nuevo modelo de negociaciones propuesto por James Sebenius, profesor de la Escuela de negocios de la Universidad de Harvard, catalogada por él como de “tercera dimensión”, en el sentido de que la fase más importante de una negociación es la preparación, que lo demás vendrá por añadidura, ha brillado por su ausencia en este proceso. De allí que se sigan dando palos de ciego, que se anda a la topa tolondra, sin orden ni concierto, en donde la mano derecha no sabe lo que hace la mano izquierda; pareciera que la consigna fuera chambonear, chambonear y chambonear.

El gobierno había subestimado el desplante del ex Vice presidente Al Gore al Presidente Uribe en Miami y lo consideró como un hecho aislado; pero, luego se comprobaría que tal gesto se correspondía con la tónica de la bancada demócrata en el Congreso norteamericano. El Vicepresidente Santos fue desautorizado, luego que declarara el 9 de mayo que “la no aprobación del TLC es un mensaje que cierra puertas con los Estados Unidos, que de pronto llevaría a replantear la relación por parte de Colombia”[8]. Empero, la reacción posterior del Presidente Uribe, ante las nuevas exigencias de los demócratas para la ratificación del TLC, fue de más grueso calibre: “nosotros no vamos a permitir que una relación de aliados, de respeto mutuo…los Estados Unidos la vaya a convertir en una relación de Estados Unidos amo y Colombia República servil, de ninguna manera”[9]. Como lo afirma el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes, es evidente que “los demócratas y el Congreso de ese país exigen mucho más que relaciones públicas y que quieren ver resultados…También han creado nuevos obstáculos y condiciones adicionales para el TLC, pero varias de ellas tienen justificación por razones humanitarias y sociales”[10]. Así que nada nos ganamos con desgarrarnos las vestiduras o con lanzar diatribas contra los demócratas que hoy dominan el Congreso de los EEUU y todo indica que asumirán la Presidencia en el próximo período. Como lo afirma el Editorial de Portafolio, “Si el objetivo del Presidente es que le aprueben el TLC a Colombia en Washington, ni la furia ni la falta de una estrategia coordinada son aconsejables…La Cancillería y la Embajada se han vuelto oficinas no de acción sino de reacción, donde se echan de menos el olfato político, la identificación de lo que es importante y los contactos por todo lo alto en los Estados Unidos”[11]. Y estas falencias no se van a corregir nombrando Junta directiva y Gerente al TLC para conectar este al respirador artificial, el asunto es más de fondo. El anuncio que hizo el gobierno en este sentido, “deja al Canciller y a la Embajadora como unos pintados en la pared, y no garantiza el éxito de la tarea que debe hacerse”[12]

Con los crespos hechos

Lo peor de todo, es que el tiempo se le agotó al Presidente Bush, pues el 30 de junio perdió su autoridad para seguir negociando acuerdos comerciales internacionales, al rehusar la oposición demócrata extenderle las facultades que le otorgó la Ley TPA (autoridad de promoción comercial, por sus siglas en inglés), más conocida como ”fast track” (vía rápida) que rigió por cinco años, luego que en el 2005 Bush lograra su prórroga por dos años. De hecho, con la revisión de los TLC de Colombia, Perú y Panamá, la mayoría demócrata encabezada por La Pelosi retomó el control de las negociaciones de este tipo de tratados, apelando a un artículo de la Constitución estadounidense que da autoridad al Congreso para “regular el comercio exterior”. De paso, otro efecto colateral de este desplazamiento del centro de gravedad de la política comercial de los EEUU es que la Ronda de Doha, ahora sí va a quedar en el limbo, por lo menos por los próximos 2 años y recordemos que los EEUU en el curso de las negociaciones del TLC con Colombia remitió a dicha Ronda las concesiones en materia de desmonte de los subsidios y las ayudas a su sector agrícola. Ahora bien, en las circunstancias actuales, en las que los EEUU se ve atenazada por un abultado déficit comercial que supera los US $63.000 millones para el primer trimestre de este año, una cifra record en los últimos seis meses, las condiciones son menos propicias para hablar de apertura comercial en los EEUU y mucho menos en vísperas de un debate electoral, en un  país en el que la política exterior es irrelevante para sus electores. A este propósito, bien vale la pena citar a Andrés Espinoza, Asesor del Ministro de Agricultura: “El célebre pensador francés Raymond Aron decía que la política exterior se mueve entre el realismo maquiavélico y el enfoque de cooperación kantiano. Lafer sostiene, a su vez, que ´hay momentos en la conducción de la política exterior en que el ambiente internacional favorece una presencia mayor de los principios kantianos y hay momentos en que se tienen que mirar las realidades maquiavélicas´. Colombia enfrenta simultáneamente este dilema, un detrimento de la cooperación internacional y un realismo maquiavélico del manejo del poder”[13]. Ojala nuestras autoridades tomen atenta nota de ello.

Bogotá, julio 4 de 2007
www.amylkaracosta.net

- Amylkar D. Acosta M. Ex presidente del Congreso de la República