Los impactos del uso y abuso de plaguicidas en América Latina
“Dadme el silencio, el agua, la esperanza; dadme la lucha, el hierro, los volcanes; apegadme los cuerpos como imanes; acudid a
mis venas y a mi boca; hablad por mis palabras y mi sangre”
Pablo Neruda
Con las simbólicas palabras del poeta chileno, la Coordinadora Latinoamérica de Organizaciones del Campo (CLOC), la
Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile (ANAMURI),y la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas
para América Latina (RAPAL), realizó el 27 de julio, como parte de las actividades especiales del Foro Social de las
Américas, un taller denominado “Los costos ocultos del modelo agroexportador en América¨.
El objetivo planteado por las organizaciones para desarrollar este espacio de reflexión se enmarca en la visibilización de los
costos que representa para las trabajadoras y trabajadores asalariados del campo el trabajo en las grandes empresas
transnacionales agroexportadoras, específicamente en relación a los daños agudos y crónicos en la salud de los trabajadores
expuestos a plaguicidas derivados del uso intensivo e indiscriminado de estos; las migraciones, los enganchadores, los
contratistas o subcontratistas de fuerza de trabajo temporal, y el impacto en la calidad de vida derivada de las actuales
condiciones de trabajo precario.
El programa de la jornada dio a conocer estudios del trabajo de temporada en Chile, entregado por Pamela Caro, del Centro de
Estudios para la Mujer (CEDEM), además de diversos testimonios, que a través de la experiencia y lo vivencial mostraron la
realidad de este sector. En una segunda parte se trataron el impacto del modelo económico en la salud de las y los
trabajadores asalariados, específicamente en el tema de exposición a plaguicidas, realizando un diagnostico de la situación en
América Latina.
Dentro del taller todos los temas fueron de gran relevancia para la construcción de una agenda en relación al sistema
exportador del mundo campesino, pero sin duda el uso de plaguicidas en América Latina se convirtió en una ventana hacia la
realidad de esta temática. Lo anterior viene gestándose desde la década de los 40, con la introducción en toda Latinoamérica
de la llamada “revolución verde” y su paquete tecnológico de maquinaria, semillas híbridas y plaguicidas en la que participa
la gigantesca industria química trasnacional. Esta nueva tecnología y enfoque químico para el control de plagas es
incorporada rápidamente por los organismos reguladores del Estado, el sector agrícola, los productores, las universidades e
institutos especializados en agronomía.
Para poder comprender como funciona el sistema hay que saber que el modelo agroexportador se basa en la competitividad
internacional de las exportaciones frutícolas, forestales y del sector floricultura, que está asentada fundamentalmente en
las ventajas comparativas que ofrece América Latina. Estas son, además de la buena calidad de los suelos y condiciones
climáticas y de estacionalidad adecuadas, principalmente mano de obra barata y temporal. Esto e se traduce en flexibilidad
laboral y/o la explotación del trabajador agrícola, además de los costos sociales y ambientales por uso intensivo de
agrotóxicos que son externalizados por las empresas, son las condiciones que han permitido la expansión y el crecimiento
económico, es decir el éxito del modelo neoliberal.
El dinamismo en el sector agroexportador se define como un mayor uso de plaguicidas en los principales cultivos de
exportación de la región, por ejemplo las bananas se utilizan 24.653 mil toneladas en América Latina (A.L.) y 68.651 en el
mundo, en el caso de los cítricos es mayor en A.L. 32.560 y en el mundo 98.731 (Fuente: FAO, 2001). Si a estas cifras le
sumamos el monopolio que sufre la región latina con la invasión de las transnacionales del rubro la crisis aumenta, algunos
datos a nivel continental nos muestran como se van reproduciendo e interrelacionando los poderes económicos: MONSANTO
dispone de 64 empresas, DUPONT de 63, NOVARTIS (Ahora Syngenta de 58 y ZENECA (Ahora Syngenta) de 44.
La Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAPAL), informó, a través de su directora María Elena
Rozas, que los plaguicidas más dañinos usados en agroexportación en América Latina son sumamente peligrosos, ya que producen
efectos crónicos como Cancerígenos, Teratógenicos, Tumorígenos. Algunos de los plaguicidas más dañinos usados en
agroexportación en América Latina son Carbofurán, Glifosato, Metamidafos, Paraquat, Clorpirifós, Monocrotofos, entre
otros.
Los daños crónicos son terribles para todas las formas de vida en el planeta, estos ocurren por exposición continuada a
cantidades pequeñas por largos períodos. Algunos de ellos son lesiones cerebrales y del sistema nervioso, enfermedad de
parkinson, enfermedades cardiovasculares, afecciones renales y hepáticas (hígado), cáncer, mutaciones genéticas y
teratogenesis, problemas endocrinos y reproductivos y depresión del sistema inmunológico (defensas). El uso de plaguicidas
también provoca impactos ambientales y de salud en América Latina como daños agudos y crónicos, aparición de plagas,
enfermedades y hierbas resistentes, disminución de la biodiversidad, muerte de insectos benéficos, contaminación de aguas
superficiales y subterráneas.
En relación al reconocimiento de los organismos internacionales sobre el daño que causan el uso y abuso de los plaguicidas es
casi nulo, la FAO (Fundación de la Alimentación y la Agricultura) cuarenta años más tarde reconoce que ”La distribución
inadecuada y el empleo de plaguicidas y compuestos de elevada toxicidad, especialmente en los países en desarrollo, está
causando problemas para la salud y el ambiente”. Una recomendación importante de la FAO para disminuir riesgos es que “Los
fabricantes deberían retirar los plaguicidas que representen un riesgo inaceptable para las personas, los animales o el medio
ambiente”. Pero por desgracia - señala- , continúa la producción y exportación de plaguicidas baratos pero muy tóxicos, como
los organofosforados y los carbamatos”. Hoy ésta organización valida ante la vista de todos la utilización de alimentos
transgénicos como la única forma de solucionar el hambre en el mundo, quizás en 30 años más descubra que es un error afirmar
que la biotecnología, que la modificación genética que acompaña los intereses de las empresas transnacionales dedicadas a los
rubros de la alimentación, medicamentos y agrotóxicos, son una solución que no causa daño a los seres vivos, Los pueblos no
necesitan alimentos transgénicos, sino que alimentos naturales, necesitan la reactivación de las miles de semillas campesinas
que han alimentado a todos los seres a través de la historia. No se requiere de alimentos convertidos en fármacos, se requiere
decidir soberanamente qué alimentos producir y cómo hacerlo.