Asalariados y asalariadas agrícolas: un tema para poner en la agenda pública

2004-07-27 00:00:00

En el día de ayer, 26 de julio del 2004, en el Teatro Bartolomé de
las Casas de la Universidad Politécnica Salesiana, y en el marco del
Primer Foro de las Américas, se realizó uno de los talleres más
significativos y nuevos para el mundo campesino, donde se abordaron
temas orientados a los derechos laborales, la flexibilización del
trabajo, la salud y la seguridad social, el taller de las y los
trabajadores asalariados de la agricultura.

La encargada de organizar el encuentro fue la Coordinadora de
Latinoamericana Organizaciones del Campo (CLOC), planteándose como
desafío poner el tema en la agenda pública como una forma de
visibilizar todas las áreas y problemáticas del mundo rural.

La jornada estuvo moderada por Patricia Grau, especialista chilena
en el tema de los plaguicidas y encargada de la campaña de las
asalariadas agrícolas de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e
Indígenas (ANAMURI). Ella plantea que los asalariados de América
Latina son una de las categorías que se encuentra en las peores
condiciones laborales, con trabajadores afectados por temas de salud
laboral, contratos inestables, carencia de seguro social, además de
la presencia de contratistas, personas encargadas de recolectar mano
de obra barata a bajo costo e intermediando la relación con los
empleadores, generando así una desvinculación total con los
trabajadores.

El sistema neoliberal hace de las suyas una vez más, tomando el poder
de las empresas del sector exportador, y poniendo exigencias
mercantiles que lo único que logran es crear más explotación laboral.
Así lo manifiestan las asalariadas del Perú: "La globalización en
curso, hecha a la medida de las empresas transnacionales, genera
empleo en los lugares donde se instala, pero este trabajo no brinda a
las trabajadoras/os la seguridad de una vida digna y mejor. Sus
condiciones de trabajo, en abierta violación a los derechos económicos
y laborales, reproducen su situación de pobreza. Los salarios suman
menos de cinco dólares diarios y el trabajo que realizan lo hacen en
condiciones precarias, y muchas veces poniendo en riesgo su salud con
jornadas prolongadas y sin pago por horas extras, son la constante de
su labor".

Las ponencias de Brasil y Chile dieron cuenta de lo que pasa dentro de
esos países en materia del trabajo asalariado. Más tarde, María Elena
Sequeira, dirigente de la Asociación de Trabajadores del Campo de
Nicaragua (ATC) realizó un recorrido por el movimiento sindical y
organizacional de su país, mostrando un panorama general de
flexibilización y el desconocimiento, por parte de los trabajadores
campesinos, de sus derechos laborales.

Chile es un país donde la globalización está llegando a cada rincón
y con mayor fuerza al campo. Hoy se manifiesta en la seguridad social,
en las carreteras, servicios básicos y en la agroexportación, siendo
este último sector el genera al país miles de millones de dólares
contraponiéndose a la condición de los trabajadores, los que reciben
salarios mínimos y a veces por debajo del mínimo.

Al fin del mundo el 80% de la fruta es exportada, incluso con
productos que no son conocidos por los habitantes. Este sector está
completamente dominado por las multinacionales como la empresa Dole
que exporta 16 millones de cajas de fruta al año.

La fuerza laboral de los asalariados asciende a 600 mil, siendo 450
solo de la agroexportación. La temporalidad la dan los pocos meses de
trabajo, los que no van más allá de cinco a seis meses al año,
dejando a veces más de la mitad en completo desamparo y cesantía. Las
jornadas laborales son de diez horas, más de lo que impone la ley, en
algunos casos llegan hasta 24 y 36 horas. El tema de los contratos
de trabajo también se ha convertido en una problemática para el
sector, para el año 1999 el 66% de asalariados carecía de contrato.

El testimonio de la nicaragüense, María Elena Sequeiro, produjo
mementos de reflexión sobre la situación laboral de su país. La
dirigenta viene de la tierra de Sandino, ubicada en Centro América y
con una población de cinco millones de habitantes, los que viven aún
los cambios producidos después de la dictadura que acabó en 1979
debido a la fuerza del movimiento sandinista. Este hecho marcó
aspectos muy importantes como la reforma agraria, desaparición de los
latifundios y el programa de alfabetización.

Dentro de este contexto la ATC, que tiene 26 años de existencia y que
desde los años 90 se encuentra en constante resistencia por ser
gobernados por la derecha, plantea como problemática mayor la
constante violación a los derechos de los trabajadores de los
sectores bananeros, tabaqueros y del café, los que tienen salarios
que no superan los 1.5 dólares por día , sumado a problemas de salud
y temor al sindicalismo. Por esta razón es que la asociación es de
carácter mixtos, es decir trabaja el sindicato, el fomento y el
crédito.

Pero, sin duda alguna lo más rescatable dentro del proceso relatado
por María Elena son las diversas estrategias que han utilizado en la
resistencia al modelo como trabajadores asalariados y del campo. La
principal fue el fortalecimiento de la formación, para ello la
organización realizó alianzas con universidades, eligiendo a cien
dirigentes líderes para realizar estudios de derecho. El resultado
fue sorprendente, 60 abogados con especialidad en derecho laboral
titulados, los que trabajan para ATC, construyendo un bufete popular
con el fin de dar solución y entregar conocimiento a las bases.

En materia de salud laboral han creado mutuales de salud,
implementando un sistema de seguro social en el campo, donde los
trabajadores del agro cotizan 22 dólares al año, lo que les da
derecho a asistencia médica completa y farmacia.

El tema es trascendental dentro de la construcción organizativa
campesina, ya que son los derechos básicos laborales de los
principales gestores de la expansión agrícola, de los que generan
más riquezas a los países, de los que con sus manos alimentan al
primer mundo, los que son vulnerados, convirtiéndose en el sector
más empobrecido. La leyes no regulan, no fiscalizan si las normas
vigentes para la explotación laboral se cumplen; si las horas
trabajadas son las que un ser humano puede aguantar; si los contratos,
si es que se realizan, pagan las imposiciones, lo que asegura una
vejez digna; si los plaguicidas siguen siendo aplicados con los
trabajadores dentro de las faenas, provocando daños irreparables como
malformaciones congénitas e incluso la muerte por intoxicación.

Los testimonios de las mujeres asalariadas del Perú dieron paso a la
reflexión, generando un espacio de toma de conciencia por parte de
toda la sociedad, las autoridades y los medios de comunicación, ya que
son un pilar fundamental para la construcción de una sociedad mundial
más justa:“Salíamos en un horario que no era uno sólo, salíamos a las
once, doce, una, dos, tres de la tarde a comer y el estómago vacío, y
no se puede llevar ni una fruta, ni una manzana, ni siquiera agua para
tomar. No hay refrigerio, media hora para comer y de ahí al trabajo.
Algunas personas se desmayaban adentro porque no reposábamos el
almuerzo, tan tarde que almorzábamos” (AM La Libertad)

“Mayormente detectan a las personas que están gestando, y no les dan
trabajo, a veces el embarazo no se te nota y pasa no más, pero a
medida que los meses van transcurriendo y una sigue trabajando,
entonces pasados los tres meses ellos se dan cuenta y la sacan”. (AM
Ica)