Una Apuesta por la vida

2000-08-08 00:00:00

Dentro de poco el calendario que nos rige iniciará la cuenta del año 2000. Por el simbolismo de las cifras, y cuanto más tratándose
de la transición de milenios, en todos los ámbitos se ha reavivado la preocupación por el futuro, al extremo que se han
multiplicado los agoreros que tratan de sacar tajada con anuncios del fin del mundo, a expensas de la maraña de incertidumbres
que envuelve a la humanidad. Y es que, a la postre, de mantenerse el curso actual, el porvenir se presenta poco prometedor.

En este contexto, movimientos sociales y ecuménicos de la región han decidido aunar esfuerzos para impulsar el "Grito
Latinoamericano de los Excluidos/as", convocando a todos y todas quienes luchan por la vida para solidariamente, con
responsabilidad y optimismo, "abrir el camino a la sociedad que queremos".

"Para empezar -señala la convocatoria-, hagamos escuchar nuestra voz con un grito que retumbe en los tímpanos de quienes
nos gobiernan -que solo tienen oídos para los poderosos-, para decirles que si no hay futuro para todos y todas, no habrá
para nadie, pues el proyecto dominante de "muerte" y su lógica irracional y excluyente están conduciendo a la
autodestrucción de la humanidad. Un grito para anunciar que ha llegado la hora del proyecto de "vida", de la dignidad
humana y la sensatez. Ese es el Grito de los excluidos y excluidas".

Por Trabajo, Justicia y Vida

El Grito es una manifestación popular que nació en Brasil hace cinco años, como respuesta a la creciente situación de exclusión
social registrada en ese país por la aplicación de políticas de ajuste neoliberal. Tiene lugar cada 7 de septiembre, fecha de
conmemoración de la independencia de Portugal, más no se reduce a ese solo día, pues éste se encadena con una serie de
actividades previas y posteriores que le dan continuidad. En la actualidad, esta actividad es coordinada por las áreas de Pastoral
Social de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB, por sus siglas en portugués) conjuntamente con el Movimiento
Sin Tierra (MST), la Central de los Movimientos Populares (CMP) y la Central Unica de Trabajadores (CUT). Pero en las diversas
regiones y municipios se han integrado también varias iglesias cristianas, organizaciones no gubernamentales, movimientos
sindicales y populares significativos, entre otros.

En 1999 el Grito tendrá un carácter latinoamericano bajo el lema: "Por Trabajo, Justicia y Vida", cuyo momento culminante será
el 12 de octubre. Su propósito es señalar todas las situaciones de exclusión y las posibles salidas y alternativas, sobre la base de
cuatro objetivos centrales: "denunciar el modelo neoliberal excluyente y perverso, que amenaza y destruye la vida y el medio
ambiente; fortalecer la soberanía de los pueblos y la defensa de la vida; rescatar las deudas sociales; y luchar por el no pago de
la deuda externa".

Para impulsar esta iniciativa, en los diversos países de la región se han venido articulando instancias de coordinación entre
organizaciones y movimientos sociales, sindicales y ecuménicos, bajo la premisa de "unidad en la diversidad" y la participación
activa de los sectores excluidos en las diversas etapas del proceso.

En tal sentido, la propuesta es que en el día del grito estos sectores confluyan y "se manifiesten a través de marchas, debates,
celebraciones, teatro, música, poesía, discursos y consignas, etc., suscitando una gran participación popular con mucha
creatividad, haciendo surgir el sueño que brota de las calles en las voces 'roncas' de las clases oprimidas y excluidas. Un
grito que genere lazos de solidaridad y esperanza", de acuerdo a las particularidades de cada país.

Al rescate de la ética

En la historia de la humanidad es inédita la cantidad de recursos científicos y materiales que hoy existe en el mundo, sin embargo
bajo el orden imperante de la modernidad capitalista también lo es el número de personas que ahora está condenado a sobrevivir
en la pobreza y el ritmo con el cual se destruye la naturaleza. Día a día se acentúan las desigualdades sociales, económicas,
culturales y otras, configurándose una realidad donde la cada vez mayor concentración de la riqueza va de la mano de un
incremento de la exclusión social, cuyas víctimas en los casos extremos han pasado a ser tratadas como "desechables".

En la historia de Latinoamérica la exclusión han sido una constante de los procesos de dominación, pero en los últimos tiempos
se ha extendido y profundizado con el neoliberalismo. A esto se refiere el Papa Juan Pablo II en Ecclesia in America cuando
señala: "Domina cada vez más, en muchos países americanos, un sistema conocido como 'neoliberal', sistema que, apoyado en
una concepción economicista del hombre, considera el lucro y las leyes del mercado parámetros absolutos en detrimento de
la dignidad y del respeto de la persona y del pueblo".

Esta concepción economicista, que hace del mercado el medio, el método y el fin de las relaciones humanas, se caracteriza por la
eliminación de cualquier consideración ética en la economía, reduciéndola así a una simple técnica de administración de negocios
e intereses privados. Muestra de ello es que las autoridades económicas, sistemáticamente, tienden a presentar todo lo
injustificable como "inevitable".

Como es bajo tales parámetros que se han venido implementando en la región los procesos de privatización del Estado, no es de
extrañar que no haya caso exento de negociados y corrupción. Más aún, al ser procesos que no ponderan las responsabilidades
sociales del Estado, en la gestión del poder lo social pasa a ocupar cada vez menos espacio. Así de a poco asistimos a una
capitulación de la política ante el mundo económico y financiero, con la consecuente degradación de la democracia... Despues de
todo, para la "sociedad de mercado" lo que cuentan son los consumidores, no los ciudadanos.

En este sentido, el Grito se presenta como un movimiento que apuesta por la ética en los procesos de la vida económica y social,
exigiendo un cambio radical de los comportamientos y los paradigmas tradicionales sobre los cuales se asienta el análisis
económico dominante, pues "la economía debe estar al servicio de la vida, para que la democracia se torne un valor
permanente en nuestra sociedad", como señala el Sector de Pastoral Social de la CNBB (Crise do Real: mais exclução, novos
gritos, abril 99), subrayando que "solo con ética es posible superar las contradicciones que generan la crisis de la vida en
sociedad".

Bajo esta perspectiva, acota, "la redistribución de la tierra, la creación de oportunidades de trabajo que generen condiciones
dignas de vida y la universalización de políticas sociales de buena calidad son exigencias éticas y políticas. La
profundización de la exclusión pone en riesgo la vida de millones de personas y la propia democracia".

Es en esta línea que el Grito se hace eco también de la Campaña Jubileo 2000, que en Latinoamérica se viene desarrollando bajo el
lema "Sí a la vida, no a la muerte", a fin de conjugar esfuerzos y presiones para lograr la cancelación de la deuda externa y el
compromiso de que los recursos que dejen de ser utilizados para tal menester sean canalizados al pago de las deudas sociales
con amplios sectores de la sociedad y de las deudas históricas con los pueblos indígenas y afroamericanos.

Articular la esperanza

Con la ola neoliberal no solo que se ha evaporado del horizonte el bien común como razón de ser de la política y la economía,
sino que la fragmentación y desarticulación del tejido social, el rompimiento de las solidaridades, han dejado el paso a un
individualismo agresivo y la búsqueda del éxito a cualquier costo alentada por aquella. Los viejos valores que apuntalaron el
capitalismo, como el reconocimiento por el trabajo, ya no cuentan más: lo que prevalece es el reconocimiento al dinero como
valor supremo. Es en este contexto que encuentran un caldo de cultivo la violencia social y las más diversas formas de
degradación humana que se han acrecentado en los últimos tiempos.

A contramano de esta tendencia, sin embargo, la perspectiva de una realización colectiva ha logrado resistir y preservarse bajo
diversas formas de organización, buscando salidas a una realidad marcada por la sobrevivencia. En este caminar, la esperanza y
la solidaridad han ido encontrando nuevos cauces que han desembocado en propuestas alternativas. Empero, debido a su
dispersión, pero sobre todo porque el orden neoliberal prácticamente ha clausurado cualquier debate bajo el supuesto de que no
hay otra alternativa, tales propuestas no han alcanzado la repercusión que merecen.

Tomando nota de esta realidad, el Grito se propone ir más allá de la denuncia para canalizar y proponer alternativas que recogen
las aspiraciones de "trabajo, justicia, vida, dignidad, paz, democracia, solidaridad, etc". Por lo mismo, se asume como un
proceso que busca articular la esperanza y el optimismo de todas las personas que desde sus respectivos espacios pugnan por
construir una sociedad solidaria y sin exclusiones. De ahí que la convocatoria trae la siguiente precisión: "El grito está
compuesto de muchos gritos específicos, cada cual referido a una realidad concreta, los cuales van haciendo un grito
mayor".

Para el 2000, el Grito de los Excluidos/as se manifestará a nivel continental. La actividad central contemplada es "una gran
marcha de los pueblos" que partiría desde el Cono Sur hasta llegar al centro financiero del mundo: Nueva York.

Publicado en: " Aportes para la Paz" , Servicio Paz y justicia del Ecuador, Quito, septiembre 1999