Brasil: El Grito de los Excluidos

2000-08-08 00:00:00

"Brasil: un hijo tuyo no huye la lucha" es el lema del Grito de los Excluidos, día 7 de septiembre, organizado por las
pastorales sociales de la Confederación Nacional de Obispos del Brasil (CNBB por su sigla en portugués) en
coordinación con varias entidades populares, entre las cuales la Central Unica de Trabajadores (CUT), el Movimiento
sin Tierra (MST), la Central de Movimientos Populares (CMP) y la Confederación Nacional de los Trabajadores en la
Agricultura (CONTAG).

Acción colectiva de protesta contra la falta de políticas sociales y denuncia del modelo económico excluyente,
adoptado por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, el 5º Grito tiene, como símbolo, una bolsa de trabajo. Ella
expresa el deseo de una política de combate al desempleo y de una sociedad en la que trabajo y dignidad no sean
privilegios.

Según el Ipea, 85 millones de brasileños están por debajo de la línea de la pobreza, o sea, con renta mensual inferior
a R$ 132 reales mensuales. Datos oficiales indican que el 28.7% de los brasileños vive con menos de un dólar por día,
y más de 3.2 millones de trabajadores son obligados a tener más de una actividad remunerada, debido a los salarios
bajos. Entre los 18.5% millones de jubilados, 11 millones ganan apenas un salario mínimo por mes, y 5.2 millones
continúan en el mercado de trabajo, pues la cuantía que reciben del Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS) es
cada vez más reducida. Y 8 millones de personas están desempleadas, de la cuales 1.8 millones en la región
metropolitana de Sao Paulo.

Cerca de 3 millones de niños y niñas, menores de 14 años, trabajan. Un bebé nacido hoy en Brasil tiene el 30% de
chance de no ser registrado, 21% de probabilidad de tener padres analfabetos y sólo el 7% de vivir en una familia con
renta mensual superior a 20 salarios mínimos, de acuerdo con la Unicef.

En su informe de 1999 sobre el progreso de las naciones, la Unicef revela que el Brasil es el 4º del mundo en
incidencia de tuberculosis, con cerca de 85 mil casos por año. Y muestra que de cada US$ 100 dólares de riqueza
producida en este país, US$ 24 son para pagar deudas con los acreedores internacionales.

José Marcio Camargo, economista de la Pontificia Universidad Católica de Río, observa, respaldado en datos del
Banco Mundial, que la mitad más rica de la población brasileña se apropia del 60% de los recursos públicos
destinados al área social. El "programa social" más importante del gobierno de Cardoso es pagar jubilaciones, que
consumen la mitad del 21% del presupuesto destinado al área social. Ahora, el gobierno decidió cortar aún más los
gastos para los jubilados, clavando el cuchillo en el bolsillo y en el derecho de los pensionistas más pobres.
Permanecen intocados los militares y sus descendientes, así como los grandes negociantes del INSS. El 20% más
pobre de la población recibe apenas el 7% del dinero de las jubilaciones.

Señal de alerta

La exclusión es la principal característica de la historia del Brasil. Todos son iguales ante la ley, excepto los que no
son iguales a todos. Esa minoría -banqueros que se enriquecen con dinero público, empresarios que hacen
negociados, latifundistas tramposos, jueces corruptos, políticos que no tienen principios, sólo intereses- no soporta la
idea de inclusión, porque ella rima con distribución de la renta, derechos sociales, reforma agraria y democratización
del poder.

Miope, esa élite envía canastas básicas a quien desea salarios dignos; policía, a quien aspira a acceso a la tierra;
circo televisivo, a quien ansía pan para el cuerpo y cultura para el espíritu. Los clásicos brasileños, como Sérgio
Buarque de Hollanda y Gilberto Freyre, trataron, a la saciedad, el paternalismo de esa casa-grande, que mal disfraza
su vocación esclavista, su racismo y su prepotencia, ante una nación de desvalidos, a la cual le gustaría mantenerla
vasalla, sumisa y mendiga.

Causa horror ver a la plebe reaccionar, organizarse, reivindicar derechos y ciudadanía. A la marcha, en agosto, de los
latifundistas que se aprovecharon de préstamos ventajosos y ahora se niegan a pagar, todo destaque en los medios
de difusión. A la marcha de los sin tierra, millares que, desde el inicio de agosto, caminan de Río a Brasilia, el
silencio, la censura en el noticiario, la exclusión cívica sumada a la económica.

El grito del emperador no fue suficiente para hacer del Brasil una nación independiente. El Grito de los Excluidos es la
señal de alerta de esos 85 millones de brasileños que aspiran apenas a lo esencial: un plato de comida por día, salud,
educación, tierra, vivienda y trabajo. Conmemorar los 500 años, sin que la mayoría tenga acceso a esos derechos
elementales, es cantar "cumpleaños feliz" en un velorio, o lanzar fuegos artificiales en tierra de ciegos y sordos.

Publicado en " ALAI: América Latina en Movimiento " No. 299, 1999/09/15