Lula, los Sin Tierra y el futuro de Brasil
La sociedad brasileña está perpleja ante la "desnudez política" a que fue expuesto el Parlamento y a la forma como funcionan las campañas electorales en Brasil. Los partidos se abastecen de las empresas públicas o privadas, de algunos bancos, a fin de sostener sus campañas, obtener privilegios personales y parlamentarios, derrumbando con esto las barreras que separan las recaudaciones legales de las ilegales. A cambio, sólo Dios sabe lo que se ofrece.
Ciertamente, lo que causó más perplejidad fue que la práctica tradicional de la derecha ahora -comprobadamente- es realizada también por el principal partido de la izquierda. Y la opinión pública espera que sean revelados los orígenes de los recursos, quiénes son los empresarios que pagan y cuáles los verdaderos intereses. Finalmente, nadie entrega millones gratis.
Pero, más allá de los casos de corrupción, es preciso reflexionar sobre la naturaleza de esta crisis. Las evidencias son muy graves. Nuestro país vive una crisis que envuelve al conjunto de la economía. Es verdad que el PIB creció -aunque sea mediocremente-; que la inflación está controlada; que las grandes corporaciones y los bancos tienen ganancias fantásticas, y que los saldos de la balanza comercial baten récords.
Sin embargo, la economía no está resolviendo los problemas básicos de la población: empleo, renta y bienestar social. Hay una crisis social. Nuestros niveles de violencia social se equiparan a los de los países en guerra. (¡Ojalá recordemos eso a la hora de votar contra la venta de armas a Brasil en octubre!)
Hay una crisis política, y la población no se ve representada por los políticos y los partidos: es una crisis ideológica. No hay debate de ideas, de proyectos, de propuestas para la sociedad. El neoliberalismo consiguió reducir y transformar la política en un mero mercado de votos, controlado por expertos en mercadotecnia alquilados que cobran fortunas por engañar al pueblo.
Lamentablemente, ninguna fuerza social organizada tiene claro qué proyecto quiere para la sociedad. Y las universidades y medios de comunicación, que serían espacios necesarios para ese debate, también están alienados de los verdaderos problemas de la población.
Frente a este cuadro, la evaluación del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra), de Vía Campesina y de otros movimientos sociales, es que la salida a la crisis no está sólo en la penalización necesaria de quien practicó la corrupción. No basta con pedir a los partidos que hagan sus autocríticas. No basta reducir la cuestión a apoyar o no al gobierno de Lula. Los movimientos sociales, como el MST, deben mantener su autonomía con relación al gobierno, al Estado y a los partidos.
¿Dónde está la salida, entonces? La salida a esta crisis requiere diversas medidas, que abarcan aspectos económicos, políticos y sociales.
En el campo económico es preciso cambiar esa política neoliberal que sólo beneficia a bancos y grandes corporaciones. La inmensa mayoría de la sociedad está contra la actual política económica, inclusive el vicepresidente de la república. Es preciso subordinar la política económica a los intereses del pueblo y de la sociedad. Es preciso que el Estado oriente la economía a resolver prioritariamente el problema del desempleo y de los ingresos de todos los brasileños, por ejemplo, aumentando el salario mínimo. Es preciso priorizar los gastos públicos en educación, vivienda, saneamiento básico, salud, reforma agraria y los incentivos a una política de promoción de las actividades culturales.
El profesor Fábio Konder Comparato ya defendió innumerables veces la necesidad de una reforma política que recupere el poder de decisión del pueblo, incorporando el derecho a convocar plebiscitos y referendos populares; el derecho de revocar mandatos legislativos y ejecutivos, y el control sobre los gastos públicos -entre otras medidas de democracia directa.
Acerca de reforma agraria, el gobierno está en deuda con nosotros y con la sociedad, pues el Plan Nacional de Reforma Agraria marcha a paso de tortuga, mientras 130 mil familias sobreviven debajo de lonas negras a lo largo de los caminos brasileños, indignando a todos.
Es necesario que realicemos una amplia convocatoria nacional para debatir un proyecto para el país, como fue propuesto durante la semana de debate social de la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil) y por todas las fuerzas sociales. El país precisa un rumbo, el de un proyecto que recupere la soberanía popular y nacional, que reoriente la economía para atender las necesidades del pueblo. Y esto sólo se construye debatiendo, aglutinando fuerzas.
Estamos convencidos de que cualquier otra "salida milagrosa" (con una constituyente, con relección o no relección, candidatos suprapartidarios o izquierdistas....) no conducirá a ninguna solución si no debatimos un proyecto y posibilitamos la participación efectiva de la población en la definición de los rumbos del país.
* Joao Pedro Stedile, economista y especialista en economía agraria, es miembro de la dirección nacional del MST.