El Grito de los Excluidos

2000-08-08 00:00:00

Sábado 9 de octubre de 1999

Por Pepe Laso

Siempre se habla desde algún lugar. Lugar de la enunciación. Y es ese lugar el que determina la palabra. Una consulta popular,
donde la marca de lápiz sobre el pequeño cuadrado, impreso en una hoja de papel, abre la puerta para que los ángeles
desciendan por la puerta de atrás a curarnos de todos los males, es tan simplona que revela aquel lugar desde donde se enuncia.
Ese lugar aparentemente tan ingenuo, casi de dibujo animado, dónde hasta el niño más pequeño habituado a ver Tom y Jerry
sabe, antemano, que lleva explosivos el queso maravilloso que aparece por la boca del agujero. ¿Tom será capaz de ofrecerle el
cielo a Jerry , el pequeño y vivaz ratoncito? Como en el dibujo animado, Jerry sabe, y no tanto él sino los productores, que
ambos se necesitan, para que la historia, si de eso se trata, continúe.

Y las garras y los bigotes de Tom se revelan, cuando entre los delincuentes, para quienes se pide aumento de sanciones, no
aparecen aquellos banqueros que también han abusado de los bienes públicos y privados. Paradojas y crespones negros e
inolvidables.

Pero hay otro lugar desde donde se grita. Un lugar donde los otros, aquellos a quienes se pretende excluir, no quieren entrar en
el juego perenne del relato animado, donde los que escriben los guiones hacen que aparentemente gatos y ratones jueguen, en el
espacio de las pantallas de televisión, espacios del simulacro, a consultas populares, donde los mismos se afirman, en forma de
pregunta. El grito de los excluidos, este inmenso movimiento nacido en Brasil y que los vientos del hambre extienden como las
cenizas del volcán a América Latina, este "dolor secular y sofocado que se levanta en la tierra. Dolor que se transforma en
protesta, cría alas y se eleva al aire. Grito de los empobrecidos, de los indefensos, de los pequeños, de los sin oportunidades ni
voz, de los debilitados...".

Nacido de las iglesias, de los intelectuales, de los teólogos, de los celadores de derechos humanos, de los pobres del mundo, el
grito de los excluidos marca un nuevo lugar de enunciación, otro. Eses lugar que la globalización, la dolarización, las consultas
manipuladas han creado. El grito excluidos, movimiento inmenso, tiene un lugar y un teléfono para vincularse, en Ecuador,
Cedhu, y un no lugar, aquel de la verdad íntima y profunda de ser hombres, desde donde llamar o al menos comenzar a sentir,
para no dejarse atrapar una vez más.

El Grito y el Jubileo 2000 no son un espacio únicamente de denuncia. Son un espacio de confluencia, amplio, para organizar la
esperanza, una dinámica participativa, descentralizada. Un eje para coordinar acciones, agendas, propuestas comunes, para
estimular iniciativas y creatividades. Una ocasión para vincular y establecer puentes de comunicación. Trabajo, justicia y vida.

Lugar y no lugares, desde donde los otros comiencen a hacer las preguntas necesarias.