Carta de la Asamblea de los luchadores del pueblo

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Brasilia, 10 de octubre de 1999.

Después de más de 1600 kilómetros recorridos en caminata, 1100 luchadores y luchadoras del pueblo, oriundos
de 23 estados, ligados a diferentes movimientos sociales, llegaron a Brasilia. En el trayecto, en escuelas, iglesias y
asociaciones de todo tipo, presentaron ponencias para más de 200 mil personas. Fueron vistos por muchas más.
Su caminata disciplinada por caminos y ciudades sustituyó la pedagogía del discurso por la pedagogía del
ejemplo, mucho más sincera y eficaz. La imagen de la lucha se hacía nítida, directa y clara. Fue la Marcha Popular
por el Brasil.

El apoyo del pueblo a los caminantes fue extraordinario: dejamos Río de Janeiro el 26 de julio con provisiones
para una semana y de ahí para adelante, hasta el 7 de octubre, la sociedad nos sustentó. Realizamos trabajo
voluntario. Aprendimos a tener más perseverancia. Nos conocimos mejor. A la llegada, se sumaron millares de
compañeros. Entramos juntos en la capital del país, en manifestación emocionante, que jamás olvidaremos.
Permanecimos en asamblea durante tres días, debatiendo un nuevo proyecto para el Brasil. Somos de la Consulta
Popular.

Vimos, en todo el trayecto, que el pueblo no acepta permanecer sometido a las políticas actuales. La obra de
desconstrucción de la Nación está expuesta, sin velos, a los ojos de todos. Todos perciben que el Brasil no
cuenta con un gobierno que, internamente, ayude a la sociedad a organizarse para aumentar el bienestar colectivo
y, externamente, represente los intereses del país en el sistema internacional. El gobierno se convirtió en un agente
promotor de la crisis y de la desigualdad, en la medida en que escogió representar, dentro del Brasil, los intereses
de los países y grupos económicos dominantes en el sistema internacional.

Rotos los lazos entre gobierno y sociedad, el Brasil fue lanzado en una crisis sin precedentes. El sector productivo
paga el precio de una prolongada estagnación; la economía nunca fue tan vulnerable a las presiones del exterior; la
conducción de la política económica fue entregada a una institución extranjera, el FMI; rehén del capital
financiero, el Estado perdió la capacidad de realizar inversiones y proveer servicios públicos esenciales; el pacto
federativo fue roto; el desempleo alcanzó niveles inconcebibles; la agricultura familiar está marginada; salud,
educación e instituciones de investigación han colapsado; la desesperación y la violencia se diseminan.

Brasil vive una crisis que cuestiona a su destino. Si el camino actual no fuere alterado a tiempo, el país será
llevado a ceder su moneda y su espacio económico, insertándose en una zona del dólar plenamente constituida,
consolidada por la formación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Dejarán de existir las pocas
empresas estratégicas de base nacional que todavía quedan, como Petrobras y el Banco del Brasil. Volveremos a
la condición de la colonia.

La experiencia de los últimos veinte años muestra que simples alteraciones en la política económica no son
suficientes para revertir ese cuadro. Pasados cortos períodos de falsa esperanza, la crisis estructural del país -la
crisis de identidad, de valores, de confianza en sí mismo, de capacidad- se recompone y agrava, moldeando en el
tiempo una trayectoria de degradación. Eso ocurre porque el sistema de poder nunca fue alterado, impidiendo así
que se alterase la organización socioeconómica de la Nación, en beneficio de la mayoría.

Gran parte de la oposición desistió de enfrentar ese debate y proponer una alternativa programática radical que
vaya a las raíces de la crisis. Otra parte pretende ser radical a partir de posiciones doctrinarias. No nos
identificamos con esas dos posiciones. Estamos construyendo una alternativa radical en profunda ligazón con el
pueblo, respetando sus ritmos y su cultura, compartiendo su forma de vida; en una palabra, siendo parte de ella.
La Marcha y la Asamblea fueron episodios de esa caminata mayor, dirigida a construir y consolidar el Proyecto
Popular para el Brasil.

En el primer día de nuestra Asamblea, detallamos los cinco compromisos que fueron el punto de partida de este
proyecto.

1.- El compromiso con la soberanía, que es la conquista, por el pueblo brasileño, de la capacidad de definir con
autonomía sus propios objetivos, así como los caminos que desea recorrer para alcanzarlos;

2.- El compromiso con la solidaridad, que exige la movilización de todos los recursos y de toda la capacidad
productiva, técnica y cultural del Brasil para eliminar la miseria, la pobreza y la incultura, garantizando a todos un
espacio común de dignidad e igualdad.

3.- El compromiso con el desarrollo, o sea, con el uso pleno de nuestras tierras, recursos, instalaciones
productivas y capacidad de trabajo, en una acción colectiva que nos saque de la condición de país periférico y
dependiente.

4.- El compromiso con la sustentabilidad, que trae al centro de las preocupaciones la protección del ser humano y
la naturaleza que nos rodea;

5.- El compromiso con la democracia popular, cuya construcción pasa por una profunda reforma de las
instituciones de poder, así como de los medios de comunicación de masas, para colocarlos bajo control del
pueblo.

Las medidas fundamentales para alterar ese sistema de poder ocuparon el segundo día de nuestra Asamblea.
Detentan el poder aquellos grupos que comandan recursos e instituciones decisivas en la organización de la vida
social, haciendo que la sociedad funcione en forma subordinada a sus intereses. La causa principal de la
prolongada crisis brasileña es el control, por las élites dominantes, de esos instrumentos de poder.
Democratizarlos es el punto central de nuestro proyecto, que tiene como punto de partida cinco puntos
fundamentales:

1.- La democratización de la tierra, principal recurso natural del país:

2.- La democratización del suelo urbano, condición para un reordenamiento de la vida en las ciudades, donde
está la mayoría de nuestra población;

3.- La democratización del capital, instrumento que controla la asignación de recursos y comanda la principal
fuerza productiva de la sociedad, el trabajo.

4.- La democratización de la información, que determina la formación de opiniones y valores, desempeñando así
un papel central en la organización social y política;

5.- La democratización de la cultura, elemento decisivo para la reconstrucción de la identidad y de la auto-estima
de nuestro pueblo.

La Marcha Popular por el Brasil no terminó en Brasilia. Los 5 mil luchadores y luchadoras del pueblo aquí
reunidos, que representan otros millares, asumimos el compromiso de regresar a nuestros estados como
organizadores de la Consulta Popular y multiplicadores del Proyecto Popular para el Brasil. Regresamos
confiados. Estamos construyendo una organización de nuevo tipo, dirigida por la lucha, y cuyas marcas son la
unidad, la disciplina militante y la fidelidad al pueblo. Una organización que practica los valores de solidaridad,
gratuidad, honestidad y del trabajo colectivo. Eso es condición para poder enfrentar la crisis histórica que vive el
país. Una crisis cuya superación exigirá luchas y sacrificios, que serán recompensados con la construcción de una
patria libre, justa y solidaria.