La Policía alerta del aumento de inmigrantes de Bolivia, Brasil y Venezuela que entran por Europa
La mayoría llega a los aeropuertos de París, Lisboa o Amsterdam y más tarde se desplaza a España en autobús o en avión
La Policía ha alertado de un fuerte incremento en el flujo de inmigrantes bolivianos, brasileños y venezolanos que llegan a España por avión o por vía terrestre después de haber hecho escala en los aeropuertos de París, Amsterdam o Lisboa, con menor vigilancia en los puestos de control policial. Este fenómeno se da, entre otras cosas, por las dificultades del idioma, que impide a los agentes entablar una conversación con los extranjeros para comprobar la justificación del motivo de la visita. En los últimos cuatro años se ha triplicado el número de extranjeros de Bolivia y Brasil con permiso de residencia en nuestro país. En el caso de los inmigrantes procedentes de Venezuela, la cifra se ha multiplicado por cinco.
Rocío Ruiz
Madrid- «La gente se hace ilusiones sobre lo que es España. Cuando uno llega, lo hace por 90 días como turista, pasa ese tiempo y entonces la Policía te busca para expulsarte. Si uno se come el orgullo y se queda a pesar de los malos tratos del patrón, los abusos aumentan. Si te vas, estás destinado a vagar buscando trabajo, que cada vez es más escaso por el exceso de mano de obra migrante. Entre tanto deberás comer, vestir, dormir y mandar dinero a
Bolivia. ¿Qué hacer?... Pues unos apuestan por la delincuencia y otros piden ayuda, limosnas ¿Entendés? ¡Limosnas, como cualquier mendigo de mierda! Y da rabia porque no venimos a robar ni a mendigar, venimos a trabajar y acá nos tratan como a basura». Ni testimonios tan desalentadores como el de este boliviano difundidos por el periódico «La Prensa» de este país y otra tantas experiencias, ni la endurecida Ley de Extranjería española, modificada hasta tres veces en cuatro años, han servido para frenar la llegada de inmigrantes bolivianos.
Cifras alarmantes. Es más, el flujo se ha disparado, como demuestran las estadísticas de la Secretaría de Estado de Extranjería, que ponen de manifiesto que los uruguayos que han conseguido legalizar su situación en los últimos cuatro años se ha triplicado hasta el punto de pasar de los 2.947 que había en el año 2001 a los 9.771 contabilizados en 2004.
La Policía ha alertado de que un proceso similar está ocurriendo con brasileños y también con los venezolanos, otros dos países a los que España no exige visado de entrada. En el primer caso, los residentes legales se triplicaron en cuatro años (pasó de 5.497 en 2001 a 16.368 en 2004) mientras que en el caso de los segundos, se ha quintuplicado (de 3.089 a 15.581).
«La gran mayoría entra como turista por los aeropuertos de París, Amsterdam o Lisboa con la documentación en regla y se traslada a España por vía terrestre o en vuelos domésticos con un sello que autoriza su entrada. Pasados los 90 días de estancia permitida como turista, se quedan en España», explica Carlos Botrán, comisario jefe de la brigada central de redes de inmigración. «No hay lealtad en la UE para controlar a los inmigrantes que saben de antemano que no se van a quedar en el país al que llegan. Europa no ha reforzado lo suficiente sus fronteras exteriores», añade. No obstante, el mayor flujo de inmigrantes que recibe ahora España proviene de Rumanía y Bulgaria, que entra en autobuses o «pateras terrestres» por la frontera pirenaica. «Más del 90 por ciento lo hace de forma legal, como turista, aunque luego no regresa a su país». Una idea del movimiento de inmigrantes de estos países la da el volumen de autobuses que recibe la madrileña estación de autobuses de Méndez Álvaro. En 2002, llegaban 1.038 autobuses de estos países con 16.558 viajeros; en 2004, 4.623 que transportaron a 80.142 personas.
Economías resentidas. Pero el problema no son sólo los suramericanos. La llegada a España de inmigrantes asiáticos «sin papeles», muchos de ellos por el Estrecho y en patera preocupa a la Policía. Y mucho. Y, en especial, la de chinos que, aunque no suponen un colectivo conflictivo, la economía de los países en los que se asientan acaba resintiéndose por los competitivos precios de los productos que venden, fabricados con mano de obra barata. Este fue precisamente el origen de los conflictos ocurridos el verano pasado en Elche (Alicante) entre vendedores de calzado españoles y los procedentes del país comunista.
No obstante, el sueño chino es Canadá o Estados Unidos y la mayoría utilizan España como un país de tránsito en el que se quedan hasta que pueden reunir el dinero necesario con el que saldar sus deudas pendientes con las mafias que les trasladaron hasta las penínsulas y les facilitaron la documentación en Bangkok, la «meca» de las falsificaciones. Pese a que España no es uno de los destinos preferentes de la inmigración asiática, no es ajena a la tendencia que sigue Europa, receptora de un flujo imparable de inmigrantes de este continente, especialmente de chinos. Sólo en tres años España ha duplicado el número de llegadas. El 70 por ciento procede de uno de los distritos más pobres del país, el de Qingtian, en el sureste.
Son «inmigrantes de primera» que pagan a las redes entre 1.800 y 3.600 euros, dependiendo de la ruta que elijan, para llegar a España.
Para casi todos es imposible el pago en efectivo del viaje, por eso dejan como garantía las posesiones de sus familiares hasta que pueden liquidar la deuda con las mafias. Hasta entonces, «trabajan en la esclavitud y en condiciones infrahumanas», dice la Policía.