Grito de los Excluidos/as de las Américas
Por un milenio sin exclusiones
Del fondo de nuestros corazones, nosotros, los excluidos y excluidas de las
Américas, lanzamos un grito de protesta contra la desigualdad y la injusticia
del mundo en que vivimos. Somos todos pasajeros de la misma nave, el planeta
Tierra; sin embargo, como en las carabelas de los colonizadores y nuestros
aviones trasatlánticos de hoy, viajamos en condiciones desiguales. En la
primera clase, una minoría usufructúa todos los privilegios del consumismo
superfluo, de actitudes anti-sociales y depredadoras del medio ambiente. Esa
minoría tiene acceso a la medicina sofisticada, la educación, la cultura y
los beneficios de la tecnología de punta. En las bodegas insalubres,
agobiados por el hambre, las enfermedades, la violencia y la explotación, se
amontona la mayoría de la población mundial.
Nuestro grito se eleva contra un tipo de globalización económica que, al
favorecer a los pocos países desarrollados, en detrimento de las naciones
pobres, revela su carácter de verdadera globocolonización. El PIB mundial,
calculado hoy en USD 25 billones, es el retrato de la brutal acumulación de
riquezas en manos de pocos: los países del G-7 (Estados Unidos, Canadá,
Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Japón) detentan USD 18 billones.
¡Los USD 7 billones restantes deben ser repartidos entre más de 180 países!
¡Clama a los cielos constatar que apenas tres ciudadanos estadounidenses -
Bill Gates, Paul Allen y Warren Buffett- poseen, juntos, una fortuna superior
al PIB de 42 naciones pobres, en las cuales viven 600 millones de habitantes!
Se globaliza la pobreza y no el progreso; la dependencia y no la soberanía;
la competitividad y no la solidaridad.
Por eso, hay 204 millones de pobres y 90 millones de miserables en América
Latina y en El Caribe, a los cuales se debe aumentar los bolsones de miseria
que existen en varias partes del opulento Estados Unidos. Nuestro grito es
de protesta contra la economía capitalista neoliberal que, monitoreada por el
FMI y por el Banco Mundial, reduce la democracia al mercado, la ciudadanía al
consumismo, y viola la soberanía de nuestros Estados nacionales mediante
imposiciones y amenazas.
Si las naciones ricas quieren progreso, ¿por qué no establecen reglas justas
para el comercio mundial, eliminando las restricciones y las prácticas
comerciales que degradan los precios de los productos que las naciones pobres
exportan? Si quieren paz, ¿por qué no acaban con la carrera armamentista,
que consume anualmente USD 800 mil millones y dejan de exportar armas hacia
los países del Tercer Mundo? Si quieren el fin de las drogas, ¿por qué no
erradican los paraísos fiscales, donde el dinero sucio es lavado por los
"honrados" banqueros del Primer Mundo, y prohíben que el éter y la acetona
sean exportados de Estados Unidos a los fabricantes?
Nuestro grito denuncia que, después de la Segunda Guerra Mundial, América
Latina no tenía deudas, pero hoy debe casi 1 billón de dólares. Es la más
alta deuda externa por habitante del mundo. Consecuentemente, nuestro
Continente es campeón en desigualdad entre los más ricos y los más pobres.
Nuestros países son víctimas del capital especulativo, del colonialismo
cultural representado por los enlatados televisivos y de la intervención
militar bajo el pretexto del combate al narcotráfico. El número de personas
hambrientas y desempleadas nunca fue tan grande en las Américas.
Nuestro grito es de indignación, pero es también un grito de esperanza.
Vemos, con alegría, campesinos que se movilizaron para exigir la reforma
agraria; grupos de los más diversos países y de los más diversos intereses se
juntaron para bloquear las reuniones de los grandes banqueros y de los
grandes empresarios, en Seattle, en Washington, en Praga, a fin de protestar
contra el sistema económico neoliberal; movimientos populares organizaron
manifestaciones masivas exigiendo cambios en casi todos los países del
Continente, en especial en México, Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina y
Ecuador. Presenciamos la fuerza de los pueblos indígenas que se levantan con
coraje exigiendo la demarcación de sus tierras; la multiplicación de los
movimientos de mujeres contra la discriminación machista; la organización de
los movimientos negros para exigir respeto a sus raíces culturales y sus
derechos históricamente reprimidos. En Brasil, unos seis millones de
electores se pronunciaron contra el pago de la deuda externa, en el
plebiscito ciudadano realizado recientemente en todo el país.
Esas señales, evidentes hoy en todo el mundo, nos dan esperanza de que el
Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y el
Banco Mundial sean substituidos por instituciones efectivamente democráticas,
donde las naciones tengan igual poder de voz y de voto, a fin de regular el
flujo de capitales especulativos y derrumbar el proteccionismo de los países
ricos, priorizando los derechos humanos y la justicia social.
Esperamos que nuestro clamor se extienda de tal forma que el gobierno de
Estados Unidos se vea forzado a retirarse de Colombia, evitando un conflicto
que pondrá en grave riesgo a la población y la biodiversidad amazónica.
Nuestro grito clama también por el fin del cruel bloqueo que Estados Unidos
viene imponiendo a Cuba.
Esperamos que nuestras reivindicaciones básicas se convertirán lo más pronto
en realidad: reforma agraria; cambios en las políticas económicas para
eliminar el desempleo y la exclusión; demarcación y protección de las tierras
indígenas; respeto al medio ambiente; fin de la dependencia económica y
cultural de nuestros pueblos y anulación de nuestras deudas externas, dentro
del espíritu del año Jubilar convocado por el Papa Juan Pablo II. Defendemos
el acceso de toda la población a los derechos fundamentales: tierra, trabajo,
vivienda digna, educación y salud.
Nuestro grito se eleva a todos quienes son sensibles a la solidaridad y osan
abrazar la utopía de un mundo sin desigualdades, sin miseria y sin exclusión,
fundado en la justicia y en la libertad.