El Plebiscito confirma: ¡la Vida por encima de la deuda!

2000-09-21 00:00:00

El Plebiscito Nacional de la Deuda Externa en Brasil
Campaña Jubileo 2000, por un milenio sin deudas.

El Plebiscito confirma: ¡la Vida por encima de la deuda!

Más de cinco millones de brasileñas y de brasileños participaron del
Plebiscito Nacional de la Deuda Externa.

Se trata de una iniciativa única en nuestra historia: un plebiscito de
presencia no-obligatoria, organizado por la sociedad, realizado con lisura y
transparencia en todas las unidades de la Federación, comprometiendo cerca de
100 mil voluntarios vinculados a iglesias, movimientos sociales, partidos
políticos, entidades de representación profesional y poderes públicos.

Raras veces en nuestra historia, actores tan diversos se unieron alrededor de
una causa común como ésta. Fue así en la campaña del "Petróleo es nuestro",
en los años 50. Fue así en la campaña por las Reformas de Base, en los años
60. Fue así en la campaña de la Amnistía, en los años 70. Fue así en la
campaña de las Directas en los años 80. Fue así en la campaña por la
destitución del ex presidente Collor, en los años 90.

Y está siendo así en el Plebiscito Nacional de la Deuda Externa, que recogió
la opinión popular sobre tres asuntos:

¿El Gobierno brasileño debe mantener el actual acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional?

¿Brasil debe continuar pagando la deuda externa, sin realizar una auditoría
pública de esta deuda, como está previsto en la Constitución de 1988?

¿Los gobiernos federal, estaduales y municipales deben continuar usando gran
parte del presupuesto público para pagar la deuda interna a los
especuladores?

Más del 90 por ciento de los votantes respondieron "no" a cada uno de estas
cuestiones.

El éxito del Plebiscito trasciende, por tanto, el expresivo número de
votantes. Alcanzamos cuatro grandes objetivos:

El tema de las deudas, que estaba encubierto, volvió a hacer parte del debate
nacional.

Realizamos un importante trabajo de educación política.

Millones de personas se manifestaron sobre algunas de las causas de la grave
crisis económica y social que afecta al país: la política de endeudamiento y
el acuerdo con el FMI.

Contribuimos para la campaña mundial de cuestionamiento a los mecanismos y
organismos del sistema financiero internacional, y de solidaridad a los
países altamente endeudados.

El Plebiscito alcanzó sus objetivos, a pesar de la postura de gran parte de
los medios de comunicación.

Estos, en vez de informar a la población, optaron por combatir el Plebiscito
y deformar sus objetivos, negando espacio para sus organizadores.

El gobierno federal, por su parte, difundió ataques groseros a la iniciativa,
presionó a las entidades patrocinadoras y chantajeó a la sociedad con
informaciones incorrectas, alimentadas por un prejuicio obscurantista contra
cualquier idea que desentone del ideario oficial.

No quieren que la sociedad debata estos asuntos, porque saben que del debate
surgirán alternativas.

Esta actitud revela una característica cada vez más evidente del modelo
económico implantado en Brasil: por más adeptos que encuentra en los medios
de difusión, en el mundo empresarial y financiero y entre los denominados
"formadores de opinión", el modelo no soporta la controversia en un ambiente
ventilado de ideas.

Los portavoces del "pensamiento único" consideran cualquier crítica como
"amenazante" y "desestabilizadora"; defienden que todos deberían apoyar los
cánones de la política neoliberal, en un "gran acuerdo" nacional que
respetaría los derechos de las élites, en detrimento de los derechos de la
mayoría del pueblo.

Desde hace una década el país viene adoptando esta orientación económica,
basada en la dependencia externa, en el endeudamiento y sustentada por el
chantaje según el cual la interrupción en el flujo de capitales produciría el
colapso.

Irónicamente, las agencias internacionales consideran que, para las
inversiones extranjeras, Brasil representa mayor riesgo que Colombia.

No es una iniciativa como el Plebiscito que perjudica el país, pero sin la
financierización de la economía, que lo somete a los "humores" de la banca
internacional.

En los últimos años, varios países rechazaron las recetas del FMI y del Banco
Mundial, criticadas incluso por sectores de estas instituciones
internacionales.

La deuda externa constituye un problema gravísimo, por más que el Gobierno
actual, como el Gobierno militar en los años 70, prefiera presentar nuestro
endeudamiento como "crédito".

La deuda viene siendo "perfectamente administrada", al decir de los
portavoces oficiales, gracias a una política de intereses altos, de apertura
comercial, de privatización de las empresas públicas y de precarización de
las relaciones de trabajo.

En otras palabras, estamos en una situación de moratoria social, que se
expresa en una enorme estafa de todos los compromisos relativos a la
educación, a la salud, al valor del salario mínimo, a una jubilación digna,
al derecho al empleo, a la reforma agraria, a los derechos de los pueblos
indígenas y a los demás derechos y garantías constitucionales de la mayoría
de nuestro pueblo.

Al largo de los años 90, el problema del endeudamiento fue agravado por el
brutal crecimiento de la deuda externa privada. Parte del gran empresariado
cambió una deuda contraída en el exterior a intereses baratos, por títulos de
la deuda pública interna, que pagan intereses estratosféricos. En resumen,
se estatizó gran parte de los débitos privados.

El crecimiento de la deuda pública interna, por tanto, está vinculado a este
proceso de especulación financiera, que frena el desarrollo económico.

Por todo eso, el Plebiscito llegó en el tiempo exacto, en el espacio correcto
y con el enfoque adecuado.

Y el enfoque del Plebiscito está en la crítica al modelo económico aplicado
en nuestro país.

Llamado a opinar sobre las deudas y el acuerdo con el FMI, una expresiva
parte de la población tomó posición frente a temas que el Gobierno prefiere
que sean tratados tan solo por sus especialistas.

El Plebiscito evidenció que el endeudamiento no es un asunto técnico, a ser
debatido exclusivamente por teóricos en economía y finanzas.

Las decisiones técnicas resultan de opciones políticas, que en el fondo se
resumen en pagar las deudas financieras o pagar las deudas sociales.

El Plebiscito dejó claro, también, que una causa justa, capaz de movilizar
las entidades populares y principalmente millones de anónimos ciudadanos y
ciudadanas, no necesita de enormes recursos financieros.

Hicimos una campaña modesta en términos materiales, sin instrumentos de
divulgación en el volumen necesario a una iniciativa de esta magnitud.

Pero lo que nos faltó de aparato, fue compensado por decenas de millares de
voluntarios que, de forma espontánea y entusiasta, inclusive en regiones
distantes de los grandes centros, promovieron debates, produjeron sus propios
materiales de divulgación, imprimieron papeletas de votación, y proveyeron
urnas.

Para las entidades que impulsaron el Plebiscito Nacional de la Deuda Externa,
las deudas sociales están por encima de las deudas financieras.

La prioridad nacional debe garantizar trabajo, tierra, vivienda, educación,
salud, salario y jubilación dignas para nuestro pueblo.

Fue exactamente la discusión de las deudas sociales y ecológicas, de sus
causas y de los caminos para su pago que nos llevó a cuestionar el acuerdo
con el FMI, el endeudamiento externo y el endeudamiento interno.

Ya en 1998, por iniciativa ecuménica de las iglesias cristianas, se realizó
en Brasilia el "Simposio: deuda externa, implicaciones y perspectivas", en el
cual rescatamos y actualizamos la rica experiencia acumulada, en los años 70
y 80, en las movilizaciones contra el endeudamiento.

Al año siguiente, se realizó en Río de Janeiro el "Tribunal de la Deuda
Externa", con 2 mil participantes, entre ellos representantes de 14 países y
de varios movimientos sociales y políticos.

El Tribunal aprobó un "Veredicto" condenando las deudas y señalando nuestro
compromiso de implicarnos en la movilización internacional por su
cancelación, que hoy integramos a través de la campaña Jubileo Sur.

En el 2000, finalmente, realizamos el Plebiscito Nacional de la Deuda
Externa.

El Plebiscito no se limitó a decir "no" a la deuda, "no " a la especulación y
"no" al acuerdo con el FMI.

El Plebiscito también representa un "si" a otro modelo económico, que tenga
en la promoción de la vida uno de sus valores fundamentales.

No podemos hacer que nuestra economía y nuestra sociedad dependan de la
atracción de capitales extranjeros.

Las bases del actual modelo vuelven el endeudamiento sinónimo de dominación.

O cambiamos esta realidad, o continuaremos viendo a la mayor parte de nuestra
sociedad ser víctima de la crisis social, del desempleo, de los bajos
salarios, de la falta de servicios públicos, de la violencia y de tantas
otros males que tan bien conocemos.

No nos asusta que los señores de la deuda, muchos de ellos brasileños, nos
acusen de "tramposos" y nos amenacen con retaliaciones.

Observemos la historia: los colonizadores decían que la independencia sería
el camino para el caos.

Los señores de esclavos decían que la abolición provocaría la quiebra de la
economía nacional.

Las potencias imperiales, como Inglaterra del siglo pasado y los Estados
Unidos de América de hoy, siempre alardearon que no había otro camino de
desarrollo para las colonias, que la sumisión a la metrópoli.

Los latifundistas decían y dicen que la reforma agraria nos llevará a la
bancarrota.

Los devastadores del medio ambiente, muchas veces financiados por créditos
externos, dicen que éste es el precio inevitable del "progreso".

En el caso del endeudamiento, el discurso se repite. Sin que por eso vivamos
mejor. Así, nada más justo, nada más natural, nada más necesario, nada más
urgente, que romper las cadenas que nos oprimen.

La deuda externa es, en gran parte, ilegal, ilegítima, inmoral y ya fue
pagada varias veces. A pesar de eso, continúa creciendo y continúa siendo
pagada, como si el objetivo fuese transformar Brasil en un país pobre
altamente endeudado.

Las deudas externa e interna son mecanismos que concentran renta, riqueza y
poder en las manos de segmentos minoritarios, pero poderosos, de nuestra
sociedad.

El endeudamiento externo e interno no son fenómenos naturales, ni tampoco
inevitables.

Son producidos de forma consciente, por sectores sociales que de ellos se
benefician. Y solo continúan a existir porque el conjunto de la sociedad así
permite, consciente o inconscientemente.

Nuestra movilización continúa, ahora por una Auditoría de la Deuda, por un
Plebiscito Oficial, en la formulación de un modelo alternativo de desarrollo
económico y social, en la participación de Brasil en la campaña internacional
Jubileo Sur.

El sentido más profundo del Plebiscito Nacional de la Deuda Externa,
realizado simbólicamente en la semana en que se conmemora la Independencia de
Brasil es constituir un libelo contra la explotación a que es sometida la
mayor parte de nuestro pueblo.

Que este grito sea oído en todos los rincones de nuestro país y del mundo, y
que su energía se reproduzca en la continuidad de la lucha por un Brasil de
igualdad, democracia y vida.

¡La Vida por Encima de la Deuda!
Brasilia/DF, 13 de septiembre del 2000.

Las entidades promotoras del Plebiscito Nacional de la Deuda Externa.