Apropiación social de las tecnologías de la información: Ciberciudadanías emergentes

2005-11-29 00:00:00

Las
tecnologías de la información y la comunicación
son las que incluyen no sólo el hardware y el software y sus
interconexiones en redes telemáticas, sino también y
principalmente, los diferentes tipos de organización social
posibilitados por el uso de estas tecnologías.
Fienquelievich,
S; Schiavo, E.
Resumen:
Las
tecnologías de la información y la comunicación
(TIC) se han convertido en una dimensión estructural de las
sociedades jugando un papel central tanto en el nuevo paradigma
productivo como en la transformación cultural, social y
educativa. Sin embargo, la incorporación de las TIC en el
sistema educativo formal no ha logrado superar la visión
instrumental sobre su uso y, en general, la política en este
campo no ha incidido ni en la transformación de las prácticas
y modelos pedagógicos tradicionales, ni en la generación
de modelos innovadores o alternativos de desarrollo para el país.
No obstante, es evidente que fuera del sistema educativo formal se
están produciendo una serie de experiencias y procesos de
incorporación de las TIC desde comunidades y organizaciones
sociales que están proponiendo una visión alternativa
frente a la relación tecnología-sociedad y donde están
emergiendo nuevas formas de ciudadanía o ciberciudadanías.
En la primera parte, realizaremos una breve descripción del
marco tecnología-sociedad desde donde ubicamos nuestro
trabajo; en la segunda, se presenta una revisión del estado
del arte en el campo de la apropiación social de las TIC –o
informática comunitaria-, y en la tercera parte, se propone
una reflexión en torno a las ciberciudadanías
emergentes, sus posibilidades y tensiones como modelos alternativos
de sociedad.

I.
Presentación
Antes
de entrar directamente en el tema que nos convoca, es importante
señalar algunas puntualizaciones sobre el marco desde el cual
se propone comprender hoy las tecnologías. Por una parte,
desde una reconceptualización y complejización de la
relación tecnología-sociedad, tecnología-cultura
en el contexto más amplio de la tecnocultura o cibercultura; y
por otra parte, desde un cuestionamiento sobre los discursos y
proyectos del desarrollo y progreso que han acompañado la
incorporación de las tecnologías a nuestras sociedades.

En
oposición a las imágenes escindidas y maniqueas entre
tecnología y sociedad instaladas en el pensamiento moderno[1],
la perspectiva transdisciplinar de los estudios de ciencia,
tecnología y sociedad (CTS) han venido cuestionando el
carácter “neutral” de la ciencia y la tecnología
y señalan cómo ambas son fabricadas a partir de
complejos procesos de negociación entre grupos con diferentes
y divergentes agendas e intereses, que favorecen más a unos
que a otros (González, Marta, 2000) en unos entornos
materiales, simbólicos y ambientales particulares. Es
decir, los desarrollos tecnocientíficos se comprenden a partir
de los antecedentes de factores económicos, políticos y
culturales y de las consecuencias en su influencia en las formas de
vida y de las instituciones. Por lo tanto se cuestiona la
autonomía del desarrollo tecnológico, los sistemas
productivos y la supremacía de expertos en la toma de
decisiones sobre el mismo (López Cerezo, 1997).

Hoy
entonces, la tecnología requiere entenderse en su “naturaleza
híbrida” con la ciencia, la humanidad, el ambiente y la
cultura, por lo que el concepto de tecnocultura resalta tanto
el carácter complejo y de relación inextricable entre
estas dimensiones (Arnowitz, 1998; Castells, 1999; Escobar, 1999)
como la emergencia de un nuevo mundo:
una multiplicidad de prácticas, relaciones de poder, nuevas
redes sociales de interacción y de acción, experiencias
y representaciones sociales, que no se organizan desde las
identidades tradicionales, creando nuevas culturas y demarcaciones en
el campo social y político (Quintanilla, 2002). Así,
las tecnologías tienen política, es decir, diseñan
formas de ser, formas de vida (Winner, L, 1987). La cibercultura,
entendida como el espacio de comunicación e interacción
creado por la red Internet, genera en su interior grandes
iniquidades, exclusiones y ejercicios de poder y dominación a
través de las redes de información pero también
abre una posibilidad a la imaginación y a la creatividad
social. Sin embargo, como señala Arturo escobar (1999:320) “es
una posibilidad histórica por la que hay que luchar”.
Para ser real, se requiere de la actualización del derecho a
la “alteridad”, el reconocimiento del “otro”
de “lo otro”, de nuevas relaciones Norte-Sur y una
democratización radical de las relaciones interculturales.
De
otro lado, nuestra reflexión, de la mano de la antropología
cultural también cuestiona el proyecto de desarrollo como un
progreso planificado, lineal y ordenado que suponía la
industrialización, urbanización y modernización
de los países del tercer mundo. Como lo señalan Arturo
Escobar (1999) y Boaventura de Souza (2003), el desarrollo ha
fracasado pues la desigualdad entre los países ricos y pobres
sigue en aumento. No obstante, la apropiación de TIC se ha
instalado en este discurso ligado exclusivamente a la modernización
económica suponiendo que la adopción de infraestructura
tecnológica propicia el desarrollo que
permitirá superar las brechas entre ricos y pobres. Pero el
desarrollo, en esta perspectiva, produce una “inclusión
excluyente” (Pablo Gentilli, 2000) esto es, a pesar de la
inclusión –desigual- hay una exclusión de la
mayoría de la población, ausente de las elecciones
tecnológicas, de las evaluaciones de su impacto (Mitchel
Resnick, 2001), así como del
conocimiento sobre cómo nos inventamos mundos de justicia
social y democracia. Si asumimos que la innovación tecnológica
es innovación social, no sólo se trata de crear modelos
alternativos de desarrollo sino de crear alternativas al desarrollo
mismo.
La
educación no se haya exenta de esta visión de
desarrollo. El área de tecnología e informática,
desde la política educativa, ha reflejado una baja incidencia
en la innovación o transformación
educativa, debido a la adopción instrumental de las TIC
que refuerzan representaciones “tecnoutópicas” sin
una reflexión pedagógica interdisciplinar y colectiva
sobre su sentido, sobre lo que éstas significan para el
conocimiento, el aprendizaje, las prácticas pedagógicas
y los contextos socioculturales. Es por ello que consideramos
fundamental que la escuela –en el sentido amplio del término-
se abra a reconocer otras experiencias de apropiación de las
tecnologías, que desde contextos particulares, desde grupos y
movimientos sociales, aportan no sólo una visión más
compleja de la relación tecnología y sociedad, sino
también nos obligan a reconsiderar los proyectos de desarrollo
y progreso hegemónicos.
II.
Estado del Arte
La
visión social de las TIC como apoyo a las comunidades y a las
organizaciones comunitarias en sus tareas en pos del desarrollo
social y económico la podemos ubicar en lo que se ha
denominado como informática comunitaria (IC) que
combina tecnología y organización social, y que pone en
red los esfuerzos comunitarios por el desarrollo socioeconómico
en áreas como las redes comunitarias y cívicas, los
telecentros, la democracia electrónica, la participación
comunitaria en la gestión de la ciudad, el comercio
electrónico, los grupos virtuales de ayuda mutua, el
desarrollo de la cultura, y otras. La IC puede definirse como los
estudios sobre las aplicaciones de TIC y sus logros en las
comunidades para alcanzar objetivos sociales, políticos,
económicos y culturales (Fienquelievich: 2001).
Expresiones
de informática comunitaria, fueron originalmente las
“freenets” o redes mantenidas por voluntarios que
extendieron los recursos de Internet de las universidades a las
comunidades y al público en general. La primera fue la
Cleveland Freenet, creada en 1986 en la Case Western
Reserve University. Algunas Freenet evolucionaron hacia
organizaciones que mantienen el principio del acceso público y
gratuito a las redes informáticas. Otras, se transformaron en
“redes comunitarias” que cobran por el servicio, a la vez
que ocupan un rol fundamental para el desarrollo de la comunidad. El
cambio de “Free” Net (red gratuita y/o libre) a “redes
comunitarias” también ha significado una importancia
mayor otorgada al desarrollo comunitario. En Canadá, por
ejemplo, el acceso telefónico ha sido casi universal desde
hace décadas. Para mejorar el acceso de las áreas
rurales y remotas a Internet, el gobierno canadiense lanzó el
Community Access program (CAP) (Programa de acceso
comunitario). Este programa pasó de proveer acceso técnico
a Internet, a proporcionar acceso social, incluyendo a los
desempleados, a los que carecen de computadores y de formación
en su uso, y a los físicamente discapacitados. Existen
desarrollos similares en otras regiones del mundo, como Europa,
EE.UU., África y América Latina, a través de
programas de telecentros (Fienquelievich: 2001).
De
otro lado, en la medida que el acceso a Internet se ha extendido,
aparecen las comunidades virtuales consideradas como el conjunto de
relaciones sociales unidas por un interés común o
circunstancias compartidas, mantenidas por un tiempo prolongado y
conformadoras de redes de amigos personales y profesionales en el
ciberespacio. Las comunidades electrónicas propician varias
clases de productos y bienes colectivos: capital social en la red,
referido a la red de contactos de los participantes; el capital de
conocimientos apoyado en sistemas on line que permiten
incrementar, agudizar y difundir informaciones y conocimientos; y la
comunión o capital emocional, que implica fuertes sentimientos
personales de confianza y compromiso (Fienquelievich: 2000).

En
consecuencia, las redes comunitarias, basadas en TIC están
dirigidas inicialmente a ayudar a revitalizar, reforzar y expandir
las redes comunitarias territoriales existentes y generalmente se
proponen construir conciencia comunitaria, alentar la participación
de la población en las decisiones políticas locales, o
desarrollar oportunidades económicas para los sectores
carenciados. Las comunidades virtuales, en cambio, pueden o no tener
nexos con las comunidades cara a cara. En muchos casos, nacen como
comunidad física, que se apoya en las TIC para ampliar sus
potencialidades, y en otros, como en los que converge el movimiento
tecno-art, o algunas expresiones del movimiento ciberfeminista,
surgen de encuentros en espacios virtuales, que luego se potencian o
actualizan en encuentros cara a cara, pero que fundamentalmente se
mantienen a través de la red.
La
revisión sobre experiencias de apropiación social de
tecnologías de la información y la comunicación
que a continuación presentamos, tomó como rango
cronológico desde la década del noventa hasta la fecha
y rastreó proyectos a nivel nacional e internacional. Es
importante señalar que de los trabajos registrados en América
Latina, aproximadamente el 80% de ellos recibieron algún tipo
de financiación del Centro Internacional de Investigaciones
para el Desarrollo (CIID) de Canadá, o IDRC –por sus
siglas en inglés-. Un antecedente importante en términos
de estado del arte sobre los telecentros en América Latina es
el realizado por Chasquinet en el 2002, donde recoge las experiencias
de 16 países a través de la red Somos@Telecentros. Este
es sin duda un trabajo muy completo que conjuga la realización
de entrevistas virtuales a diferentes miembros de los telecentros,
recuperando experiencias particulares y locales de la red de
telecentros en la región.

Nuestra
revisión no pretende ni logra ser tan exhaustiva como el
trabajo antes mencionado, no obstante esperamos que aporte nuevos
ámbitos de comprensión desde lo conceptual hasta lo
práctico de la incorporación social de las TIC. Las
experiencias se han agrupado en dos ámbitos –según
su fuerza de actuación-: lo comunitario territorial y el
virtual[2].
No obstante es claro que los límites entre ambos espacios son
cada vez más borrosos y son más bien espacios porosos y
fluidos. No obstante, es claro que en los dos ámbitos las TIC
juegan un papel importante en las interacciones sociales y los
proyectos comunitarios, pero en un caso, las redes sociales están
fuertemente ligadas a proyectos en territorios y espacios geográficos
específicos (barrios, ciudades, municipios) y en el otro caso,
se trata de redes que se desterritorializan y reterritorializan en
espacios físicos y virtuales.
1.
Desde el ámbito de lo comunitario-territorial
Una
de las estrategias de apropiación social de las tecnologías
son los telecentros, pues éstos se proponen, por una parte,
lograr el acceso, expandir infraestructura y ofrecer servicios
educativos a la sociedad a través de las TIC y, por otra,
promover el desarrollo sostenible. Los telecentros de los primeros
años de la década de los 90, representan los esfuerzos
de varios países para crear lugares de acceso público
que facilite el acceso a Internet. En general, son lugares públicos
que pueden ser o no gratuitos, equipados de cierto número de
computadores y otros dispositivos informáticos, donde se puede
navegar por Internet, usar el correo electrónico, cámaras
digitales, y en algunos de ellos, asistir a cursos de formación
en los usos de la tecnología informática. Estos
telecentros difieren de los cibercafés dado que permiten y
fomentan la construcción del dominio público y la
oferta de cursos de capacitación en los oficios digitales,
además de una educación a distancia con el apoyo de los
tutores en los respectivos temas. Los telecentros tienen el
compromiso de ofrecer información y una capacitación en
el manejo de la misma, más allá de los temas
mercantiles. Para Robinson (2000), una red nacional e internacional
de telecentros es el anexo lógico de lo que fueron las
bibliotecas públicas y es una propuesta para atenuar la
división digital que ahora marca la condición
poscolonial.
Canadá,
Australia, Hungría, México, India y China, son pioneras
en estos desarrollos (Colle, Royal:2005). En Europa, el proyecto
EPITELIO (1996-1998)[3]
inicialmente se propuso el
desarrollo de una plataforma telemática como medida contra la
exclusión social para generar una nueva comunidad. Sus logros
no sólo han sido crear una plataforma telemática, o un
grupo de servicios de Internet, sino desarrollar un grupo de nuevas
organizaciones barriales (como en el caso de Ravalnet),
organizaciones de la ciudad (Rete Cuidadana) y organizaciones
europeas (la Asociación Europea para Comunidad), promoviendo
una visión innovadora de la sociedad de la información
(Serra: 2000).
El
Centro de In