Derecho a la comunicación
Les agradezco esta posibilidad de estar en El Salvador, un país que siempre fue una gran incógnita para mí, que vengo de la Patagonia, extensa y despoblada, entender cómo en 21 mil kilómetros cuadrados pueden entrar 5 millones de habitantes. Además, me siento en el obligación de decirles que la primera cosa que pedí hacer en este país es ir a ver la casa de Monseñor Romero, porque siempre identifiqué este país con la figura profética de Monseñor Romero, profeta de la paz en América Latina.
Para hablar del derecho a la comunicación como derecho ciudadano creo que brevemente hay que decir algunas cosas donde estamos situados. Dos palabras creo que caracterizan la situación de nuestra América Latina: concentración y exclusión. En nuestra América Latina el poder económico, político, social, cultural, está concentrado en muy pocas manos. Y esto se hace particularmente evidente en los medios de comunicación, hoy en manos de unos pocos. Mientras tanto, la grandes mayorías en América Latina están empobrecidas y excluidas, están quedando afuera, al margen de los bienes no solamente económicos y materiales, sino particularmente de la participación en la sociedad.
Nos hablan de globalización. Y esa globalización que hoy vivimos o sufrimos, no es el concepto de aldea global, en donde todos podemos comunicarnos en forma horizontal e igualitaria. Esta globalización que vivimos es más homogeneización y dominación.
¿Qué lugar ocupan los medios? Hoy los medios de comunicación ocupan un lugar central, son el lugar de debate, el lugar en donde se discuten los sentidos y las significaciones. Son el lugar de construcción de ciudadanía.
Permítanme leerles una pequeña página de nuestro horizonte teórico, marco doctrinario de ALER, en donde definimos -y esto es un trabajo hecho en conjunto con las radios de ALER- qué son hoy los medios de comunicación en nuestra América Latina: "Por un lado se han convertido en los principales legitimadores de hechos e ideas, fijan agendas, determinan que es noticia o no, establecen qué debe difundirse y debatirse, consagran o condenan valores y explicaciones acerca de lo real. Por otro lado, los medios se han convertido en los principales espacios de representación e interacción social. La escena política se construye principalmente en ellos, mucho más que en los partidos, los parlamentos, las organizaciones populares. Así, los medios se han vuelto en intermediarios entre el ciudadano y el poder. Finalmente, los medios son los grandes y principales proveedores de entretenimiento, el recurso central para el descanso y la distracción de la mayor parte de la población".
Consciente de que la comunicación no se reduce a los medios, hoy los medios ocupan un lugar central.
El segundo punto sobre el tema del derecho a la comunicación: ¿Cómo evoluciono históricamente este derecho? Inicialmente, la primera forma que tuvo este derecho, es como derecho a la libertad de expresión. ¿Y quienes eran sujetos de este derecho? Los empresarios, aquellos con capacidad económica para ejercer este derecho a la libertad de expresión. Algunos hoy todavía nos hablan de libertad de expresión, no les gusta otros conceptos como el de libertad de comunicación, o derecho a la comunicación, sino que siguen hablando de la libre expresión.
A principios de siglo, cuando se comenzó a hablar de esto, uno de los exponentes de esta concepción, Willian Hamilton, editor del Wall Street Journal, definió con mucha claridad este derecho en 1908. Hablando del diario en el que trabajaba y representaba, decía: "Un diario es una empresa privada que no debe absolutamente nada a un público que no tiene sobre ella ningún derecho. La empresa, por tanto, no está afectada por ningún interés público, es propiedad exclusiva de su dueño que vende un producto manufacturado por su cuenta y riesgo".
Mucha gente piensa como él hoy, nada más que no lo dice así. Es decir, este señor estaba defendiendo lo que él consideraba un derecho absoluto a la libertad de expresión de unos pocos, de los empresarios, los que tienen capacidad económica para expresar. Pero gracias a Dios y a la lucha de los pueblos, este derecho fue evolucionando y se concibió, más adelante, como un derecho cuyo sujeto son los profesionales de la comunicación, no solamente los empresarios sino también los periodistas, los comunicadores, quienes trabajamos en los medios. El sujeto de este derecho, entonces, son los profesionales, se sigue hablando del derecho a la información, en un sentido más amplio.
Esto siguió evolucionando y, a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el derecho a la información se entendió como un derecho universal de todos los ciudadanos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 consagra este derecho a la información.
La Iglesia Católica en el Concilio, a través del decreto intermínistico, también tiene esta concepción: todos los hombres -varones y mujeres- por su condición de tales tienen derecho a la expresión y a la información. Aquí hago ya una distinción: una cosa es el derecho a la libre expresión y otra -su contraparte- es el derecho de todos y todas a estar informados. Entonces así construimos este nuevo concepto del derecho a la comunicación, mucho más amplio que el derecho a libre expresión y al derecho a la información, un derecho en donde todos, desde su diversidad, puedan no solamente expresarse, sino tener acceso a la información, recibir información, información con la cual se pueda entender lo que pasa y hacer propuestas. No sirve solamente estar informado de lo que pasó sino que esta información necesita ser lo suficientemente profunda para que podamos entender procesos sociales y participar de ellos tomando decisiones. Si esto no es real, no es real la democracia. Queda mucho por hacer en ese sentido obviamente.
Quizás uno de los aspectos concretos que hay que desarrollar en relación al derecho a la información sea el tema de la radiodifusión. Y como soy un hombre de radio, entonces lo siguiente va a estar referido fundamentalmente a la radiodifusión. Cuando hablo de radiodifusión hablo de radio y televisión, en términos generales de medios electrónicos, y es quizás ese el campo más polémico, más difícil y el de mayor incidencia en la ciudadanía en general.
Hay muchas definiciones de radiodifusión, pero elijo una: "La radiodifusión es el ejercicio de la libertad de expresión y prensa por medio de un soporte tecnológico diferente". Quizás ahora podríamos decir es el ejercicio del derecho a la comunicación por medio de un soporte tecnológico distinto. Es allí donde debemos pelear el ejercicio de este derecho, porque la radiodifusión está cada día más concentrada, y si no multiplicamos las voces, si no encontramos otros canales, difícilmente podremos ejercer este derecho.
La radiodifusión utiliza, y el ejercicio del derecho a la comunicación necesita utilizar un recurso natural, limitado, escaso: el espectro radioeléctrico. Algunos están queriendo apropiarse del espectro radioeléctrico, que es patrimonio universal de la humanidad, según se ha declarado internacionalmente en convenios firmados por la mayoría de los países. Es decir, nadie es propietario de este recurso natural, limitado, y por ser limitado alguien lo tiene que administrar: lo administran los Estados, pero no es propiedad de los Estados, sino que es propiedad de todos nosotros, en cuanto personas o ciudadanos. Los Estados nacionales tienen el deber de administrar este recurso con criterios racionales. Así lo establece, por ejemplo, el Pacto de San José de Costa Rica, la Convención Americana de Derechos Humanos en sus artículos 13 y 14.
El Estado, entonces, "debe administrar el recurso sin imponer criterios arbitrarios o abusivos". Esas son las palabras que usa el artículo 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos de San José de Costa Rica. Para administrar equitativamente este recurso, se deben evitar monopolios y la concentración.
Tengo ejemplos de cómo en diversos países, de los que en general nos ponen como modelos de países desarrollados, los Estados controlan la concentración, el monopolio, la apropiación del espectro radioeléctrico y no permiten que una o unas pocas empresas manejen la comunicación en un país. En general, en América Latina estamos bastante lejos de esto, y nos hacen el discurso de la modernización, del progreso, del avance y de la libertad, en el sentido de permitir que cada uno haga lo que quiera, y entonces rige la ley de la selva, o la ley del gallinero, en donde el poderoso es el que tiene el poder y hace lo que quiere, apropiándose de algo que es de todos.
La mayoría de los países de Europa limitan la propiedad de los medios. En Argentina, hay 5 canales abiertos de aire en Buenos Aires que tienen repetidoras en todo el país. De esos 5, 4 están en manos de una empresa transnacional, el otro está en manos del mayor monopolio que existe en Argentina: el grupo Clarín, que además de tener el diario de mayor circulación nacional tiene una radio AM, una radio FM, una cadena de radios vía satélites a partir de estas dos centrales, además de canales de cable, etc., etc.
Todos los canales de cable -en mí país está muy desarrollado el cable de televisión, estoy hablando de millones de abonados- hoy están en propiedad de tres empresas. Y a mí casa llega una factura mensual, con la que pago ese cable, expresada en dólares, y con una inscripción que dice que si no pago tengo que entenderme con un banco norteamericano, con sede en New York, y que al usar la televisión en mi casa, quedo endeudado con esa empresa norteamericana representada por un banco con sede en New York. Evitar la concentración es uno de los grandes desafíos.
Lo que quiero decirles es que la radiodifusión y el espectro radioeléctrico no puede ser apropiado por unos pocos. Es un recurso natural, patrimonio de la humanidad, y debe ser usado equitativamente. El Estado tiene la obligación de administrarlo.
¿Quien puede ejercer este derecho de usar el espectro radioeléctrico? ¿Quien puede ser radiodifusor? O dicho en otros términos: ¿quien puede tener una radio, o un canal de televisión? ¿quien puede ser propietario o adjudicatario de una licencia para usar una frecuencia del espectro?
Hay distintos modelos en el mundo: el modelo europeo, en donde fundamentalmente y simplificando, es el Estado el que puede ejercer la radiodifusión, puede ser propietario de medios de radiodifusión, con distintos modelos. Y cuando hablo del Estado, para el caso europeo, hay que aclarar que no son medios gubernamentales, son medios públicos de los Estados, administrados de distintas formas, pero siempre con participación ciudadana. Este es un primer modelo.
Un segundo modelo, que a veces se nos presenta como el único, es el privado comercial. La empresa privada comercial, como adjudicataria de licencias para el uso de frecuencias.
Y un tercer modelo, una tercera forma de propiedad de los medios, son las radios o televisoras de propiedad de organizaciones de la sociedad civil, o de propiedad social participada. Esta es una tercera forma que está ganando espacio en el mundo, y también en nuestra América Latina, aunque nuestras legislaciones, en la mayoría de los países, todavía no lo permiten.
En Argentina hay claramente una restricción impuesta por un decreto-ley de la época de la dictadura que dice que solamente pueden ser radiodifusores las empresas comerciales con fines lucrativos o el Estado. La sociedad civil no, las asociaciones, las fundaciones, organizaciones de cualquier tipo no pueden serlo. ¿Por qué? Porque no tienen fines de lucro. Si no tienen fines de lucro ¿para qué quieren hacer radio?. Si no es para hacer plata ¿entonces para qué hacer radio?. Fíjense la concepción. Hasta hoy, las organizaciones sociales -como la que yo me pertenezco- que quieren tener una radio, han tenido que presentarse a la justicia reclamando el ejercicio de ese derecho. Y la justicia nos está amparando.
Entonces hay tres formas de propiedad de los medios: el Estado, la empresa privada y organizaciones de la sociedad civil. Esto casi todos lo aceptan, pero nosotros decimos que esta tercera forma no debe tener limitaciones, porque los empresarios privados de la comunicación nos dicen: "sí, está bien las radios comunitarias, pero eso si, que sean chiquititas, que no tengan publicidad y hablen sólo sobre las cosas del barrio, sólo de cosas de pobres, no se metan con el poder". Y entonces nos ponen tres limitaciones: limitaciones técnicas, una sola frecuencia para todos, arréglense con una frecuencia, distribuyásenla entre ustedes. Esto no es invento mío, lo dice expresamente la ley chilena, la ley de radios comunitarias en Brasil. Y además, potencia limitada, que no sean grandes. En Chile un vatio, en Brasil ahora 25 vatios.
Segunda limitación: económica. Publicidad para nosotros, dicen los empresarios, pero los medios comunitarios, populares, culturales, educativos no pueden pasar publicidad. Tienen que financiarse con algo, arréglesen como puedan. En este mundo donde rige la ley del mercado, ¿cómo hacer para mantener una radio de una organización social sin tener publicidad? En todo caso, auspicios publicitarios, eso es lo que permite la ley brasilera, alguna empresa que sea generosa y les done plata, pero no publicidad.
Y tercera limitación: contenidos. Ocúpensen de sus cosas, si es una radio educativa hagan educación, enseñen a leer y escribir, matemáticas, geografía, algo de historia, pero nada más, no se metan en temas económicos, en los temas del poder, no se metan en política nacional, en temas internacionales, eso es para nosotros, dicen los que se están apropiando del espectro radioeléctrico, los que se apropian de las comunicaciones. Esta es la pelea que estamos dando en toda América Latina: lugar para las organizaciones de la sociedad civil.
En el espectro radioeléctrico, en FM, para poner el ejemplo más común, hay 100 canales, según la Unión Internacional de Telecomunicación. Según la legislación salvadoreña, me han dicho sólo 50. Pongamos que sean 50, ¿por qué a la sociedad, a las organizaciones de la sociedad civil les tienen que dejar tan sólo uno o dos, y ellos se quedan con los otros 49? Así nos dividimos la torta. Ellos también dicen que el Estado puede tener medios de comunicación, pero tampoco les gusta que tengan publicidad, porque el Estado tiene que subsidiarlos.
Sobre esto hay mucho que hablar y hay ejemplos de cómo se da la pelea y la discusión en los distintos países. En Argentina, la estamos dando desde hace ya 15 años por lo menos, y todavía no tenemos una legislación.
Termino con nuestro desafío hoy. Como ALER, como Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica, tenemos 25 años de actividad, 100 radios en 17 países, estamos convencidos que debemos hacer comunicación desde lo local. Es en el ámbito local en donde la gente se expresa, donde construye ciudadanía, donde recupera la palabra, donde puede expresar su saber. Construir desde los local, no es encerrarnos en lo local, es desde lo local establecer redes. Redes donde la gente pueda decir lo suyo, de su localidad, pero entendiendo lo que pasa globalmente, para competir en lo grande, no sólo en lo chiquito. Desde lo local, "enredarnos" para llegar a lo universal, con pluralismos, sin sectarismos, ni proselitismos.
La comunicación que nosotros propugnamos, el ejercicio de este derecho a la comunicación, es fundamentalmente pluralismo, aceptando todas las ideas, por más diferentes que sean, sin sectarismos, sin encerrarnos y sin proselitismos. No se trata de hacer súbditos, se trata de construir en común, de buscar consensos, construyendo haberes, y por último compitiendo. Compitiendo en el mercado de las comunicaciones. Es un dato de la realidad, tenemos que estar en ese campo, las radios, las televisoras, los medios de comunicación propagadores, altoparlantes, pequeñas volantes, todas las formas de comunicación debemos competir para ganar audiencias, para ganar a los públicos. Y competir con calidad profesional. Solo así, a nuestro entender, podemos hacer efectivo este derecho a la comunicación hoy en América Latina. Hay grandes esperanzas. Hay todo un trabajo que ya se está realizando, que está avanzando. Estamos ganando espacios a pesar de todo. Hay que fortalecer eso. Creo que lo podemos hacer en conjunto, como de hecho sabemos que se está haciendo ya en otros lugares y como aquí lo están haciendo las radios comunitarias y participativas afiliadas a ARPAS.