Movimientos y comunicaciones en red
La comunicación, por su naturaleza, es dinámica, está en movimiento. Los movimientos sociales, por su parte, son comunicación viva, hacia dentro y hacia fuera, que históricamente han abierto los cauces y se han afirmado como actores clave para profundizar la democracia. Esta sintonía evidente, se ha diluido como el agua entre las manos, en parte por errores -o limitaciones- que han primado en los movimientos, en el momento de encarar el tema comunicación, y sobre todo porque al interponerse en ella un complejo tecnológico crecientemente sofisticado, bajo parámetros cada vez más oligopólicos, el desbalance a favor de las instancias de poder se torna mayor.
Todo parece indicar, sin embargo, que el tema de la comunicación está pasando a ser asumido por las organizaciones sociales. Como es conocido, éstas se quedaron atrapadas en la era "Gutenberg" cuando, desde mediados del siglo pasado, la radio y, sobre todo, la televisión -en tanto medios masivos que se institucionalizaron como "industrias culturales"- pasaron a redefinir el escenario, afirmando su centralidad en la configuración de la vida pública. Con este descompás, llegó el "divorcio" y el consiguiente desentendimiento, que con el tiempo dio paso a esa posición ambigua de condena y fascinación que ha marcado el accionar de tales organizaciones ante el mundo mediático.
Esta ambigüedad, empero, está dejando el paso a definiciones, ante la evidencia del peso cada vez mayor de las comunicaciones en el mundo contemporáneo, que en las circunstancias actuales se expresa como soporte principal de la fuerza con que se ha impuesto la hegemonía ideológica neoliberal -el llamado "pensamiento único"-, pero también por las posibilidades de respuesta que ofrece Internet. Todo esto, en el marco de una dinámica que ha empujado hacia reformulaciones organizativas internas y externas en sintonía con procesos articuladores y vertebradores de movimientos sociales.
Mario Agostinelli (2002), dirigente de la CGIL italiana, sostiene que se están reduciendo las limitaciones del pasado reciente para lograr la visibilidad del mundo laboral en los espacios públicos, en tanto se ha logrado una comunicación efectiva con Internet para "el crecimiento del 'movimiento de movimientos' y nuevas capacidades de contrainformación autoproducidas con videocámaras y cámaras digitales, que han superado los monopolios de televisión en las grandes movilizaciones de Seattle, Genova, Perugia, Laeken y, hoy, Porto Alegre". En el mundo sindical, acota, se impone discutir cómo intervenir en este nuevo contexto comunicacional y las implicaciones organizativas de los procesos en curso que están avanzando hacia "una democracia directa -formas de consenso que no sólo son expresión de la mayoría sino también formas de representación poco rigurosas, informales- que necesariamente inciden en el movimiento laboral y su limitado manejo del pluralismo". En el fondo, reconoce que se trata de una cuestión cultural, en tanto "se trata de abrirse a las diferencias sin anular la autonomía propia, recursos para moverse, acceso a garantías, interactividad y cooperación para reinventar prácticas democráticas de organización en las cuales el derecho a proponer, y no sólo a ratificar, se extienda a todo el mundo". Y añade: debemos dar particular atención "al derecho democrático a la información... y al acceso a la comunicación", defendiendo políticas públicas.
En recientes declaraciones al periódico mexicano La Jornada (19/09/04), Noam Chomsky precisamente sostenía que "el uso de Internet, además de facilitar y agilizar la comunicación dentro de los movimientos sociales y entre ellos, se presta para restar el control de los medios establecidos. Esos son dos de los nuevos factores más importantes que han surgido en los últimos 20 años".
La relación de los movimientos sociales con esta nueva tecnología no solo se debe a su costo relativamente bajo, sino, ante todo, a su configuración y funcionamiento. Con la Internet -basada técnicamente en una red que interconecta mundialmente a diferentes redes de computadoras, por lo que también ha pasado a ser reconocida como la "Red"-, se ha establecido un medio de alcance global que no solo permite recibir y enviar datos, imágenes y sonidos, en cualquier momento y en tiempo real o diferido, sino que además facilita una interrelación de much@s a much@s que redunda en implicaciones organizativas. En otras palabras, esta capacidad de interacción, propia de Internet, permite a la vez, acceder y diseminar mensajes alrededor del mundo, contornando los medios establecidos, como también establecer niveles de coordinación y aglutinaciones por encima de la distancia geográfica.
Si bien, la Internet nace como proyecto en el complejo militar-industrial de EE.UU., su concreción y posterior impulso y desarrollo tienen lugar en medios académicos y ciudadanos que le impregnan el carácter de foro abierto y descentralizado, de intercambios y colaboraciones, y sin dueños. Se trata, pues, de una tecnología que se desarrolla y perfecciona gracias al sentido colaborativo que se establece entre sus usuarios, cuya expresión más visible precisamente es el software libre. Como anota Castells et al (2004): "Es indiscutible la importancia que ha tenido el software libre en la extensión y desarrollo de Internet desde sus inicios, y la influencia mutua de estos dos ámbitos tecnológicos es un hecho contrastado".
"El desarrollo de diferentes medios de comunicación de masas no debe ser visto como un mero suplemento a las relaciones sociales preexistentes, como si se tratase de la introducción de canales neutros que difunden bienes simbólicos dentro de la sociedad pero que dejan las relaciones sociales intactas. Al contrario, el surgimiento de los medios técnicos posee un impacto fundamental en las maneras como las personas actúan e interactúan unas con otras. Eso no quiere decir que el medio técnico determina la organización social de una manera simple y monocausal; el desarrollo de esos medios técnicos está siempre situado dentro de un contexto social e institucional más amplio que limita las opciones posibles. Empero nuevos medios técnicos hacen posible nuevas formas de interacción social, modifican o subvierten viejas formas de interacción, crean nuevos focos y nuevas situaciones para la acción e interacción, y, con eso, sirven para reestructurar relaciones sociales existentes y las instituciones y organizaciones de las cuales ellas hacen parte." Thompson, J. B. (1995: 296).
Aunque desde las esferas oficiales y empresariales se tiende a presentar Internet como circunscrita a su soporte técnico (de ahí, por ejemplo, el énfasis y sobredimensionamiento que se da al tema de la conectividad), el hecho es que su proyección se ha dado ante todo como un espacio de interacción social, en el que los movimientos sociales han puesto su impronta, y viceversa.
A finales del siglo pasado, en un contexto marcado por la desarticulación y dispersión organizativa -como secuela de la aplicación de programas neoliberales-, y a partir de conexiones establecidas en la Red, irrumpen iniciativas convergentes contestatarias a la globalización. Una de las primeras señales de esta sintonía se dio en el curso de 1998, cuando vía Internet se articuló un movimiento ciudadano que logró frenar las negociaciones gubernamentales en torno al Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI). Un año después, tuvo lugar la protesta masiva en la ciudad estadounidense de Seattle contra la Organización Mundial de Comercio (OMC), considerada como el bautizo del movimiento "alter-globalización", en la cual, igualmente, fue clave la Red.
Refiriéndose a este acontecimiento, la escritora canadiense Naomi Klein (2003: 31) sostiene que Seattle ha sido escenario de la emergencia de un "modelo de organización militante que reproduce las vías orgánicas, descentralizadas, pero interconectadas, de Internet -Internet animado de una vida propia”. De hecho, en su su libro No Logo ya había llamado la atención sobre este particular, al dedicar un capítulo para reseñar las campañas impulsadas por activistas sociales contra las transnacionales Nike, Shell y McDonald's, por ser "las primeras que apelaron a la tecnología informática, un medio que desconcierta a sus adversarios". En donde señala: "la Red es más que un instrumento de organización; ha llegado a ser un modelo para esos propósitos, un manual para la adopción descentralizada pero cooperativa de decisiones. Facilita el proceso de difusión de la información hasta tal punto que muchos grupos pueden trabajar al unísono sin necesidad de alcanzar un consenso monolítico (lo que de todos modos es a menudo imposible, dada la naturaleza de las organizaciones políticas). Y siendo tan descentralizados, estos movimientos siguen intentando forjar vínculos con sus semejantes de todo el mundo, sorprendiéndose siempre de comprobar hasta dónde llegan sus pequeñas victorias, cuán profundamente se han reciclado y absorbido sus datos".(Klein, 2001: 456-57)
"El movimiento de protesta popular contra las transnacionales que llamó la atención en las calles de Seattle en noviembre pasado no está unificado por nadie... Las diferentes campañas (ahí presentes) no convergieron para alumbrar un movimiento unificado. Más bien, son conexiones complejas y estrechas que les vinculan una a otra, como los enlaces que conectan sus sitios Web. Esta comparación no es fortuita, al contrario, es esencial para quien quiera comprender el nuevo militantismo político. Pues, si muchos han remarcado que las grandes manifestaciones de los últimos tiempos habrían sido imposibles sin Internet, muy poco se ha dicho que Internet, por su parte, ha configurado a esos movimientos a su imagen, imprimiéndoles la forma de una telaraña. Gracias a la Red, las movilizaciones se han podido llevar a cabo con una burocracia y una jerarquía reducidas al mínimo; los consensos y los manifiestos forzados han dado paso a los intercambios de informaciones constantes, poco estructurados y a veces compulsivos." Naomi Klein (2003: 30-31)
Luego de Seattle, se multiplican las movilizaciones "altermundialistas", a lo largo y ancho del mundo contra los organismos internacionales que regulan la globalización en curso (BM, FMI, OMC, etc.), en las cuales, como constatan Donk et al (2004: 6) "las 'nuevas estrategias mediáticas' y el 'ciberactivismo' han jugado un rol dominante... Y cada vez más, parece que Internet se está desarrollando como una nueva 'plataforma estratégica' que ayuda a una variedad de movimientos a movilizar y a organizar la protesta".
Asimismo, esta "plataforma" ha sido clave en la arquitectura y proyección del Foro Social Mundial (FSM) que emerge en enero de 2001, en Porto Alegre -Brasil-, como polo alternativo al Foro Económico Mundial que anualmente reúne en Davos a las élites económicas y políticas que manejan las riendas del poder mundial.
Es importante recordar que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, al FSM le llegó un mensaje de defunción por parte del Wall Street Journal, que anunció en titulares: "¡Adiós, Porto Alegre!". Dos años después, una crónica en el New York Times reconocía que "existen dos superpotencias en el mundo: los Estados Unidos y la opinión pública mundial", tras las multitudinarias movilizaciones impulsadas a partir del FSM que se registraron en las calles del mundo entero, el 15 de febrero de 2003, en rechazo a la guerra que para entonces se alistaba contra Iraq. Una vez más, la Red fue el componente clave de esta acción.
En este trayecto se ha profundizado esa relación novedosa, que De Wilde et al lo resumen así: "Internet no se utiliza simplemente como un suplemento a los medios de comunicación tradicionales, ofrece también oportunidades nuevas, innovadoras para movilizar y organizar a la gente. Las nuevas tecnologías, obviamente, no determinan tales innovaciones; pero sí gravitan para estimularlas. Las ONGs (movimientos sociales) son particularmente innovadoras en este campo: de ahí que no solo que Internet ayuda a tales organizaciones, sino que ellas también han sido muy importantes en la ampliación del desarrollo de Internet"1.
Se trata realmente de un hecho inédito, pues históricamente las clases subalternas tan solo han podido disponer de algún dispositivo de comunicación cuando tecnológicamente se había convertido en desecho o, al menos, en secundario. Ahora, las organizaciones sociales con su accionar han logrado establecer nuevas perspectivas en y desde la Red, sin tener más que una trinchera2.
La Red y movilizaciones en América Latina
En América Latina, el activismo social en la Red se ha manifestado con registros especiales. Por su repercusión mundial, es ampliamente conocido -y hasta reconocido como paradigmático-, lo protagonizado por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México. Veamos brevemente este caso, y además lo acontecido en dos países -para no abundar-, cuya suerte última se ha visto marcada por la movilización popular: Argentina y Venezuela.
El primero de enero de 1994, cuando el gobierno mexicano presidido por Carlos Salinas de Gortari se aprestaba a celebrar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), unos "sin nombre" se encargaron de aguar la fiesta. Ese día se presentó a la faz pública la insurrección indígena comandada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), una guerrilla poco convencional que desde un recóndito lugar de México ha logrado proyectarse al mundo y hacer de esa vinculación una fuerza clave de su estrategia y supervivencia, pero además, convertirse en un referente de la lucha global contra el neoliberalismo. Uno de sus recursos primordiales: la Red.
En un reciente estudio sobre la "propaganda política del EZLN", Miguel Vázquez L. (2004: 14) anota: "El movimiento zapatista ha supeditado, claramente, la lucha armada a la lucha propagandística, aplicando a este frente 'formas guerrilleras de comunicación', para lo que se ha servido de los nuevos medios de comunicación social, especialmente de Internet y los servicios que rodean a la Red como las listas de correo electrónico, foros de discusión, etc. Esta sumisión de las armas a la comunicación es una de las características más importantes del movimiento zapatista".
Argentina, tras la llegada de Carlos Menem a la presidencia (1989-1999), pasó a convertirse en el país modelo para la región y el mundo, por su disciplinada aplicación del recetario del "Consenso de Washington" (liberalización de mercados, desregulaciones, privatizaciones, etc.), para "insertarse" en la economía globalizada... hasta que llegó el momento de la verdad: un país en colapso y atrapado, donde la indignación ciudadana terminó por reaccionar -emblemáticamente con los "cacerolazos"- y arremeter contra la institucionalidad política al finalizar el año 2001. Como secuela, dicho sea al paso, la suerte de Menem y su entorno pasó a manos de los tribunales, por corrupción.
El profesor Diego Levis (2002), de la Universidad de San Andrés, se refiere así a estos acontecimientos: "Durante muchos años, los argentinos hemos vivido atenazados por el miedo. Sentimien