¿Qué nos queda?

2010-03-25 00:00:00

Finalizadas las elecciones del congreso colombiano, los resultados de los escrutinios siguen siendo noticia. El balance general nos muestra que la corrupción imperó con más fuerza en estas jornadas electorales. En el Chocó se denunciaron graves irregularidades en los escrutinios, en Bogotá aparecieron más votos que votantes puesto que en varias mesas le sumaron doble votación al partido de la “U”, la consulta interna del partido conservador reporta ser uno de los escrutinios más largos de la historia reciente. Como consecuencia, los partidos de derecha se jactan de seguir su favoritismo dentro del gabinete del nuevo congreso, el mismo que continuará con el modelo de la seguridad democrática.
 
Tras los demorados resultados electorales, se creó la expectativa por el anunciado ‘Gran Debate’ dirigido desde el canal RCN. Las irregularidades de este ‘debate’ empezaron antes de su realización ya que tanto los moderadores como los candidatos hicieron caso omiso al llamado del también candidato Jaime Araujo, ex presidente de La Corte Suprema, quien no fue invitado a este encuentro, lo cual dio a conocer por medio de un comunicado.
 
A pesar de esto se realizó el debate violando el derecho a la igualdad y a la información. Queda la desazón de que los candidatos para la presidencia no auguran un verdadero cambio para el país en el próximo gobierno. Uribe entregará su cargo pero no terminará su ciclo porque el sucesor, cualquiera que sea, no plantea una propuesta alternativa al actual sistema de seguridad democrática y confianza inversionista, tan publicitadas en los dos últimos períodos. Con la actuación de los candidatos en este debate se está legitimando un gobierno corrupto que no reconoce a su pueblo sino a los intereses de las minorías adueñadas de la riqueza nacional.
 
Como era de esperar, la dirección y la moderación del debate se centró en mostrar a los candidatos exponiendo la mejor forma de continuar el modelo de gobierno del actual mandatario. Tanto las preguntas direccionadas de los periodistas como las respuestas cautelosas de los candidatos nos dejan ver que no existe una propuesta de cambio y que está presente un cierto temor o incapacidad en ellos, de superar la imagen y la popularidad que el presidente le deja a la supuesta mayoría de los colombianos.
 
Con esta certeza ¿qué nos queda? Esperar con paciencia a que las políticas de terror continúen a través de marionetas puestas al servicio del capital y la codicia multinacional?
 
Si tras las elecciones presidenciales continúa la política de seguridad democrática, tenemos que suponer que también continuarán la violación de los derechos humanos, el desplazamiento forzado, la militarización, la fumigación, las leyes de despojo, los tratados trasnacionales y la persecución a sindicalistas y a periodistas.
 
Es paradójico que en estas fechas en que se habla tanto del cambio y de un mejor futuro para el país, se sigan callando a quienes denuncian la verdad. Apenas el pasado martes 16 de marzo fue asesinado el presidente del comité de derechos humanos de La Macarena, Meta, Jhony Hurtado, quien denunció graves violaciones de derechos humanos en la región de Ariari. En Montería, el sábado 20 de marzo fue asesinado en su casa el periodista Clodomiro Castilla por haber denunciado la injerencia del paramilitarismo en Córdoba.
 
Mientras tanto, los movimientos indígenas, sociales y populares del país tenemos que sufrir los atropellos de los sectores del gobierno y de la insurgencia armada del país. A todos les estorbamos. Por eso nos amenazan, nos desplazan, nos silencian y nos señalan porque la gente humilde no tiene cabida en sus estrechas mentes entregadas a la ambición.
 
¿Qué nos queda? Seguir trabajando por la comunidad, no olvidarnos que nosotros sí tenemos una alternativa de vida digna, sin armas y sin transgénicos. Nos queda caminar el mensaje que la Madre Tierra nos entrega con sabiduría. Seguirlo haciendo. Construir una alternativa posible que recoja los dolores, los sueños y las esperanzas de todos los que nos merecemos vencer el sinsabor de este país amargo y sentir que podemos disfrutar el fruto de la dignidad.