El Estado torcido y la mancha que crece
De un lado, están quienes promueven el “libre comercio”, en guerra abierta contra los pueblos. Han tomado la decisión de parcelar el último pulmón del mundo: la Amazonía, para que avance el “progreso”, es decir, para que se exploten bosques, biodiversidad, agua, hidrocarburos y minerales. O sea TODO!. Lo único que quieren sacar es todo! Después de sacarlo todo, en la matemática más sencilla, pues no queda Nada! Del otro lado de la guerra en su contra, están los pueblos en resistencia.
Por impedir que parcelen la selva, los denominan salvajes y terroristas y los masacran. Pero al final, la farsa queda en evidencia. El 15 de Junio a las 2 de la tarde, en la selva del Perú, los líderes indígenas y el Gobierno indigno firman un acta. Yacen muertos como mártires indígenas en dos bandos. Los de la Amazonía y los que obedecieron con uniformes del Gobierno, la orden de masacrar a sus hermanos. El Gobierno deroga algunos de los decretos que parcelan la selva. Los indígenas levantarán el bloqueo cuando esto se cumpla. Tambalea el Gobierno ilegítimo de Alan García. Caen Ministros. Tenían razón los indígenas. No se puede parcelar la Amazonía ni se pueden tolerar los decretos que ordenan su destrucción y la de sus pueblos. Hay que decirlo con claridad, ahora que está a la vista del mundo: los salvajes, los asesinos, los terroristas, los atrasados son el Presidente del Perú, su Gobierno y su contraparte de los EEUU, del Canadá, de la U.E, al servicio de las transnacionales que han ordenado el TLC para acabar con la vida. El terrorismo de salvajes está en el poder. Otra lección para aprender: si las “negociaciones” (falsas y a puerta cerrada) de los TLC generan masacres, terror y desplazamiento, su implementación es aún peor, porque llega la hora de imponer a sangre y fuego lo pactado. Una lección más: dondequiera que se implementa el “libre comercio”, luchan los pueblos contra el terror global y arremete el terror global a los pueblos. Ken Saro-Wiwa en Nigeria colgado por un Gobierno al servicio de los carteles petroleros por el delito de ser poeta, o los indígenas de la Amazonía peruana o los miles de muertos de Colombia en las fosas comunes. Quienes entregan la vida para que acumule la codicia, también entregan la dignidad y la lucha de sus propios pueblos. Esta es talvez la lección más dolorosa: acá y allá, líderes de las luchas populares se convierten en agentes de la entrega y defensores del poder que destruye. Conceden las selvas, el agua, las tierras, el trabajo de la gente, los minerales y lo que se requiera, a cambio de un lugar en la maquinaria de poder y de un dinero para “ser prácticos”.
Hoy, en Colombia, los medios de comunicación nos refriegan en la cara el asesinato de un niño en Pie de Cuesta, Santander. Los psiquiatras analizan la perversión de una madre asesina, los legisladores claman castigos ejemplares y permanentes, la “opinión pública” se horroriza ante este crimen terrible. “Cómo es posible este horror? Se pregunta “todo el mundo”. Alrededor de un delito, el moralismo se pavonea. Hay un bien y un mal. El establecimiento y el orden se reclaman defensores de la dignidad y asumen su derecho a castigar sin misericordia. El pueblo, obediente y borracho de ira exige castigo. A la misma hora, un asesino confeso de miles, de decenas de miles de inocentes al servicio del Estado y del poder transnacional, confiesa públicamente desde la cárcel en EEUU, que el escuadrón de la muerte de las “Águilas Negras” no existe. Dice “Don Berna” que son un “falso positivo”. Que se trata de las fuerzas del Estado cometiendo masacres. Pero además, tanto el como Mancuso confiesan que no pueden confesar, porque sus familias están siendo vigiladas y amenazadas. No pueden decir lo que ya han dicho en susurros: que todo este aparato de terror es coordinado y recibe órdenes desde la “Casa de Nari”. No pueden entregar la evidencia: que este aparato de terror del Estado, ha sido creado, financiado y entrenado por las transnacionales y por el ejército global imperial que lo ha utilizado y refinado a lo largo y ancho del planeta para hacerse a lo que el TLC requiere. La confesión de “Don Berna”, ocupó unos segundos en un noticiero de una cadena comercial de televisión en la noche del 16 de Junio. Desafiamos a quienes nos leen a encontrar la noticia. También les desafiamos a poner en su justo lugar el homicidio del niño en Pie de Cuesta. Acá se condena a gritos por un homicidio y se encubren genocidios y masacres. Tal es el orden establecido. Este es el Estado (de “derecho”) torcido que nos somete. Lo que llaman “chuzadas”, o el seguimiento ilegal de llamadas y correos electrónicos por parte de los servicios secretos en Colombia es mucho más que esto. Las “chuzadas” son herramientas de un aparato total de seguimiento a cualquier ciudadano o institución que se opusiera o cuestionara, a juicio de la inquisición, las políticas e intereses del Gobierno. Asesinaban inocentes, para encontrarles material incriminatorio que les permitiera ordenar y realizar los seguimientos. Quienes hayan leído los libros sobre la CIA encontrarán la asombrosa coincidencia de métodos y técnicas. Todo esto, nos niegan, vino de la “Casa de Nari”; y, hay que preguntarse, ¿Cómo llegó hasta allá?
Frente al horror se asoman testarudos y persistentes los actos de una humanidad minoritaria y ejemplar. La poesía hecha vida de Ken Saro Wiwa, no ha muerto. Su palabra es recogida en las ceremonias del 10 y 11 de Junio contra la codicia, desde los pueblos indígenas en territorios ancestrales de Abya Yala, al Norte en Sault Sainte Marie, al sur en Antioquia y Cauca. Viene avanzando con paciencia una mancha enorme de vida que se extiende. Una humanidad que teje desde la penumbra a la que la han condenado los poderosos. En los barrios populares que ya son nuestras ciudades, en las selvas de pueblos negados por el poder, en las fábricas, en las esquinas, en las cárceles, desde las tumbas del silencio de las víctimas, venimos avanzando los que no ven, no escuchan, no reportan y no respetan los que hasta ahora han tenido el poder. Venimos tejiendo aunque no nos conozcamos, porque el horror ha creado su propia contraparte y no la puede ver ni reconocer, embelesada como está en su propia propaganda. Hay que seguir liberando territorios, consolidando relaciones de afecto y generosidad, organizando la vida nueva de mil maneras y convirtiendo en realidad la economía alternativa que rechaza la codicia. Hay que seguirlo haciendo y hay que evitar que de la penumbra nos pasen al exterminio enloquecidos entre el miedo que nos tienen y el apetito voraz que no alcanzan a saciar. Desde la oscuridad, el dolor y la pobreza, viene la vida: VIENE!