Mujeres rurales, indígenas y pescadoras, Río+10 en ruta a Johannesburgo
El destino de la humanidad y del planeta, es un asunto
demasiado importante para dejarlo en las manos de unas
cuantas corporaciones o de las elites que gobiernan el
mundo. Pues estas, toda cuenta hecha, no solo son apenas
un puñado de personas sino que, hasta aquí, lo han hecho
bastante mal.
Un índice de ello es que, a costa de la depredación
ambiental y de la pauperización de la vida humana,
“solamente el 15% de la población mundial, en los países de
ingresos altos, representa el 56% del consumo total
mundial, mientras que el 40% más pobre, en los países de
bajos ingresos, representa únicamente el 11% del consumo”.
Bajo esas disparidades, 815 millones de personas en el
mundo está afectadas por la desnutrición, de las cuales 777
millones son de los países pobres, mayoritariamente
mujeres. La pobreza atañe a 1.200 millones de personas y
al ritmo que avanzan los índices de empobrecimiento,
producidos por el modelo económico, el riesgo de caer en la
exclusión es una amenaza diaria para las mayorías.
La degradación de los suelos, el agotamiento de los
recursos naturales, especialmente del agua, la depredación
de los océanos y los bosques, la emisión de substancias
destructoras de la capa de ozono, el despilfarro de la
energía, entre otros, dan cuenta de una gestión del mundo y
sus recursos cada vez más apegada a la procura de ganancias
y cada vez más lejana del bien común.
Por eso, para seguir viviendo, nosotras creemos vital
defender nuestro planeta y plantear que su gestión esté
fundada en valores éticos de solidaridad y justicia.
Queremos sembrar el mundo de semillas sanas, cultivarlas
con aguas limpias y cosechar alimentos dignos de esa
palabra, en una tierra bien distribuida. Como queremos
también que los océanos y ríos que nos alimentan, sean
ricos medios de vida para peces y arrecifes coralinos y no
los basureros de la tierra depredada.
Históricamente las mujeres, que hemos sido las garantes de
la soberanía alimentaria del mundo entero, sabemos que los
bienes que produce la tierra alcanzarían ampliamente para
todos y todas, si fueran bien distribuidos y manejados bajo
criterios colectivos y solidarios.
Así, el Seminario Mujeres Rurales, Indígenas y Pescadoras,
Río + 10, tuvo el propósito de reflexionar y generar ideas
para que el mundo y sus recursos sean tratados como
patrimonio de la humanidad, y que esta última se dignifique
y participe a su gestión y cuidados.
“Que el comercio de alimentos esté orientado por la lógica
de que la comida no puede ser una mercadería cualquiera,
para que el capital acumule ganancias. Toda persona debe
tener asegurado su derecho de alimentarse. Y las políticas
agrícolas y de comercio agrícola nacional e internacional
deben estar subordinadas a esa propuesta de soberanía
alimentaria, en que cada pueblo tiene derecho y debe
producir su sustento. Y vender los excedentes, en
políticas bilaterales, de mutuo interés de los pueblos y
países. La biodiversidad es un patrimonio de la humanidad.
Las empresas no pueden apoderarse, no puede haber propiedad
privada, y patentes de seres vivos. Y la multiplicación de
las investigaciones sobre seres genéticamente modificados
debe preservar el derecho a la precaución y la salvaguardia
de la salud del agricultor y del consumidor”.
Queremos un mundo vivo para ésta las generaciones futuras,
queremos un mundo sensato, que cambie las armas por pan, el
afán de lucro por valores humanos y solidarios.
Para seguir viviendo, defendamos nuestro planeta!