Enfoques pluralistas y diversos en la construcción de una globalización inclusiva
Solo la creación de sociedades plurales y diversas, basadas en principios de igualdad, en la autonomía de los pueblos y las personas, en el reconocimiento de la ciudadanía universal y en la independencia de cualquier imposición colonial o neo-colonial, permitirá a la humanidad avanzar hacia ese gran adelanto civilizatorio que es el reto del milenio que comienza.
Solo el desarrollo de formas de pensamiento abiertas, inclusivas, que reconozcan las diversas cosmovisiones de los pueblos, las múltiples formas de expresión, de producción de conocimiento, de creación, de arte y de saber, conducirán hacia la necesaria ruptura con el pensamiento único, que impone la hegemonía de los valores de una minoría dominante, pretendiéndolos universales.
La ruptura necesaria con la idea de que un solo modelo, el neoliberal globalizado, el del dios capital, el de la exclusión convertida en regla y no en la excepción y el surgimiento de modelos alternativos, fundados en la igualdad de las personas, que eliminen las brechas del racismo estructural, abrirán el camino de una reconciliación universal, basada en la valoración de todas y todos, de los pueblos y las colectividades.
Luego de siglos de producción de una historia levantada sobre el sometimiento de las mayorías a la voluntad e intereses de una minoría, el pensamiento plural y diverso, no puede surgir por generación espontánea, sino que tiene que ser el fruto de un proceso de construcción colectiva y de consensos.
En ese proceso hay que reconocer que en las Américas el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la intolerancia no afectan solo a una minoría, como se pretende. Por el contrario, afectan a los pueblos indígenas milenarios y compuestos por millones, y que son la columna vertebral de poderosas civilizaciones, que resisten, se levantan y por eso están vivas.
Afectan a los y las afrodescendientes, que han sincretizado lo africano con lo local e inventaron un nuevo universo, reciente y antiguo, que ya es de aquí, desde hace cinco siglos.
Afectan a los millones de personas categorizadas en subetnias, resultantes de las innumerables mixturas y jerarquizadas entre ellas según su apego o lejania, real o ficticio, del referente blanco.
Afectan, a los millones de personas que al ritmo del proceso de globalización, emigran de las periferias a los centros internacionales y locales; a aquellos/as que siendo autóctonos en tierra propia, pasan a ser los «otros», los «forasteros», los cuales en muchos contextos son considerados indeseables.
Afectan a quienes deben huir, o más bien, son forzados/as a hacerlo para escapar de las balas, y deben por ello asentarse en otras tierras, no siempre solidarias.
Afectan, en fin, a las mayorías de todas partes, a quienes se sitúa como minorías por diversos motivos: género, orientación sexual, opciones religiosas, modos de vida, edad y otras circunstancias, y para quienes, de unirse además el ingrediente de la pobreza, se les multiplican las exclusiones.
Así, el dardo de la discriminación, el racismo y la intolerancia afectan a casi todo el mundo. Son un veneno que casi nunca viene solo ya que por lo general, se presenta una combinación entre ellas y con otras formas de discriminación y exclusión.
De ahí que los temas planteados en la convocatoria para la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y la Intolerancia, organizada por la ONU y cuyos preparativos nos reúnen aquí, tocan en las Américas el meollo de estas complejidades.
Las problemáticas que se debatirán en este Foro, en el actual contexto de globalización, tienen que ver hasta con la propia sobrevivencia de la mayoría de etnias y culturas, de pueblos y nacionalidades y con la creación de una proyección colectiva del futuro, donde el racismo y la discriminación dejen de corroer las relaciones humanas, personales y colectivas.
De hecho, al cimentar ese futuro en las cosmovisiones integrales y armónicas que desde hace milenios alimentaron lo nuestro, los movimientos de las recientes décadas han integrado la propuesta de futuro a visiones de diversidad y pluralidad, donde el reconocimiento de los pueblos, la diversidad de modos de vida y opciones, la igualdad entre los géneros y, en fin, una búsqueda de construcción de la dignidad humana, no sean mera retórica.
Una propuesta donde la globalización no sea la pesadilla de un mundo uniforme y homogéneo como lo proclama el mercado y su autoritario pensamiento único, sino más bien una policromía que expresa la multiplicidad de pueblos y culturas, y las diversas alternativas de desarrollo.
lo, de múltiples formas de pensar y hacer las cosas.
Con los ojos puestos en el futuro, las organizaciones y movimientos, de varias partes, nos planteamos en el proceso de esta Conferencia, el obligatorio ejercicio de ejercer la diversidad y el pluralismo entre nosotros y nosotras, reconociendo que son el mejor de los cimientos para la construcción de democracias sostenibles, desde nuestras propuestas y prácticas, cuando comienza ya este nuevo siglo de resistencias y luchas por lo propio.
Para esta parte del mundo escindida por el racismo, la convocatoria de esta Conferencia no puede ser, ni una fecha ni un evento, sino una oportunidad: la de visibilizar que el racismo no es un problema que tienen los negros, ni un trauma innato de los indígenas; que la xenofobia no es una desadaptación de los y las inmigrantes en sus nuevos contextos; y que la intolerancia no es aquella de los grupos "minoritarios", que se atreven a tener sus propias creencias, modos de vida y culturas, sino la de quienes por lo general, bajo criterios autoritarios, no admiten la existencia de un mundo diverso, con derechos iguales para todos y todas y fomentan el racismo, la xenofobia, la homofobia, el sexismo.
Es la oportunidad de visibilizar que la antítesis del racismo, la xenofobia y la discriminación, son las propuestas de un futuro plural, diverso, pluricultural y holístico, que como todo lo posible, empiece en casa. Es eso lo que nos convoca aquí, la urgencia de actuar para que el endoracismo no nos corroa desde adentro, para que, en base al autoconocimiento, a la afirmación de identidades, continuemos con el ejercicio de consensuar propuestas y alternativas, basadas en el reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos, en su interdependencia e indivisibilidad, que implica que todos los derechos, individuales y colectivos, los civiles, los políticos, los sociales, los culturales y al desarrollo, deben ser aplicados incondicionalmente por gobiernos e instituciones, todos, al mismo nivel, para todos y todas. Es eso lo que nos falta.
Están sobre el tapete aquí retos de la agenda común mayor: Los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas, lo que una vez más tiene que ver con la "s" de pueblos, tan exigida en el marco del decenio, y que en el contexto de la Conferencia Mundial que nos convoca, debería corresponderse ya con un espacio real para los gobiernos de estos pueblos en la comunidad de naciones.
También están los derechos de los y las afrodescendientes, su liberación de las prisiones, reales y simbólicas; la descolonización incondicional de los pueblos y de las mentalidades; los derechos de todas las diásporas, para que las personas circulemos libremente, como ya lo hacen mercancías y capitales.
Tenemos además las propuestas de legislación que buscan penalizar el racismo, la xenofobia y la intolerancia y su aplicación donde ya existen. Y, más aún, que se los declare cpmp crímenes de lesa humanidad, para que la impunidad termine de una vez por todas.
De manera concomitante, para que la sanción y el fin de la impunidad sean tangibles, están las propuestas de reparaciones para las víctimas.
Son también parte de las propuestas, la participación de los excluidos/as en todo, en la política, en la toma de decisiones, y en la democratización antiracista de las sociedades e instituciones, las nacionales y las internacionales.
Debe destacarse que también se han planteado las propuestas de cambiar las culturas comunicacionales, para que sus mecanismos cesen de discriminar y sirvan para el avance de la sociedad.
Se trata de un aspecto central de cualquier propuesta de sociedad ubicada en un contexto en el cual, buena parte de las relaciones humanas están siendo definidas, cada vez más, por la re-ubicación estructural de cada quien y por las colectividades ante las posibilidades comunicacionales y el acceso a la información y al conocimiento, frente a lo cual, los grupos sociales y pueblos discriminados y excluidos se ven afectados y en notoria desventaja.
Las relaciones de poder que se generan en el espacio político, están definidas en mucho por el acceso a la información, cuya carencia cercena la participación y empoderamiento de los grupos y pueblos discriminados y limita la viabilidad de otras prácticas consubstanciales a la vigencia democrática, como los son: la libertad de pensamiento y opinión, el libre albedrío y expresión, que sólo pueden realizarse cuando los flujos de información diversificada y plural permiten la conformación de espacios ciudadanos autónomos y de una opinión pública con ideas propias.
El siglo XXI acaba de nacer en un mundo escindido por las diferencias étnicas, religiosas, de género, y otras, cuya superación depende de la búsqueda de construcción de un mundo dialogante, basado en un fortalecimiento de la ética, en cuyo proceso los medios y sistemas de comunicación son actores clave.
La generación de procesos comunicacionales abiertos y democráticos, enmarcados en éticas de diversidad y pluralismo, son condiciones necesarias para la consolidación democrática de los pueblos y la construcción de la paz, cuya sostenibilidad se verá optimizada a través del fortalecimiento de mecanismos que incrementen la posibilidad de dialogar, de comunicar, de intercambiar y de procurar consensos.
En ese contexto, el derecho a la comunicación, relacionado tanto con la posibilidad de construir en igualdad de condiciones interacciones ciudadanas a diversos niveles, como con la posibilidad de ejercer opciones individuales y societales, aparece como un requisito indispensable para la construcción de una nueva ciudadanía global, colectiva e individual.
La construcción de democracias libres de racismo, discriminación, xenofobia e intolerancia, depende ampliamente de la puesta en vigencia del derecho a la comunicación, que garantice un acceso y ejercicio interaccional pleno a los grupos discriminados.
Ello implica la adopción de éticas de diversidad y pluralismo, y una profunda democratización de los medios y sistemas de comunicación, basada en el reconocimiento de su función social, actualmente limitada por las concepciones tecnócratas y mercantiles que predominan en ellos.
Los medios y sistemas de comunicación, actúan en el terreno de la conformación de ideas y mentalidades, en el de la construcción de pensamiento y subjetividades, y por lo tanto tienen la responsabilidad social de contribuir a la ruptura del pensamiento único y a la conformación de enfoques críticos.
De allí la necesidad de profundizar en la formulación de marcos éticos globales, que permitan el desarrollo de una ecosofía de la trascendencia. En esto las Naciones Unidas pueden contribuir abriendo espacios que generen estas redefiniciones.
Así, constatando la estrecha relación entre comunicación, globalización y construcción de sociedad -y ciudadanías- sugerimos algunos elementos prioritarios que quisiéramos ver reflejados en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y Formas Conexas de Intolerancia:
1. El reconocimiento del derecho a la comunicación en el marco de los derechos humanos, habida cuenta que este tiene que ver con el ejercicio democrático participativo, con la libertad de pensamiento y expresión, con el ejercicio de la ciudadanía y con la posibilidad de ésta a acceder a diversas interacciones sociales.
2. El desarrollo de un marco ético de carácter universal, basado en criterios de diversidad y pluralismo, que sirva de trama de fondo a cualquier propuesta comunicacional, local o global.
3. La democratización del conjunto de sistemas y medios de comunicación, su diversificación a todas las escalas y, por ende, el acceso del conjunto de la ciudadanía, y especialmente de los grupos y pueblos discriminados, a los bienes comunicacionales y al conocimiento.
4. La afirmación del rol social de los medios y sistemas de comunicación, su compromiso con la erradicación del racismo, la xenofobia, la discriminación y la intolerancia, lo que implica la apertura permanente de espacios a los sectores y pueblos afectados; la supresión de mensajes ethno y andro-céntricos; el desarrollo de lenguajes inclusivos; la visibilización de las diversas cosmovisiones, modos y opciones de vida, y culturas.
La participación diversa que tenemos aquí, rompe con el prejuicio de que el racismo, la xenofobia y la intolerancia son asuntos que solo atañen a indígenas, afro-americanos/as e inmigrantes, y nos llevan a transitar hacia una visión de compromisos que apuntan a afirmar que la humanidad somos todos y todas y que, por lo tanto, la construcción de nuevas mentalidades y enfoques de vida comprometen al conjunto.
Gracias por estar aquí, para juntar nuestras voces por una América antirracista y multiétnica; plural y diversa.