Las siete premisas elementales para construir la paz:

Mantengamos la memoria de las víctimas, ellas son el alma nuestra

2009-10-05 00:00:00

“La guerra no es nuestra, las víctimas sí”
 
Con su voz grave, pero segura el Padre Francisco de Roux, cuestionó a la sociedad colombiana por olvidar la memoria de sus, nuestras, víctimas; “ellas son el alma nuestra”, dijo durante la inauguración de la Cumbre Mundial de Paz, que se realiza en Bogotá, del 01 al 04 de octubre.
 
Diversas actividades y testimonios de algunas víctimas, hoy comunidades de paz, abrirán un horizonte más humano -por lo monos sentaran las bases- y menos enfrascado en la militarización y en la guerra como lo proponen, casi todos, los gobernantes del mundo, es lo que se espera concluir luego de realizar la Cumbre.
 
El conflicto interno en Colombia ha dejado profundas heridas, víctimas olvidadas y gente de la sociedad civil profundamente comprometida en la búsqueda de la paz y la reconciliación de país. No puede decirse, desafortunadamente, lo mismo del gobierno, que por el contrario se empeña en la carrera militarista, cerrando casi por completo la opción al diálogo.
 
Muchas de esas personas y organizaciones comprometidas en la construcción de la paz aunaron esfuerzos para abrir espacios que permitan el diálogo, el  intercambio de experiencias, ideas, propuestas y reflexión sobre el tema de la Paz Mundial; “y que la convivencia pacífica entre los seres humanos sea posible como lo hemos buscado históricamente, pero que no ha sido posible por el desarrollo de las guerras y los conflictos”, sostuvo Samuel Moreno, Alcalde mayor de Bogotá, quién entregó la llave de la Paz a los organizadores y delgados de la Cumbre como gesto simbólico que abre la puerta al diálogo y a la reconciliación nacional.
 
¿Reconciliación? Sí, “sin reconciliación no habrá paz, nosotros los colombianos debemos colocar el perdón sobre la mesa, aunque otros colombianos hayan colocado el odio”, afirmó el padre de Roux, quien llamó a los colombianos a que reconozcamos que de una u otra forma somos responsables, sobre todo cuando olvidamos a nuestras víctimas.
 
Es preciso entonces, desde hoy, no escatimar esfuerzos para construir el camino a la reconciliación, como propone el Padre de Roux, en una de las siete premisas o condiciones básicas para lograr la paz y, que desarrollaremos más adelante. 
 
El pensamiento de Gandhi hizo posible la Cumbre como una opción pacifista
 
“Cuando un Estado elige el lenguaje del terror, destruye todo lo que le da fundamento e impregna de incertidumbre la vida de los ciudadanos”, Tomás Eloy Martínez[1]
 
“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en los resultados”, expresó Guillermo Solarte, en alusión a las palabras de Mahatma Gandhi, el emblema de la resistencia pacífica en el mundo. Solarte, director de Pacifistas Sin Fronteras, organización que junto con la Alcaldía de Bogotá, promueven la Cumbre, invitó no sólo a desarmar los odios, sino a desarmar algunos conceptos o paradigmas que se han convertido en elementos constitutivos de las políticas y programas de los gobiernos para justificar la guerra.
 
Solarte planteó un conjunto de paradojas y contrasentidos que no han permitido dilucidar los caminos para construir la paz; “cómo es posible que para defender la libertad de una persona, se tenga que matar al otro”. Otra paradoja, es cómo los gobiernos se forjan un discurso de paz, mientras aumentan desproporcionalmente los presupuestos para la guerra; “las ‘potencias’, sólo invierten el 1% en desarrollo, mientras que los presupuestos para la guerra abarcan gran parte del presupuesto de un país.
 
Planteó que la paz se hace sobre la base de principios democráticos o no se hace; los principios de la democracia incluyen por su puesto el respeto a la dignidad humana, el respeto a los derechos humanos, la participación de los pueblos en la construcción de la agenda pública, garantizar la alimentación de los habitantes, garantizar los servicios básicos, atención integral y reparación a las víctimas y, la tolerancia y el respeto por las diferencias, entre otros cúmulos de valores.
 
Es preciso “desmontar algunos conceptos como el de Estado Nacional que implica que la seguridad es una necesidad nacional y justifica la inversión para la guerra a nombre de la “obligación de proteger los ciudadanos de un país”.
 
En este sentido -explicó Solarte- los argumentos a favor de la guerra se hacen tan poderosos y temerarios que los principios de los pueblos originarios se convierten en “peligrosos enemigos para la democracia y el desarrollo”. Esto hace que, incluso, sean considerados como pueblos “barbaros”.
 
No obstante los gobiernos “legítimos” no consideran barbaras las acciones de quienes a nombre de “defender la democracia” violan los derechos humanos y la dignidad de las personas y hasta asesinan a consta de “defender” “preciados intereses” de una nación.   
 
Una peligrosa y compleja combinación
 
“Es preferible una patria pacifista a una patria militarista”      
 
Solarte llamo a repensar algunos conceptos como el nacionalismo, el patriotismo, la seguridad nacional, entre otros que se convierten en justificantes de un conflicto enconado y, que no permiten abrir un panorama para superar la violencia.
 
Explicó cómo en Colombia además de la carrera militarista, ha confluido una peligrosa combinación que hace más complejo el desarrollo del conflicto y más difícil su interpretación; se trata de, primero, cómo los políticos han armado la política, lo cual sumado a las drogas (narcotráfico) y la corrupción constituyen una compleja y peligrosa alianza que agrava el conflicto cada vez más.
 
No obstante Solarte alentó a los colombianos y a los asistentes a la Cumbre a dilucidar estrategias que nos permitan encontrar el camino para la reconciliación nacional.  Recordó cómo otros países con conflictos muy hondos han podido ver la luz del entendimiento y concluyó que “es preferible una patria pacifista a una patria militarista”
 
Las siete premisas para construir la paz
 
Para Francisco de Roux -quien ha dedicado su vida sacerdotal a buscar caminos de paz y a acompañar las víctimas de este hondo conflicto- es preciso erradicar del imaginario nacional la premisa de que “el hombre es un lobo para el hombre” y del cual hay que protegerse. De Roux, un hombre profundamente marcado por el conflicto y comprometido con las víctimas, propone el respeto de la dignidad humana de todos los colombianos como un paso fundamental en la construcción de la paz.
 
De Roux propuso siete condiciones que se deberán tener en cuenta a la hora de pensar o repensar una salida definitiva al conflicto. Instó a las partes a tenerlas en cuenta y, a la sociedad colombiana civil le asignó la misión de garante de este proceso. A continuación las premisas propuestas.
 
·        Reconocer la existencia de un conflicto en toda su magnitud y, reconocer que quiénes han participado en él, algunos lo han hecho por razones de conciencia, otros abocados por las circunstancias u obligados so pena de perder sus vida.  
·        La paz se hace negociando con el enemigo; hay que reconocer la existencia del enemigo y entender que él está convencido de morir por  sus ideales, los cuales considera fundamentados en y por la justicia. Hay que buscarlo para una salida negociada, para iniciar un diálogo, y que no sea, necesariamente, la confrontación.
·        Respeto a la grandeza humana, a la dignidad, que por demás no la recibimos del Estado, sino que todos la tenemos por igual.
·        Trabajar por los cambios estructurales del país, que los campesinos tengan tierra, créditos y paz y, que el ejercicio de los Derechos Humanos sea posible.
·        La construcción de confianza; por encima del discurso de la seguridad, el cual plantea que el Otro es un lobo (el hombre es un lobo para el hombre), del cual debemos defendernos, ese no es el camino. La confianza implica desarmar los prejuicios o preconceptos que tengo del Otro.
·        Es Fundamental mantener la memoria de las víctimas, ellas son el alma nuestra y con ellas tenemos que construir una ética nacional.  
·        Es preciso que haya capacidad de perdonar; tenemos que colocar el perdón sobre la mesa y reconocer que de una u otra forma somos responsables del problema y de igual forma somos parte de la solución.  
 
 

[1] “Trelew, otro capítulo de un relato argentino”, El Espectador , 27 de septiembre de 2009, edición 34.784