Guatemala: Organizar y concientizar para movilizar y refundar
La Revolución del 20 de octubre de 1944 ha sido el hito más importante de la historia guatemalteca y lo ha sido por cuanto el mismo representó un proceso refundacional del Estado durante el cual se puso la dignidad y el desarrollo humano como objetivo fundamental del Estado eliminando de este la tutela de intereses minoritarios que venía realizando y que retomó luego de la intervención estadounidense en 1954.
El 20 de octubre de 1944 aconteció un momento único hasta ahora en la historia de nuestro país, las fuerzas armadas, por primera y única vez en su historia, tuvieron conciencia de que la dignidad del ejército no estaba en ser un cuerpo servil de protección a los intereses de las elites ni el instrumento de represión al servicio de estos intereses minoritarios para impedir al pueblo la realización de los cambios necesarios para alcanzar la dignidad humana, conciencia que duró apenas 10 años a pesar de que la Revolución profesionalizó el ejército, luego y a partir de los cuales, retomó su lamentable papel de constante y creciente carga económica para una población a la cual no ha servido desde 1954 al punto de convertirle en el principal ejecutor de crímenes contra la población que debía proteger y garante de los intereses de las elites que nos han gobernado desde 1821 hasta la presente fecha, a excepción de los diez años de florecimiento democrático en Guatemala.
Las causas de la Revolución de 1944, fueron las mismas que motivaron los levantamientos de los pueblos durante la colonia, las mismas que motivaron el conflicto armado interno y las mismas que hoy día han conducido a Guatemala a padecer el constante incremento de la miseria, desnutrición infantil crónica, desigualdad, exclusión e inequidad social.
Hoy vemos como los legados del proceso revolucionario iniciado en 1944 han sido corrompidos, debilitados y llevados casi al punto de la mera existencia formal. No es difícil percatarse de que las protecciones otorgadas a la clase trabajadora por el Código de Trabajo han sido casi eliminadas por un sistema de justicia disfuncional y una labor destructiva de los mismos por parte de la Corte de Constitucionalidad; tampoco lo es percibir que la autonomía universitaria y su participación en distintos espacios de poder se ha degenerado al punto de llevar a olvidar que la prioridad universitaria es la formación de profesionales honestos, capaces y comprometidos con su país y ha sido sustituida por intereses económico-políticos que se expresan en la participación universitaria en los procesos de nombramiento de funcionarios y jueces; no es complicado tampoco percibir que el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social –IGSS- ha dejado de percibirse como una institución al servicio de la población para reducirse a otra cuota de poder y de acceso a las posibilidades de saqueo de los recursos de la población; igual ha sucedido con la autonomía municipal e incluso con la propia dignificación magisterial que ha sido desnaturalizada a tal punto que se ha convertido tanto en un motivo para garantizar la precarización de decenas de miles de maestros y debilitar la calidad de la educación pública que reciben cada vez menos niñas y niños en Guatemala.
Hoy tampoco es difícil percibir como los mismos intereses que nos vendieron la Constitución Liberal de 1879 y cada uno de sus procesos de reforma hasta 1941, que nos vendieron la contra revolución en 1954, la contra insurgencia de 1960 a 1986 y el neoliberalismo, los ajustes estructurales desde 1996 y la idea de la eficiencia de la administración privada (como si no fuesen los mismos empresarios los que han puesto y quitado gobiernos desde 1954 y los que incrementaron sus latifundios durante el conflicto armado interno y han incrementado sus fortunas desde 1954 por la vía del saqueo del Estado), nos venden cada cuatro años un proceso electoral destinado a reafirmar en nombre de la democracia la legitimidad para gobernarnos de los mismos sectores antidemocráticos que solo dejaron de gobernarnos en la década de 1944 a 1954 y que han alcanzado tal éxito que aunque como población percibamos el constante deterioro de nuestras condiciones de vida, no percibimos en su justa dimensión que las pocas garantías con que contamos y que sufren diariamente embates tanto desde los tribunales, la Corte de Constitucionalidad y el Congreso, tuvieron su origen en esa única década en la que los mismos dejaron de gobernarnos.
La corrupción generada por la implantación en las políticas de Estado de estos intereses minoritarios se agrava constantemente porque quienes corrompen y se benefician de la corrupción cuentan con las libertades que necesitan para simular supuestos cambios en tanto sustituyen corruptos instrumentales para garantizar la impunidad de los corruptos estructurales que mantienen el control y saqueo del Estado en tanto la población nos hacemos a la idea de avances aparentes y nos olvidamos de que, para rescatar el Estado, la democracia y la transparencia, debe perseguirse, castigarse y expulsar del gobierno y de la posibilidades de incidir en este de ese sector que acusa a otros de sus propios delitos para seguir actuando con la misma impunidad con que secuestró nuestra independencia desde 1821, nuestra soberanía desde 1954, nuestra democracia desde 1986 y la institucionalidad del Estado desde 1996.
El MSICG entiende perfectamente que el verdadero sentido de la conmemoración de la Revolución de 1944 no es festejar una institucionalidad que ha sido reducida año con año al punto de resultar casi disfuncional debido al constante debilitamiento y desnaturalización de la misma, sino recordar que los verdaderos avances democráticos, parten de la necesidad de refundar el Estado pero que, para hacerlo posible, se hace necesario rescatar primero a un pueblo que tenga la misma convicción, dignidad, compromiso y determinación que el que tuvieron las generaciones de civiles y militares que hicieron posible el proceso revolucionario iniciado el 20 de octubre de 1944.
En ese sentido, el MSICG no llama a la conmemoración sino a la organización y a la concientización de la sociedad, a la movilización de conciencias y voluntades nacidas de la propia percepción de la realidad y no de las necesidades e intereses de quienes han construido, alimentado y asegurado las condiciones para que la problemática que hoy vivimos sea percibida como parte de la normalidad. Debemos refundar el Estado pero antes, debemos refundar la conciencia del pueblo, de lo contrario, tendremos reafirmaciones del secuestro del Estado como las que se operaron en 1956, 1965, 1986 y 1993.
Nuestra América, 20 de octubre de 2015.
¡¡¡UNA SOLA VOZ, UNA SOLA FUERZA!!!
MSICG