Comunicado a las mujeres colombianas y a la opinión pública
Colombia: Marcha de los turbantes
Movilización Mujeres Afrodescendientes por el Cuidado de la Vida y de los Territorios Ancestrales
Somos mujeres Negras norte caucanas, descendientes de africanos y africanas que fueron esclavizadas. Somos conocedoras del valor ancestral que tienen nuestros territorios. Sabemos que a muchos de ellos les tocó pagar con su vida nuestra libertad. Sabemos de la sangre que derramaron nuestros ancestros y ancestras para conseguir estas tierras. Sabemos que trabajaron años y años en condición de esclavitud para dejárnosla. Nos enseñaron que la tierra no se vende, entendían que debíamos garantizar a los renacientes la permanencia en el territorio. Han pasado cuatro siglos y su memoria es nuestra memoria, sus prácticas son nuestras prácticas trasmitidas desde nuestras abuelas y abuelos; nuestras hijas y nuestros hijos hoy continúan reafirmando nuestra identidad como pueblos libres.
A muchas de nosotras nos ha tocado criar a nuestros hijos e hijas solas, la batea, el almocafre y la pala han sido testigos de ello. El territorio ha sido nuestro compañero y ha estado con nosotras en momentos de alegrías y tristezas. Nuestras abuelas, como doña Paulina Balanta, nos enseñaron que: “el territorio es la vida y la vida no tiene precio”, “el territorio es la dignidad y esta no tiene precio”. Por estas razones, a pesar del abandono del Estado, hemos permanecido en resistencia frente a los megaproyectos, que en nombre de su visión de desarrollo y con el discurso de erradicar la pobreza, han venido generando condiciones de despojo, destierro y miseria.
Hoy nuestras vidas están en peligro. Las posibilidades de existir como pueblo Afrodescendiente son mínimas. Muchos hombres y mujeres están amenazados de muerte. Nosotras hemos vivido de la minería ancestral, como una actividad que les permitió a nuestros ancestros comprar su libertad y la nuestra. Esta actividad ha estado articulada a la agricultura, a la pesca, a la cacería y a los saberes ancestrales que las mayoras y comadronas han inculcado en nosotras para permanecer como pueblos.
Son muchas las acciones que hemos venido realizando para proteger nuestra vida. Sobre nuestra situación se han emitido sentencias de la Corte Constitucional, medidas de protección de la Unidad Nacional; se han realizado visitas de comisiones internacionales; se han presentado denuncias ante la fiscalía, la personería y la defensoría. Hemos informado a la Oficina de Naciones Unidas. Hemos acudido la fuerza pública. Estos últimos nos han dicho, que nos inventamos las situaciones de riesgo y amenazas. La institucionalidad sólo hace comunicados y correos. Mientras tanto a nosotras nos obligan al confinamiento, a soportar hostigamientos, a temer por la vida de nuestras hijas, de nuestros hijos, a temer por la propia vida.
Nos preguntamos, ¿qué más tenemos que hacer? nos preguntamos ¿a dónde más podemos acudir?
Entonces nos reunimos y decidimos caminar hasta Bogotá, saliendo desde La Toma, Suárez-Cauca este martes 18 de noviembre del 2014. Mientras caminamos vamos a contarle a toda la gente por lo que estamos pasando. Decidimos caminar y cantar, y no sentir miedo. Porque sabemos que es más la gente buena, y porque esperamos que los medios de comunicación, que la gente que trabaja en la Corte Constitucional, en el gobierno, escuchará no solamente el rumor de nuestros pasos y cantos, si no, los pasos y cantos de todas las mujeres que se van a ir sumando. Porque es más fuerte nuestro amor por la vida, que nuestro temor por la muerte.
Necesitamos del apoyo solidario de todas las mujeres madres, hermanas, abuelas, primas, amigas, profesoras, periodistas, asalariadas, estudiantes, ambientalistas, políticas, religiosas, lesbianas, presas, colombianas, latinoamericanas, de la diáspora y de todo el mundo.