Fabrica multinacionales de alimentos

El control de la seguridad alimentaria

2001-06-01 00:00:00

En los años 60, la llamada revolución verde de la agricultura se presentaba como la
solución a los problemas del hambre en el mundo. Hoy nos hablan de animales
transgénicos cuya superproducción servirá para abastecer una población humana en
aumento, de plantas resistentes a las plagas, y hasta la peregrina sugerencia de vacas
verdes que realizarían la función clorofila, aprovechando de forma directa la energía
del sol. La realidad puede ser muy distinta, como ha demostrado una revolución
verde responsable de un reparto más injusto y de la creciente dependencia
alimentaria de la humanidad, así como de la pérdida de recursos biológicos y suelos
fértiles en todo el mundo.

En el campo de la alimentación, la investigación biotecnológica tiene dos
orientaciones diferenciadas. La primera sería la producción de sustancias
alimentarias en el laboratorio. La investigación en este campo combina las tres
ramas básicas de la moderna biotecnología:

* Tecnología enzimática y de fermentación: la producción de sustancias útiles para la
industria por medio de células o microorganismos, utilizada por el hombre desde
tiempos antiguos para producir alimentos tan básicos como el pan, el queso, o el
vino, y hoy muy perfeccionada.

* Técnicas de cultivo de tejidos o propagación clonal: consiste básicamente en la
multiplicación de células en soluciones de nutrientes y hormonas preparadas en el
laboratorio, que estimulan la regeneración de plantas enteras a partir de una célula,
o la reproducción de células idénticas.

* Técnicas de ingeniería genética: el "recorta y pega" que permite intercambiar
caracteres genéticos de forma artificial, "construyendo" organismos diseñados
expresamente para cumplir una función determinada.

En manos de la industria agroalimentaria, la combinación de estas tecnologías es el
sueño dorado que permite a la industria prescindir del agricultor.

"Ya no son los cultivos los que interesan, sino sus componentes moleculares. En
la industria de procesado de alimentos el coste de las materias primas es un
factor muy determinante, que representa hasta dos tercios del valor de venta de
los alimentos procesados. Gracias a las nuevas tecnologías, los requerimientos
de materia prima pueden ser diversificados, reducidos o eliminados. También se
pueden modificar los componentes para que respondan mejor a las necesidades
de la industria".(1)

Los gigantes de la alimentación, que se han ido haciendo progresivamente con el
control del comercio mundial de alimentos, pugnan por incluir la biotecnología en
sus operaciones. Según un informe remitido al congreso de EE.UU recientemente
por la Comisión de Economía y Agricultura, en el año 2020 en EE.UU la producción
alimentaria procederá fundamentalmente del cultivo sin tierra. De hecho, la
sustitución de esencias y productos en el laboratorio, a precios que dejan fuera de
juego al agricultor, es ya una realidad. La producción biotecnológica de vainilla
dejará sin medio de vida a 70.000 pequeños agricultores en Madagascar, y se calcula
que unos 10 millones de campesinos del Tercer Mundo pueden quedarse igualmente
sin sustento en el momento en que se perfecciones la producción en el laboratorio
de la taumatina, un sustitutivo "natural" del azúcar. Las multinacionales centran ahora
sus investigaciones en la búsqueda de sucedáneos de productos claves para millones
de agricultores del Tercer Mundo, como el cacao, aceites vegetales, proteínas para
alimento de ganado....

"Controlada por los procesadores de alimentos y las industrias químicas, la
biotecnología permite hoy crear una nueva ventaja comparativa, en este caso de
la industria sobre la agricultura. En vez de pensar en mercados mundiales para
la soja, el aceite de palma y el cacao, es necesario comenzar a pensar en
mercados mundiales de almidón, proteínas, aceites y grasas. El pescador en Perú
y el productor de soja en Brasil están ahora compitiendo con las fábricas de ICI y
Hoechst por el mismo mercado. De la misma manera, los cañeros en Cuba, los
productores de papas en Holanda y los cultivadores de maíz en cualquier lugar
compiten ahora con las fábricas de edulcorantes sintéticos de los países
industrializados por el mismo mercado de edulcorantes". (1)

La nueva revolución tecnológica

La segunda orientación a la que se dedican grandes esfuerzos de investigación es la
mejora de cultivos agrícolas y producciones ganaderas. La biotecnología pretendería
tomar el relevo de la revolución verde en lo que se refiere a mayores rendimientos
en la agricultura. Sin embargo, si el gran fracaso de la revolución verde fue el
promover una "eficiencia" a la medida de la agroindustria, sin tener en cuenta la casi
infinita diversidad de situaciones y necesidades de las comunidades campesinas
locales y su entorno, difícilmente se puede esperar que una nueva revolución
tecnológica gestada en los laboratorios de las multinacionales, y orientada por el
beneficio económico, venga a corregir este dilema. Se corre el grave riesgo de
imponer de nuevo "soluciones" globales, comercializables a gran escala, que
inevitablemente conducen a una dependencia y una destrucción de la diversidad
natural y cultural frontalmente reñida con el bienestar perdurable de los pueblos del
mundo. Una comparación de la revolución verde con la actual revolución biológica
nos da idea de las dimensiones del problema.

Las "innovaciones" conseguidas hasta la fecha vienen a confirmar estos temores: se
comercializan ya tomates con un gen de pez que pueden viajar por todo el mundo y
permanecer en las estanterías del supermercado bastante tiempo sin marchitarse;
embriones clonales de plantas envueltos en una cápsula de gelatina junto con su
correspondiente dosis de abono y de pesticida ; cultivos resistentes a herbicidas con
nombre y apellido; hormonas, como la BST, que aumentan artificialmente la
producción láctea, creando un estrés en las vacas que obliga a una alimentación y
tratamientos artificiales, a la vez que elimina de un plumazo a millares de pequeños
ganaderos.

La tolerancia a herbicidas, como se puede ver, es el campo de experimentación más
importante. Teniendo en cuenta que son las multinacionales agroquímicas que
producen los herbicidas quienes deciden las prioridades de inversión, este hecho no
es nada sorprendente. En los últimos años las transnacionales famacéuticas y
químicas han invertido grandes sumas en la compra de firmas de semillas
independientes, haciéndose con un mercado que tradicionalmente se encontraba
relativamente diversificado y en manos de pequeñas empresas familiares. La
comercialización de nuevas variedades de semillas preparadas para tolerar un
herbicida X constituye un negocio redondo para la industria, ya que el coste de
desarrollar un nuevo herbicida asciende a unos 40 millones de dólares, mientras que
una nueva variedad viene a costar sólo unos 2 millones de dólares. Se calcula que las
ventas de variedades de semillas resistentes a los herbicidas (unos 6.000 millones de
dólares) se duplicarán en los próximos años, asegurando de paso un jugoso mercado
de herbicidas. Su utilización supondrá mayores costes y dependencia para el
agricultor, y problemas mayores para el medio ambiente.

Pero incluso en los campos en los que se podrían prever avances positivos para la
humanidad, como es la resistencia a plagas, el análisis de la experimentación
desarrollada no es muy alentador. El hecho de que los intereses comerciales son
quienes dictan el enfoque de la investigación, hace que las soluciones buscadas sean
lo más simples (mínima inversión) y universalizables (máximas posibilidades de
mercado) posible. En la actualidad, la investigación se concentra en transmitir a los
cultivos una resistencia basada en un gen/plaga. Esta resistencia es relativamente
fácil de superar para las plagas, con lo cual el agricultor se vería otra vez en la
necesidad de recurrir a los plaguicidas convencionales, o incluso a otros más
potentes. Caso de conseguirse realmente una variedad con resistencia estable, los
posibles desequilibrios en la Naturaleza derivados de su cultivo a gran escala, tanto
por desplazamiento de variedades silvestres de plantas como por las alteraciones en
la dinámica de poblaciones de insectos, que alteran a su vez los procesos de
polinización y demás equilibrios de un ecosistema, pueden tener consecuencias
nefastas y difícilmente controlables.

Por otra parte, se ha demostrado que los caracteres genéticos en la Naturaleza se
transmiten espontáneamente con enorme facilidad. La resistencia a herbicidas y a las
plagas, por tanto, se difundiría muy posiblemente a variedades silvestres y "malas
hierbas" de la vegetación circundante, con consecuencias ecológicas que ni siquiera
podemos prever. Por último, las biotoxinas producidas por plantas con resistencias
pueden ser muy peligrosas para la salud humana; las plantas modificadas
genéticamente pueden producir metabolitos que pasarían a los alimentos
consumidos, y que pueden ser de mayor toxicidad para el ser humano que los
pesticidas que intentan suplantar.

(*) Isabel Bermejo, Página Abierta, No. 52, Madrid, julio 1995. Extracto.

(1) Henk Hobbelink, "La biotecnología y el futuro de la agricultura mundial",
Ecoteca, Nordan Comunidad.