Sin considerar la opinión ciudadana
Chile: Avanza nefasto proyecto de ley para liberar transgénicos
Los abajo firmantes exigimos a la Presidenta Michelle Bachelet que respete la promesa que hizo al pueblo durante la campaña presidencial en donde señaló que este sería un gobierno ciudadano y que no permitiría la entrada de los cultivos transgénicos. Ambas promesas no se cumplieron, lo que se manifiesta en aprobación por el Senado de la ley que pretende permitir la liberación de semillas transgénicas y sus derivados.
Los cultivos transgénicos y su paquete tecnológico asociado, aumentan el hambre y destruyen la agricultura campesina porque:
- Estimulan los monocultivos que eliminan la biodiversidad.
- Aumentan el uso de agrotóxicos altamente venenosos para la salud humana y animal.
- Aumentan la contaminación de todos los recursos naturales
- Intensifican la deforestación
- No contribuyen a la creación de nuevos empleos, ya que este tipo de cultivos requieren poca mano de obra, y genera concentración de la propiedad de la tierra.
- Aumentan la expulsión de campesinos y campesinas del campo
El proyecto, según han denunciado los cuatro solitarios senadores que votaron en contra, (Navarro, Avila, Horvath y Girardi) y en el que se abstuvieron José Antonio Gómez Carlos Ominami, Baldo Prokurica y Guillermo Vásquez apunta, entre otros, a hacer factible la producción subsidiada de agrocombustibles anunciada por el gobierno en meses pasados.
La iniciativa será derivada nuevamente a la Comisión de Agricultura, donde podrá recibir indicaciones hasta el 10 de marzo y deberá ser estudiada por las comisiones de Medio Ambiente y de Salud. Es un plazo extremadamente breve como para lograr revertir la falta de participación ciudadana en un asunto de trascendental importancia.
Detrás de la reposición apresurada de esta iniciativa de ley, se esconde la presión de las compañías transnacionales, en especial Monsanto, dueña de Semillas Seminis, así como de Agrosearch, Limagrain, Pioneer y Ventrabioscience, que son las transnacionales que actualmente dominan el mercado exportador de semillas transgénicas desde Chile y quieren extender su negocio.
Agrosearch es la empresa que en abril de 2007 dejó varadas en un desconocido puerto chileno, 200 toneladas de semillas transgénicas de falso azafrán destinadas a SemBioSys de Canadá, lo que ejemplifica el nulo cuidado en el transporte y la absoluta falta de transparencia existente en el rubro por parte del Estado chileno y de la empresa privada.
De aprobarse la ley, por ejemplo, el maíz que se come en Chile podría contaminarse con el maíz transgénico que ahora exporta Limagrain el cual tiene un alto contenido de lipasa gástrica de perro. La contaminación que se puede generar con la liberación de los cultivos transgénicos tiene un carácter irreversible.
Por esta carta, demandamos al Senado que escuche la opinión de la ciudadanía sobre el tema, otorgando un plazo razonable – hasta abril de 2008, dado que en febrero habrá receso legislativo- para que puedan comparecer ante las comisiones de Agricultura, Salud y Medio Ambiente, las organizaciones del campo, del sector académico y los especialistas de la sociedad civil en el tema.
¿Qué dicen los científicos sobre los transgénicos?
La Asociación Médica Británica, el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos, el Crii-Gen de Francia y otras prestigiosas instituciones aconsejan prohibir el uso de transgénicos y sus productos, e investigar los impactos de largo plazo en la salud y el ambiente. Según el Programa de Naciones Unidas para el Ambiente (PNUMA), la contaminación con transgénicos “pone en peligro una biodiversidad que es fundamental para la seguridad alimentaria de la humanidad” (PNUMA; GEO3, 2003)
A continuación entregamos algunos de los argumentos científicos preliminares que respaldan nuestra posición y que desarrollaremos ante ambas Cámaras en el momento oportuno.
Diez razones que explican por qué la biotecnología impedirá lograr la soberanía y seguridad alimentaria, ni protegerá el ambiente ni reducirá la pobreza en Chile
Los promotores de los transgénicos (compañías biotecnológicas) afirman que la aplicación de la ingeniería genética para el desarrollo de los cultivos transgénicos aumentará la productividad de la agricultura mundial, asegurará la seguridad alimentaria y liberará a los agricultores de la dependencia de los insumos agroquímicos ayudando a reducir los problemas ambientales. Este documento refuta esas afirmaciones, demistificando el punto de vista malthusiano de que el hambre se debe a la brecha entre la producción de alimentos y el crecimiento de la población. Segundo, exponemos el hecho de que los actuales cultivos transgénicos no fueron generados para aumentar los rendimientos o para la pequeña agricultura. Además los cultivos OGM presentan serios riesgos ambientales, constantemente subestimados por la industria biotecnológica. Finalmente se concluye que hay muchas otras alternativas agroecológicas que pueden resolver los problemas agrícolas que la biotecnología pretende resolver. Y que lo harían de una manera más equitativa socialmente y más armoniosa en términos ambientales.
Las compañías biotecnológicas a menudo sostienen que los organismos modificados genéticamente (OMG) - específicamente las semillas alteradas genéticamente - son descubrimientos científicos esenciales y necesarios para alimentar el mundo, proteger el ambiente y reducir la pobreza en países en desarrollo. Esta opinión se apoya en dos supuestos que cuestionamos. El primer es que el hambre se debe a la brecha entre la producción de alimentos y la densidad de la población humana o tasa de crecimiento. El segundo es que la ingeniería genética es el único modo (o el mejor de incrementar la producción agrícola y, por tanto, enfrentar las necesidades alimentarias futuras.
Nuestro objetivo es cuestionar la idea de que la biotecnología es la solución mágica a todos los males de la agricultura, mediante la aclaración de conceptos erróneos relacionados con estos supuestos implícitos.
1. No hay ninguna relación entre la prevalencia de hambre en un país dado y su población. Por cada nación densamente poblada y hambrienta como Bangladesh o Haití, hay naciones como Brasil e Indonesia escasamente poblada e igualmente hambrientas. El mundo produce hoy más alimento por habitante que nunca antes. Existe suficiente alimento para suministrar 4.3 libras por persona diariamente: 2.5 libras de grano, porotos y nueces, aproximadamente l libra de carne, leche y huevos y otra libra de frutas y verduras. Las verdaderas causas del hambre son la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a alimento y tierra. Son demasiadas las personas que son demasiado pobres como para comprar el alimento disponible (pero frecuentemente mal distribuido) o que carecen de tierra y recursos para cultivarlos ellos mismos (Lappe, Collins and Rosset 1998).
2. La mayoría de las innovaciones en biotecnología agrícola han sido dirigidas a obtener ganancias antes que empujadas por la necesidad. La verdadera fuerza propulsora de la industria de ingeniería genética es generar ganancias, su objetivo no es que la agricultura del tercer mundo sea más productiva (Busch et al 1990). Esto se demuestra al revisar las principales tecnologías en el mercado de hoy: a) cultivos resistentes a los herbicidas tales como los porotos de soya "Roundup Ready" de Monsanto, semillas que son tolerantes al herbicida Roundup de Monsanto, y b) cultivos "Bt" que son manipulados genéticamente para producir su propio insecticida. En el primer caso, la meta es ganar una mayor participación en el mercado de herbicidas para un producto patentado y en el segundo, aumentar las ventas de semillas transgénicas al costo de dañar la utilidad de un producto clave en el manejo de plagas (el insecticida microbiano basado en el Bacillus thuringiensis, Bt) en el que confían muchos productores, incluyendo la mayoría de los productores orgánicos, como una alternativa poderosa contra los insecticidas. Estas tecnologías responden a la necesidad de compañías biotecnológicas de intensificar la dependencia de los productores de las semillas protegidas por el llamado "derecho de propiedad intelectual", que entra directamente en conflicto con los derechos ancestrales de los productores de reproducir, compartir o almacenar semillas (Hobbelink 1991). Las corporaciones siempre intentarán que los campesinos compren los insumos proveídos por las transnacionales biotecnológicas y prohibirán a los productores guardar o vender semilla. Al controlar el germoplasma de la semilla para la venta y obligar a los productores a pagar precios inflados por paquetes de semillas transgénicas, las compañías logran conseguir la mayor ganancia de su inversión (Krimsky y Wrubel 1996).
3. La integración de las industrias de semillas y de las agroquímicas parece destinada a acelerar aumentos en los gastos por hectárea de semillas más los productos plaguicidas, y de esta manera generan mucho menores utilidades a los productores. Las compañías que desarrollan cultivos tolerantes a los herbicidas están tratando de trasladar la mayor parte del costo por hectárea a los costos de semilla y su paquete tecnológico. Las crecientes rebajas de precios de los herbicidas se limitarán a los productores que compren sus paquetes tecnológicos. En Illinois, la adopción de cultivos resistentes a los herbicidas constituye el más caro sistema de semilla de poroto de soya (más plaguicida) en la historia moderna - entre US $ 40,00 y US $60,00 por acre dependiendo de los precios, la aparición de maleza, etc. Tres años atrás, el promedio de los costos de control de plaga y de semilla en fincas de Illinois era de US $26 por acre y representaba 23% de los costos variables: hoy representan 35-40% (Benbrook 1999). Muchos agricultores están dispuestos a pagar por la sencillez y fortaleza del nuevo sistema de manejo de plagas, pero estas ventajas pueden ser de muy corta duración por el surgimiento problemas ecológicos.
4. Recientes experimentos han demostrado que las semillas transgénicas no aumentan el rendimiento de los cultivos. Un estudio del Servicio de Investigación Económica del Ministerio de Agricultura de Estados Unidos muestra que los rendimientos de 1998 no fueron significativamente diferentes en cultivos transgénicos contra los no transgénicos en 12 de las 18 combinaciones de cultivo/región. En las seis combinaciones de cultivos/región donde los cultivos Bt o CRS (cultivos transgénicos resistentes a herbicidas), se dieron mejor, los aumentos de rendimientos variaron entre 5-30%. El algodón tolerante al glifosato no mostró aumento significativo del rendimiento en ninguna región estudiada. Esto se confirmó en otro estudio que examinaba más de 8,000 pruebas de campo, donde se encontró que las semillas de soya Roundup Ready producían menos capullo de frijoles de soya que las variedades producidas convencionalmente (USDA, 1999).
5. Muchos científicos sostienen que la ingesta de alimentos transgénicos es inocua. Sin embargo, pruebas recientes muestran que existen riesgos potenciales al comer estos alimentos, ya que las nuevas proteínas producidas en dichos alimentos podrían: 1.- actuar ellas mismas como alergenos o toxinas. 2.- alterar el metabolismo de la planta o el animal que produce el alimento, lo que genera la producción de nuevos alergenos o toxinas. 3.- o reducir su calidad o valor nutricional como en el caso de los frijoles de soya resistentes a los herbicidas que contenían menos isoflavones, un importante fitoestrógeno presente en los porotos de soya, que se considera protegen a las mujeres de varios tipos de cánceres. Los alimentos transgénicos han comenzado a inundar los mercados, sin que nadie pueda predecir todos sus efectos en la salud de los consumidores, la mayoría de ellos sin tener conciencia de están comiendo ese tipo de alimento. Debido a que los alimentos transgénicos no están etiquetados, los consumidores no pueden elegir entre alimento transgénico y no transgénico, y si surgiera un problema serio de salud, sería extremadamente difícil rastrearlos hasta su origen. La falta de etiquetado también ayuda a proteger a las corporaciones biotecnológicas que pudieran ser potencialmente enjuiciadas por su responsabilidad legal (Lappe y Bailey, 1998).
6. Las plantas transgénicas que producen sus propios insecticidas siguen muy de cerca el paradigma de los plaguicidas, el cual está fracasando rápidamente, debido a la generación de resistencia de las plagas a los insecticidas. En lugar del modelo fracasado de "un producto químico por plaga”, la ingeniería genética postula el enfoque de "un gen por plaga”, cuyo fracaso también ha quedado demostrado una y otra vez en pruebas de laboratorio, ya que las especies de plagas se adaptan rápidamente y desarrollan resistencia al insecticida presente en la planta (Alstad y Andow 1995). No solamente en el corto y mediano plazo fracasarán las nuevas variedades, a pesar de los esquemas de manejo de la resistencia voluntaria (Mallet y Porter 1992), sino que este proceso podría inutilizar al plaguicida natural "Bt", en el cual confían los productores orgánicos y otros que desean reducir la dependencia de agroquímicos. Los cultivos Bt violan el principio básico y ampliamente aceptado del "manejo integrado de plagas" (MIP), sobre el hecho que la confianza en una sola tecnología de manejo de plagas tiende a provocar cambios en las especies de plagas o en la evolución de resistencia a través de uno o más mecanismos (NRC 1996). En general, mientras mayor sea la presión de la selección en el tiempo y espacio, más rápida y más profunda la respuesta de evolución de las plagas. Una razón obvia para adoptar este principio es que reduce la exposición de la plaga a los plaguicidas, demorando la evolución de la resistencia. Pero cuando el producto ha sido introducido dentro de la propia planta, la exposición de la plaga salta de mínima y ocasional, a exposición masiva y continua, acelerando dramáticamente la resistencia (Gould 1994). El Bt rápidamente perderá su utilidad como característica de las nuevas semillas y también como el antiguo recurso natural aplicado por los productores a quienes no les gusta usar plaguicidas (Pimentel et al 1989).
7. La lucha global por participación en los mercados está llevando a las compañías a desplegar masivamente cultivos transgénicos en todo el mundo (más de 30 millones de hectáreas en 1998 y 102 millones de hectáreas el 2006) sin el adecuado avance en el estudio de los impactos a corto o largo plazo en la salud humana y en los ecosistemas. En los EEUU, la presión del sector privado ha llevado a la Casa Blanca a decretar "sin diferencia sustancial" la comparación entre las semillas alteradas y las normales, evadiendo así las pruebas normales que deben desarrollar el FDA y la EPA. Se han hechos públicos documentos confidenciales a raíz de una demanda judicial, revelándose que los propios científicos de la FDA no coinciden con esta decisión. Una de sus razones es que muchos científicos están preocupados porque el uso en amplia escala de cultivos transgénicos plantea una serie de riesgos ambientales que amenazan la sustentabilidad de la agricultura (Goldberd, 1992: Paoletti y Pimentel, 1996: Snow y Moran 1997: Rissler y Mellon, 1996: Kendall et al 1997 y Royal Society, 1998).
Estas áreas de riesgos son las siguientes:
La tendencia a crear amplios mercados internacionales para productos particulares, está simplificando los sistemas de cultivo y creando uniformidad genética en el paisaje rural. La historia ha mostrado que un área muy grande sembrada con una solo cultivo (monocultivo) es muy vulnerable a nuevas parejas de cepas de patógenos o plagas de insectos. Más aún el uso extendido de variedades transgénicas homogéneas llevará inevitablemente a la "erosión genética", a medida que las variedades locales utilizadas por miles de productores en el mundo en desarrollo sean reemplazadas por las nuevas semillas (Robinson, 1996).
El uso de cultivos resistentes a los herbicidas debilita paulatinamente las posibilidades de diversificación de cultivos reduciendo la agrobiodiversidad en el tiempo y el espacio (Altieri 1994).
La contaminación potencial a través del flujo de genes de cultivos resistentes a los herbicidas hacia sus parientes silvestres o semisilvestres, puede llevar a la creación de supermalezas (Lutman, 1999).
Existe la posibilidad de que las variedades resistentes a los herbicidas se conviertan en poderosas malezas en otros cultivos (Duke, 1996, Holst y Le baron 1990). Nota: Ver caso reciente (2006) Monsanto Argentina y la maleza huacha.
El uso masivo de cultivos Bt afecta a los organismos que no son objetivo y a los procesos ecológicos. Pruebas recientes muestran que la toxina Bt puede afectar a los insectos benéficos depredadores que se alimentan de plagas de insectos presentes en los cultivos Bt (Hilbeck et al, 1998). Además el polen traído por el viento desde los cultivos Bt y encontrado en la vegetación natural que rodea los campos transgénicos, puede matar a insectos no objetivo tales como la mariposa Monarca (Losey et al, 1999). Es más, la toxina Bt presente en el follaje de los rastrojos después de la cosecha puede adherirse a los coloides del suelo por hasta 3 meses, lo que afecta negativamente las poblaciones de invertebrados del suelo que descomponen la materia orgánica y desempeñan otros papeles ecológicos (Donnegan et al, 1995 y Palm et al, 1996).
Existe potencial para la recombinación de vectores para generar nuevas cepas virulentas de virus, especialmente en plantas transgénicas producidas para resistencia a virus con genes de virus. En plantas que contienen genes con cubierta de proteína, existe una posibilidad de que tales genes sean absorbidos por virus no emparentados infectando la planta. En tales situaciones, el gen extraño introducido cambia la estructura de la cubierta de los virus y puede conferir propiedades tales como el cambio del método de transmisión entre plantas. El segundo riesgo potencial es que la recombinación dentro del cultivo transgénico, entre virus ARN (ácido ribonucleico) y un ARN viral podría producir un nuevo patógeno que conduzca a enfermedades mucho más graves. Algunos investigadores han mostrado que la recombinación ocurre en plantas transgénicas y que bajo ciertas condiciones produce una nueva cepa viral con un rango en el que se altera el rango de la planta huésped (Steinbrecher, 1996).
La teoría ecológica predice que la homogenización a larga escala del paisaje rural con cultivos transgénicos agravará los problemas ecológicos ya asociados con el monocultivo en la agricultura. La expansión no cuestionada de esta tecnología en los países en desarrollo es adecuada e inaceptable. La rica diversidad agrícola de muchos de esos países no debería ser inhibida o reducida por monocultivos extensivos, especialmente cuando las consecuencias de hacerlo acarrean graves problemas sociales y ambientales (Altieri, 1996).
Aunque el tema de los riesgos ecológicos ha sido discutido en alguna medida en círculos gubernamentales, internacionales y científicos, las discusiones frecuentemente han estado caracterizadas por una perspectiva estrecha que ha minimizado la seriedad de los riesgos (Kendall et al. 1997: Royal Society 1998). De hecho los métodos para la evaluación de los riegos de cultivos transgénicos no están bien desarrollados (Kjellsson y Simmsen, 1994) y existe una preocupación justificable de que el actual campo de pruebas de bioseguridad dice poco acerca de los riesgos potenciales ambientales asociados a la producción a escala comercial de cultivos transgénicos. Una preocupación principal es que las presiones internacionales para ganar mercados y ganancias tienen como resultado la liberación demasiado rápida de los cultivos transgénicos por las compañías transnacionales, sin la apropiada consideración por los impactos a