Movimientos sociales y fuerzas armadas
Militares y sin tierra comparten más de lo esperado
La Escuela Superior de Guerra (ESG) de Brasil, inaugurada en 1984 por el presidente João Batista Figueiredo, fue escenario el 18 de julio de un hecho inimaginable años atrás: un charla de João Pedro Stédile, coordinador del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), sobre reforma agraria y ambiente.
Cerca de cien personas, entre civiles y militares, colmaban el auditorio que al día siguiente recibiría al profesor Denis Rosenfeld, que defendería una posición opuesta a la de Stédile. Es una característica de la ESG la de escuchar varias posiciones, según el comandante de la misma, general José Benedito Barros Moreira, responsable de la invitación al líder sin tierra para participar en el segundo encuentro de la ESG con las universidades.
Al finalizar el acto el general aseguró al público que concordaba prácticamente con toda la intervención de Stédile, discrepando sólo con el accionar del MST para alcanzar sus objetivos. El general Barros Moreira habló sobre la mediocridad de las elites por no comprender que la mejora del nivel de vida de la población, a través del desarrollo del mercado interno, es buena incluso para las propias elites. En cuanto a la política internacional, el general analizó la crisis en Oriente Medio y señaló que la actitud de Israel de bombardear e invadir el Líbano sólo puede explicarse por el apoyo que recibe de Estados Unidos.
El coordinador del MST intervino durante una hora, y luego, durante un tiempo similar, los participantes le formularon preguntas en un clima distendido y hasta hubo momentos de buen humor. Stédile enfatizó la importancia del encuentro para romper prejuicios e invitó a los profesores de la ESG a visitar la Escuela Florestan Fernandes, donde se forman los cuadros del MST, en el interior del estado San Pablo. En pocas semanas, el propio comandante de la ESG y otros militares visitarán la escuela sin tierra y allí brindarán una conferencia.
Reforma agraria
Antes de adentrarse en la problemática brasileña, Stédile repasó las reformas agrarias realizadas en Europa, Estados Unidos y Japón desde fines del siglo XIX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Citó a Abraham Lincoln, presidente de Estados Unidos que decretó la reforma agraria en plena guerra de secesión, en 1862, cuando la tierra fue distribuida a todos los ciudadanos que desearan cultivarla, beneficiando a millones de familias.
Recordó que en Japón, Filipinas y Corea del Sur, las fuerzas armadas estadounidenses impusieron una reforma agraria radical al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En Japón, se beneficiaron 4 millones de familias y los propietarios con más de dos hectáreas no fueron indemnizados. Algo similar sucedió en Europa luego de la Primera Guerra Mundial, cuando por recelo a la revolución rusa las burguesías de Europa oriental realizaron un amplio reparto de tierras.
Al hablar de Brasil, Stédile recordó las oportunidades perdidas para realizar la reforma agraria. La primera fue en la época de la abolición de la esclavitud, cuando las elites optaron por el camino de Dom Pedro II, que promulgó la primera ley tierras que tuvo como resultado que los esclavos libertos emigraran masivamente a las ciudades formando las primeras favelas. La segunda oportunidad fue la revolución de 1930, cuando comenzó la industrialización del país pero sin democratizar la tierra, lo que podría haber ampliado el mercado interno. La tercera fue en la década de 1960, cuando se decidió no adoptar el proyecto del entonces ministro de Planeamiento de João Goulart, Celso Furtado, el más importante proyecto de reforma agraria presentado hasta hoy en Brasil, que proponía la expropiación de extensiones de tierra mayores a 500 hectáreas. Otra oportunidad se dio al finalizar el ciclo militar, cuando el presidente Tancredo Neves (1986) convocó a formular un proyecto de reforma agraria que su sucesor, José Sarney, no puso en práctica presionado por el lobby de los hacendados.
Problemas actuales
Ahora los intelectuales vinculados al PSDB (socialdemocracia) y al PFL (derecha) dicen que no existe un problema agrario en Brasil, ya que el sector presenta ganancias muy elevadas. Para Stédile es absurdo que una empresa en Pará sea propietaria de 4,2 millones de hectáreas, que el Banco Bradesco posea 250 mil hectáreas y que la secta Moon tenga en la frontera con Paraguay 100 mil hectáreas. Hay 300 millones de hectáreas cultivables mal utilizadas y 50 millones de ellas se utilizan para cultivar soja, caña y maíz para la exportación. En su opinión esa situación produce deformaciones absurdas: en la ciudad de Ribeirão Preto, donde la población rural es de apenas 1.200 personas, la población carcelaria alcanza a 2.700. “Esa ciudad es considerada la California brasileña” por su elevado desarrollo de industrias de punta, observó Stédile.
Dijo que con la intervención de unas pocas trasnacionales como Monsanto y Veracel, que plantan eucaliptos para la exportación de celulosa en el sur de Bahía y en otros estados, el situación de los fundos actual se agrava, por no hablar del descalabro ambiental. Concluyó asegurando que la reforma agriaria a hacerse en Brasil no puede responder a un modelo clásico consistente sólo en repartir de tierras, sino que debe estar vinculada al acceso a la educación y a tecnologías agrícolas.
Elecciones de octubre
Coroneles y mayores de las tres armas, profesores y alumnos de la ESG formularon preguntas sobre las más variadas cuestiones, entre ellas las elecciones presidenciales del 1 de octubre. Algunos militares se interesaron por las reformas agrarias realizadas en China, Rusia y Cuba, lo que permitió a Stédile explicar que en Brasil no hay reforma agraria “porque los de abajo no se organizan”, a la vez que defendió la democratización del capital social.
Luego incursionó en asuntos internos de las fuerzas armadas. Señaló que cada vez que alguien toma una posición diferente a la de las elites es duramente criticado por los medios, en especial por O Estado de São Paulo. Como ejemplo puso el caso del general Lessa, presidente del Club Militar, que es acusado de “jurásico” por los medios por defender intereses nacionales.
Los militares preguntaron por qué el MST se ocupa de temas que van más allá de la reforma agraria e ingresa en la arena política. En cuanto a este aspecto, Stédile mostró cómo la reforma agraria está vinculada a otros problemas como la financierización de la economía, que provoca deformaciones y distorsiones en el funcionamiento del país. Sostuvo que los recientes sucesos en San Pablo (los sangrientos ataques de la delincuencia) son parte de esas distorsiones. Puso como ejemplo que el 30 por ciento del presupuesto federal es destinado a pagar intereses a la banca, que pretende que el Estado se ocupe sólo de la represión a los movimientos sociales y al control de los sectores populares.
Llegado a este punto, planteó el problema de la inexistencia de un proyecto para Brasil, puesto que lamentablemente el mundo político partidario ha sido incapaz de elaborar uno y enarbolarlo. Aseguró que el MST no se convertirá en partido y saludó a los militares que se interesan en la política. Consultado por el coronel Teodoro sobre qué espera del próximo gobierno, señaló que desea un cambio del modelo económico neoliberal, que está produciendo bajos índices de crecimiento y, entre otras cosas, perjudicando el papel de las fuerzas armadas.
Mal con lula, peor sin él
Las elecciones de octubre fueron uno de los temas más debatidos. Aseguró que la mayoría de los miembros del MST votará por Lula, aunque el actual presidente haya sepultado el proyecto de democracia popular y participativa que esperaban. Stélide analizó las demás candidaturas: dijo que Heloisa Helena no tiene base social y se presenta apenas con el gancho del combate a la corrupción; Geraldo Alckmin, seguidor del Opus Dei y defensor incondicional del modelo neoliberal, no esconde su objetivo de radicalizar las privatizaciones de empresas estatales como Petrobras, Banco do Brasil y la Caixa Econômica; Cristovam Buarque se lanzó por el PDT (laborismo) para que ese partido intente superar la cláusula que exige un mínimo del 5 por ciento de los votos para poder formar grupo parlamentario.
Aseguró que el gobierno de Lula está dividido en varios sectores, y por eso aún se dan las condiciones para conseguir algunos cambios necesarios a fin de que la mayor parte del pueblo brasileño mejore su calidad de vida. Según entienden las bases del MST, las cosas van mal con Lula, pero sin él irían peor.
Al finalizar el evento militares y sin tierra compartieron un almuerzo. Quedó flotando en el aire la sensación de que las relaciones entre ambos sectores, que siempre fueron conflictivas, podrían empezar a cambiar.
- Mário Augusto Jakobskind, Rio de Janeiro. Corresponsal de Brecha.