Las armas secretas del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil

2005-02-11 00:00:00

Al mismo tiempo que la conquista del poder, la
Revolución acomete la conquista del pensamiento. José
Carlos Mariátegui

América latina tiene mucho para crear y ofrecer al mundo.
Si en algún momento las esperanzas andan flojas, el
entusiasmo adelgaza, los brazos sienten la tentación del
cansancio o alguien piensa en tirar la toalla, siempre
surge algo nuevo que nos impulsa hacia adelante. No hay
dominación -por más poderosa o absoluta que parezca- que
pueda vencer la voluntad de la rebeldía popular
organizada.

Cuando algunos pretenden adaptarse al sistema eligiendo
una versión más elegante y perfumada de capitalismo -
llámese "tercera vía", "capitalismo con rostro humano",
"capitalismo nacional", "radicalización de la democracia",
etc.- el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil eleva su
apuesta. Dos décadas después de su fundación y en medio
del profundo debate que se ha generado en Brasil ante las
evidentes frustraciones del gobierno de Lula, los
compañeros y compañeras del MST acaban de inaugurar en la
ciudad de Guararema (a 60 km de San Pablo), entre el 20 y
el 23 de enero de 2005, la Escuela Nacional de Formación
Política Florestan Fernandes (ENFF). Un proyecto
estratégico y de largo plazo que seguramente marcará una
inflexión política en esta parte del mundo.

La Escuela se construyó con el esfuerzo voluntario de la
militancia del MST. Como decimos en la Argentina, ese
trabajo fue totalmente "a pulmón". En ella trabajaron
durante casi cinco años y en forma rotativa 1.066 hombres
y mujeres de los asentamientos y campamentos, organizados
en 25 brigadas de construcción de 20 de estados de Brasil.
Estas brigadas de trabajo voluntario demostraron en la
práctica que los ideales del Che Guevara están más vivos
que nunca.

La Escuela cuenta con un predio de 1.044 m2, con cuatro
edificios de alojamientos para quienes allí estudien de
1.133 m2 y con un edificio pedagógico de 2.400 m2. Sin
embargo, su radio de acción no está limitado a un
edificio físico-material encerrado en un terreno
geográfico sino que se extiende a toda la práctica
política del MST a nivel nacional.

Más allá del ejemplo moral que demostraron las brigadas,
como hecho específicamente político la fundación de la
Escuela Florestan Fernandes constituye un aporte
invalorable para todo el movimiento revolucionario
latinoamericano. Por allí pasarán campesinas y
trabajadores urbanos, estudiantes y jóvenes
revolucionarios de todo el continente. Un desafío abierto
al futuro.

Pero no habrá proyecto de futuro sin memoria del pasado.
Por eso esta propuesta de formación reactualiza al mismo
tiempo las mejores tradiciones que nos antecedieron.

La Escuela del MST, que apunta a transformarse en
Instituto de Enseñanza Superior y en la primera
Universidad Popular de Brasil, forma parte de una larga
tradición pedagógica en la que se inscriben desde la
concepción militante de la educación de la Universidad
Popular González Prada de Perú (en la cual actuó José
Carlos Mariátegui) hasta la Universidad Popular José
Martí de Cuba (donde participó Julio Antonio Mella).
Ambas herederas, durante los años '20, de la pedagogía
libertaria que inauguraron Deodoro Roca y sus compañeros
de la Reforma Universitaria de Córdoba en la Argentina de
1918. Una tradición pedagógica socialista,
antiimperialista y libertaria, de la cual Paulo Freire
constituye uno de los mejores continuadores en la segunda
mitad del siglo XX. Ninguna de esas experiencias
precursoras y originales de nuestra América fue un calco
ni una copia.

Las críticas radicales a las instituciones de enseñanza
oficial formuladas durante el mayo francés -1968-, es
decir medio siglo después de la revuelta estudiantil de
Córdoba, son seguramente de las más conocidas y
difundidas en el mundo, pero no fueron las primeras y ni
siquiera las más significativas en este terreno
pedagógico.

Con el acto de fundación de la Escuela Florestan
Fernandes los hermanos y hermanas del MST, partiendo de
los anhelos, sueños y proyectos más queridos de la clase
trabajadora brasileña, han recuperado ese inmenso acervo
pedagógico latinoamericano. Su propuesta constituye, como
nos reclamaba Mariátegui, un nuevo capítulo de la
creación heroica.

¡Qué tiemblen los poderosos! ¡Qué tiemblen! Nada más
peligroso que ver a los trabajadores revolucionarios y a
los jóvenes rebeldes apropiándose del saber histórico de
la humanidad. En esta Escuela, odiada por todos los
patrones de Brasil -que la atacan sin piedad desde sus
monopolios de la comunicación- y despreciada por los
millonarios del mundo habrá seguramente entrenamiento y
tráfico de armas secretas...

¡Armas! ... ¡Armas! ... ¡Armas!... La Escuela Florestan
Fernandes será un centro internacional de armamento
subversivo y terrorista.

Que Bush no duerma. Que a los generales y halcones del
Pentágono se les quite el apetito. Que las bases
militares de EEUU hagan sonar sus alarmas y sus máximos
alertas. Que la OTAN tiemble junto con el ALCA, el FMI,
Wall Street y la OMC. Que los grandes explotadores del
mundo comiencen desde ahora a planear su defensa o su
retirada. Aquí habrá muchísimas armas. Muchísimas. No
sólo para el pueblo brasileño sino para todos los
luchadores y militantes populares del mundo.

¿Qué arma secreta puede ser más explosiva, más demoledora,
más temida que un libro empuñado por los trabajadores?.
Ni los peores arsenales químicos de las fuerzas
represivas norteamericanas son tan corrosivos como la
cultura en manos del pueblo laborioso. Cultura y
trabajadores, trabajadores y cultura, combinados con los
intelectuales orgánicos, son dinamita. Su onda expansiva
es más contundente que la más salvaje de las bombas
atómicas de los yanquis. ¡Qué se cuiden la Casa Blanca,
el Departamento de Estado, la CIA, el FBI, la CNN y todos
los marines! Contra las armas del pensamiento crítico y
la moral socialista ellos no podrán. Estamos
absolutamente seguros. Que tiemblen, que tiemblen.

Los grandes monopolios de la comunicación de Brasil ya
han empezado a sangrar por la herida, cuando titulan y
editorializan que "el MST inaugura una escuela de más de
un millón de dólares". Que sangren nomás y se cocinen en
su salsa agria de resentimiento y odio de clase. Se lo
merecen. Mezquinos, miserables, elitistas, cortos de
mente y de moral. Su perspectiva cultural y su amplitud
de comprensión histórica llegan hasta donde se extienden
sus bolsillos y sus cuentas bancarias. Pero nunca más
allá de ahí. Por eso tanto odio contra esta Escuela de
cuadros y formación política.

El nacimiento de la Escuela Florestan Fernandes nos
recuerda la falta que nos hace el estudio colectivo
sistemático, la formación política, la elaboración de
estrategias que vayan más allá del día y la coyuntura
inmediata. El sólo hecho de fundarla deja bien en claro
la cortedad de miras de los apologistas -¿inocentes?- de
la pura "espontaneidad", de aquellos que nos recomiendan
abandonar todo estudio sistemático, ir con la coyuntura
del momento pues... "el pueblo no necesita de teorías" ni
"grandes relatos totalizadores". Como si cualquier
elaboración de estrategias implicara, por definición,
caer en el dogmatismo o en el verticalismo. Como si la
"multitud" dispersa y fragmentada pudiera enfrentar
eficazmente la dominación mundial del capital.

¿Por qué denominar a la Escuela con ese nombre?

Florestan Fernandes [1920-1995] fue uno de los
principales intelectuales socialistas brasileños. Uno de
los máximos representantes de la sociología crítica. Este
viejo rebelde e inconforme produjo una obra prolífica y
voluminosa, donde se destacan sus estudios sobre la
formación social brasileña y en particular sobre los
problemas de la dominación burguesa y el carácter
retardatario de la burguesía de aquel país. Al mismo
tiempo, tiene libros publicados sobre el socialismo y la
revolución cubana, entre muchísimos otros.

El hecho de designar con su nombre a la Escuela implica
todo un gesto de política cultural, donde la recuperación
de los clásicos del pensamiento marxista latinoamericano
-olímpicamente olvidados o desconocidos por el
eurocentrismo, incluso el de izquierda- se torna una
tarea fundamental.

Esta inauguración, precedida por un seminario de tres
días, que tuvo lugar en enero del 2005, fue una auténtica
fiesta. Imposible resumir tantas experiencias de lucha,
tanta emoción compartida, tanta alegría colectiva, tanto
derroche de solidaridad revolucionaria.

Trazando una semblanza política e ideológica de Florestan,
director honorario de la Escuela, el profesor Antonio
Cándido se explayó sobre su figura y su trayectoria vital
por medio de una entrevista grabada. No fue el único
testimonio sobre el sociólogo brasileño. También
estuvieron presentes algunos de sus hijos y sus nietos,
visiblemente emocionados, así como compañeros suyos y su
biógrafo.

¡Qué orgullo para un intelectual latinoamericano que su
nombre se convierta en sinónimo colectivo de pensamiento
rebelde, pensamiento militante, pensamiento crítico! ¡Qué
honor! Un reconocimiento que las Academias tradicionales
únicamente prodigan a los intelectuales comprometidos...
comprometidos con el poder de turno. Un reconocimiento
que se cuidan bien de otorgar a los rebeldes,
iconoclastas y disconformes, a los que sacan los pies del
plato, a aquellos y aquellas que reflexionan, crean o
enseñan contra el poder y el orden establecido. ¡Qué
orgullo para Florestan y para los que como él eligen
defender el punto de vista político de las clases
subalternas y explotadas!

¿Cuándo fundaremos en Argentina escuelas de formación
política del movimiento piquetero o de las fábricas
recuperadas que lleven el nombre de Silvio Frondizi,
Raymundo Gleyzer o Ernesto Guevara?

Si estuviera vivo -de algún modo lo está, no físicamente
pero sí a través de sus enseñanzas, de sus libros y del
cariño que el pueblo brasileño siente por él- seguramente
Florestan se acordaría de aquella reflexión del joven
Marx, según la cual cuando la teoría prende en las masas
y el pensamiento teórico penetra en las raíces del suelo
popular ambos se convierten en una poderosa e imparable
fuerza material. Precisamente eso es lo que está
sucediendo en la Escuela de Formación Política del MST.

Junto a la recuperación de los intelectuales
revolucionarios y del pensamiento marxista en la
inauguración de la Escuela circuló la palabra rebelde de
las humilladas y los condenados de la tierra. En los
idiomas más diversos -como en una renovada torre de Babel
del siglo XXI- ellas y ellos vuelven una y otra vez a
enseñar el mismo camino: solidaridad, resistencia, unidad,
lucha, antiimperialismo, socialismo.

Sí, fue una fiesta. En todas las acepciones del término.
Por la alegría y también por sus protagonistas. Porque si
hubo una protagonista destacada ella fue la juventud. Una
juventud que vivió y disfrutó de las canciones, los
bailes, la música, la alegría, siempre entrecruzados con
el estudio y la militancia. Unida a una increíble
disciplina (auto)consciente, militante, revolucionaria,
por la cual una masa gigantesca de jóvenes se podían
quedar cantando o festejando hasta cualquier hora de la
madrugada y a las ocho de la mañana estar listos para el
debate sin que nadie obligue ni coaccione a nadie.

¡Qué distinto se vive el estudio cuando no es fruto de
una imposición formal ni está guiado por una disciplina
heterónoma destinada a obtener un título o una
matriculación sino que está motivado por la necesidad
vital de crecer, de formarse, de militar y así contribuir
a cambiar el mundo!

Y entonces, en medio de debates y festejos, de abrazos y
alegrías, se entonaron numerosas veces esos versos
gloriosos de la Internacional, esa canción de lucha que
hace erizar la piel hasta las lágrimas. La Internacional,
cantada junto con una masa gigantesca de rostros
transparentes y esperanzados, de manos curtidas, de gente
brava y levantisca acostumbrada a la lucha contra la
crueldad del capitalismo y sus cuerpos represivos, a la
solidaridad y hermandad de clase. Sí, la Internacional,
en medio de incontables banderas rojas y una gigantesca
pintura con el retrato de grandes líderes revolucionarios
de los cinco continentes.

Y en el centro del retrato la cara dibujada de Lenin,
mirando de frente con los ojos bien abiertos. Sí, Lenin.
¿Otra vez Lenin? ¿Lenin en la América Latina del siglo
XXI? ¿Lenin rodeado de rostros morenos, piel oscura y
manos curtidas? Sí, Lenin. Y el Che Guevara. Y Carlos
Marighella y Rosa Luxemburg, entre muchos otros más.

Pero... ¿cómo? ¿Todo eso no es viejo? ¿No pertenece al
pasado? ¿No pasó de moda? ¿No estaremos relatando una
vieja película? No, no era una película. No se trataba de
recuerdos nostálgicos ni impotentes añoranzas del pasado.

¿Por qué recuperar esos símbolos de rebeldía? Las
hermanas y los hermanos Sin Tierra saben perfectamente la
respuesta. No hace falta preguntarles. Las sonrisas de
oreja a oreja, los abrazos, las lágrimas, los nuevos
abrazos donde se mezclaba la gente de Brasil con
compañeros y compañeras de los países y culturas más
remotos del mundo constituyen respuestas demasiado
contundentes como para animarse siquiera a preguntar por
qué Lenin, por qué Rosa, por qué el Che.

Y otra vez escuchamos, repetida mil veces, esa palabra
hermosa que los militares argentinos y brasileños -fieles
perros guardianes del imperialismo norteamericano y sus
burguesías vernáculas- quisieron borrar la faz de la
Tierra. ¡El internacionalismo! Pero no se trataba sólo de
una linda palabra o una consigna atractiva dibujada
tranquilizadoramente en un papel. Se veía en la cara de
la gente. ¡Cuántos rostros distintos! ¡Qué variedad
conforma al género humano! Negros enrulados, amarillos
con ojos rasgados, blancos pálidos y rubiones, mestizos,
indígenas, todos los colores, todas las nacionalidades,
todas las formas en un mismo rostro de alegría y
esperanza cantando juntos y juntas la Internacional.
Mientras el capitalismo de nuestros días sigue
reproduciendo el racismo, la intolerancia, la xenofobia y
el extremismo nacionalista, el socialismo recrea y
potencia toda la diversidad y la fraternidad en su
proyecto esencialmente internacionalista y humanista. Ni
los mejores murales de Diego Rivera, donde Marx y los
líderes socialistas internacionales siempre aparecen
rodeados de todos los rostros del mundo, contienen la
variedad mundial de amigos que hoy en día logra reunir la
militancia del Movimiento Sin Tierra.

Y entonces nos encontramos con uno de los principios
originales del MST: la mística. Esa palabra intraducible,
de origen religioso que ha sido secularizada por el
Movimiento Sin Tierra, donde se dan la mano la ética y la
estética, la subjetividad y la identidad, la lógica de
los sentimientos y las emociones de la conciencia, la
simbología y la cultura popular -es decir, todos las
antiguas deudas y cuentas pendientes que nos dejó la
pesada herencia del marxismo economicista y el
stalinismo-. La militancia del MST invierte una energía y
un tiempo increíble preparando hasta el último detalle de
las representaciones estéticas donde se celebra la
recuperación de la tierra y la rebeldía contra los
hacendados y patrones, las guardias blancas y los matones
al servicio de los millonarios. Representaciones
escénicas y musicales en las cuales la identidad
político-cultural se va construyendo desde la conciencia
pero también desde los afectos, las emociones y los
sentimientos.

Y junto a Lenin reaparece de nuevo en la América Latina
del siglo XXI el Che Guevara. Siempre el Che. Presente en
cada instante de la inauguración de la Escuela Florestan
Fernandes, pronunciado en todos los idiomas, recreado en
todos los colores, omnipresente en todas las
intervenciones y en todos los rostros. ¡Cuánta admiración
tienen los militantes del MST por el Che! ¡Con qué cariño
y con qué atención escuchaban los campesinos, los
estudiantes, los trabajadores del MST a Aleida Guevara,
la hija del revolucionario -ella misma médica
revolucionaria e internacionalista en Nicaragua y Angola-!
A pesar de todos los maremotos de desinformación que día
a día bombardean con el mensaje monocorde y mediocre que
proviene de Miami, la revolución cubana del Che y Fidel
sigue estando en el centro del corazón de los humildes,
de las explotadas y de los rebeldes.

En medio de este seminario hemos tenido el privilegio y
el tremendo orgullo de abrazar a esas combativas mujeres
palestinas, envueltas en sus pañuelos que ya se han
convertido en símbolo de rebeldía universal. Madres
militantes que mientras recordaban a sus muertos en la
tortura del ejército israelí, le hablaron a la juventud
brasileña de la importancia fundamental del ejemplo del
Che Guevara para las luchas actuales en Palestina. Ellas
se refirieron expresamente a la actualidad del Che no
sólo para el Medio Oriente sino para, según sus propias
palabras, el futuro socialista de toda la humanidad.

Lo interesante es que de la mano del Movimiento Sin
Tierra, después del saludo y el discurso de estas
hermosas señoras de la dignidad tomó la palabra un joven
judío de Israel crítico del sionismo, recordándole a los
presentes y a la humanidad que el agresivo Ejército
sionista no es enemigo únicamente de nuestros hermanos
palestinos sino también de todos los judíos
antiimperialistas. ¿Qué judío humanista y revolucionario
de cualquier parte del mundo, habite donde habite, no
sentirá asco y repugnancia frente a los torturadores
sionistas, amigos de Videla y de Pinochet, de Somoza y de
los racistas sudafricanos, de George W.Bush y de cuanto
fascista ande suelto por allí? ¿Acaso no fue ese mismo
Ejército israelí el que vendía armas a Videla cuando en
la Argentina de 1976 desaparecieron en los campos de
tortura y exterminio aproximadamente 2.000 militantes
judíos? Israel les dio la espalda, estrechando la mano
sangrienta del general nazi Jorge Rafael Videla.

Y entonces tomó la palabra François Houtart, ese
entrañable y humilde sociólogo de la religión, que
desnudó la estrategia imperial dirigida a reemplazar la
agricultura tradicional por los cultivos transgénicos y
rentables, en América Latina y en el sudeste asiático.
Mientras recuperaba la lucha de los pueblos de Vietnam,
Tailandia e Indonesia contra la agricultura capitalista,
François Houtart nos recordó que la religión puede ser el
"opio del pueblo". Efectivamente, ese rol ha jugado en
gran parte de América Latina a la hora de enfrentar a
los rebeldes y pedirles "paciencia y reconciliación".
Pero Houtart también nos enseñó que la religión puede
jugar otro papel: el de incentivo para la rebeldía
popular. Allí está la teología de a liberación, tan
importante en el MST, para corroborarlo.

Luego, se hizo presente el testimonio de los militantes
de Mozambique y África del Sur, recordando que la lucha
contra la desigualdad continúa aunque ahora haya en el
sur de África un presidente negro. Esas reflexiones
políticas de los compañeros africanos sirvieron de
contrapunto a las intervenciones de alemanas y coreanos,
libios y colombianos, franceses y cubanos, españoles y
chilenas, argentinos y venezolanos. Puro
internacionalismo.

Y el balance crítico y radical, pero al mismo tiempo
esperanzador, de Mónica Baltodano quien nos explicó las
profundas debilidades y los desafíos del sandinismo.
También sobre el sandinismo intervino Carlos Fonseca