Brasil: el MST necesita ser defendido

2001-02-15 00:00:00

Causa indignación la campaña movida por el gobierno y por algunos órganos
impresos contra el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).
La explicación de esa verdadera saña es simple: el gobierno resolvió
desacelerar el programa de reforma agraria.

Pretende substituir las expropiaciones por la compra de tierras por grupos de
agricultores interesados. El programa se llama Banco de Tierra y es
financiado por el Banco Mundial. El MST se opuso rotundamente a este
proyecto y creó tantas dificultades que éste no consigue despegar hasta hoy.
El gobierno no quiere tampoco gastar mucho dinero en el financiamiento de la
agricultura familiar. Tanto Fernando Henrique Cardoso (FHC) como las
personas que formulan sus políticas agrícolas entienden que esa categoría de
productores esta condenada a la muerte. Y eso en razón de los avances de la
agricultura capitalista moderna.

Como no se puede decir esto de forma clara, recurrió a la picardía: anunció
que estaba destinando R$ 4,2 mil millones de reales para conceder crédito
subsidiado a los pequeños productores, pero puso en el reglamento de ese
financiamiento una serie de trampas, con la finalidad de reducir el subsidio
y dificultar la obtención de los prestamos. Y, además de eso, atrasó tanto
la liberación de los recursos -hasta hoy no totalmente liberados- que el
período de siembra en las regiones Sur y Sureste prácticamente llegó a su
fin.

La zafra del próximo año esta perdida para miles de asentados. Es evidente
la intención de no gastar todo el monto anunciado. El saldo no utilizado
servirá, como ya aconteció con el presupuesto del Instituto Nacional de
Colonización y Reforma Agraria (Incra), para el pago de la deuda pública, a
fin de recibir una buena nota de las empresas que evalúan el llamado "riesgo
Brasil".

El MST se opuso con todas sus fuerzas contra esas maniobras. Las denunció
ruidosamente. Llamó la atención de la opinión pública. Obligó a Fernando
Henrique Cardoso a recibirlos y a aceptar forzadamente la mediación de la
Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB), del Consejo Nacional de
Iglesias Cristianas (Conic) y de la Orden de los Abogados del Brasil (OAB).
La renuncia de los mediadores dejó al gobierno desnudo ante todos.

La élite reaccionaria e incapaz de tolerar un movimiento popular
independiente, que no se queda adulando a los poderosos, que reivindica con
altivez. La destrucción del MST está decretada. Sindicaciones, procesos
criminales, reportajes escandalosos y recorte de recursos. ¡Todo vale!

No es posible que los sectores democráticos de nuestra sociedad asistan
impasibles a esa masacre. Más allá de ser profundamente injusta, ella puede
tener consecuencias trágicas para la nación. Al contrario de lo que cierta
prensa proclama, no es el MST quien agita el campo. Lo que agita el campo y
lleva a las ocupaciones y a los saqueos es la miseria resultante de las
estructuras agrarias más concentradas e injustas del mundo. Lo que el MST
hace es direccionar la presión de la población rural hacia un objetivo claro:
la reforma agraria. Ese es un medio de civilizar el conflicto, para que no
degenere en vandalismo y anarquía.

No nos hagamos ilusiones: si las fuerzas reaccionarias, hoy incrustadas en el
gobierno de la República, tuvieran éxito en su intento destructivo, el
surgimiento de un cuadro social muy semejante al de Colombia en el campo
brasileño será meramente cuestión de tiempo.

* Plínio de Arruda Sampaio, abogado y economista, fue diputado federal por el
PT-SP y es Director del semanario "Correio Da Cidadania".