Brasil: Asentamientos rurales y perspectivas de la reforma agraria

2004-05-28 00:00:00

Uno de los temas candentes, hoy, en Brasil es la
conveniencia de la realización de una reforma agraria. En
este artículo, sintetizamos los resultados de una amplia
investigación cuyo objetivo fue analizar los procesos de
cambio provocados por los asentamientos de reforma agraria en
las regiones donde están inseridos, buscando constituir
indicadores y relaciones que permitan evaluar y cualificar el
significado de la existencia de los asentamientos, a partir
de la comparación entre las situaciones actual y anterior de
los asentados (tanto en términos objetivos como subjetivos) y
entre las condiciones socioeconómicas existentes en el
asentamiento y aquellas verificadas en su entorno.

La investigación tomó como objetivo seis regiones de
Brasil que cuentan con una elevada concentración de proyectos
de asentamiento y alta densidad de familias asentadas por
unidad territorial, presuponiendo que este procedimiento
traería mayor posibilidad de apreensión de los procesos de
cambio en curso. Las regiones seleccionadas reflejan la
diversidad de la realidad brasileña: Sur de Bahia, entorno
del Distrito Federal, Sertão de Ceará, Sudeste de Pará, Oeste
de Santa Catarina y Zona Nordestina de cultivo de caña de
azúcar. Dentro de cada una de ellas fue organizada una
muestra de municipios con las más elevadas concentraciones de
proyectos de asentamiento y las más altas participaciones de
asentados en relación a las poblaciones rural y urbana.
Fueron analizados 39 municipios, con un total de 15.113
familias asentadas por el INCRA (Instituto Nacional para la
Colonización y la Reforma Agraria) entre 1985 y 1997. En
estos municipios fueron aplicados cuestionarios a 1.568
familias, en 92 proyectos de asentamiento. Esa muestra es
estadísticamente representativa apenas en los municipios
seleccionados, no representando a la totalidad de las
regiones mencionadas y, mucho menos, a la realidad nacional.
Sin embargo, los resultados obtenidos dan pistas importantes
para la reflexión sobre la situación de los asentamientos y
de los asentados.

A pesar de que todas las áreas seleccionadas presenten
concentraciones importantes de asentamientos, destacándose
tanto a nivel estatal como nacional, la participación de los
asentamientos en los municipios y en las áreas estudiadas es
bastante variada, ya sea en términos de área ocupada o en
términos de familias asentadas. Ese factor, unido a las
diferentes dinámicas regionales en las cuales se insertan los
asentamientos y a la mayor o menor capacidad organizativa de
los asentados, hace que los impactos provocados por ellos
sean bastante diferenciados.

Iniciativas de los trabajadores y formación de áreas de
concentración de asentamientos

Analizando las regiones seleccionadas, se verifica que hay
una fuerte relación entre las desapropiaciones y las
iniciativas de los trabajadores rurales y sus movimientos,
trayendo elementos para la reflexión sobre un tema que
recurrentemente vuelve a las primeras páginas de los
periódicos: las ocupaciones y los conflictos de tierras.

Tomando el mapa de la distribución de los asentamientos en
Brasil se puede percibir claramente la existencia de áreas
vacías, donde no hay prácticamente ninguna presencia de
proyectos y otras donde hay concentración de los mismos,
indicando una especie de territorialización de la reforma
agraria. Esas áreas no presentan necesariamente coincidencia
con ningún recorte administrativo o regional preexistente,
algunas abarcando una pequeña parte de un estado, otras
abarcando partes de dos o tres estados de la federación.
Tampoco se explican por la lógica de las políticas federales
de reforma agraria que se planificaron hasta hoy por
desapropiaciones aisladas, siguiendo la dinámica de los
conflictos.

A pesar de que el Estatuto da Terra, datado de 1964, fue
la primera legislación que estableció una sistemática de
intervención agraria por medio de desapropiación, previese la
tipificación de "áreas prioritarias de reforma agraria",
poquísimas desapropiaciones ocurrieron a lo largo de la
década de los 70. Durante la redemocratización, en 1985, el I
Plan Nacional de Reforma Agraria volvió a proponer el
establecimiento de zonas prioritarias de reforma agraria,
pero la reacción de las fuerzas antirreformistas llevó al
abandono de la idea. Lo que hubo de ahí en adelante fueron
desapropiaciones no sistemáticas y no planeadas, aunque mucho
más frecuentes que durante el régimen militar.

Mientras, sin intencionalidad previa, acabaron por
formarse algunas concentraciones y lo que parece haber pesado
en su conformación fueron las iniciativas de los trabajadores
y de sus organizaciones. En el origen de la gran mayoría de
los proyectos hubo situaciones de conflicto: 88 de los 92
asentamientos estudiados (96%) nacieron de alguna disputa por
la propiedad de la tierra entre propietarios y "ocupantes",
no necesariamente con uso de la violencia, aunque ésta
estuviera presente en varios casos. En 82 casos (89%), la
iniciativa de la petición de desapropiación partió de los
trabajadores y sus movimientos. En tan sólo el 10% de los
asentamientos de la muestra, la iniciativa de desapropiación
partió del INCRA y en apenas el 3% no hubo ningún tipo de
conflicto.

Las iniciativas de los trabajadores asumieron formas
múltiples y variables, a veces combinadas o modificadas a lo
largo del tiempo en un mismo lugar. Una clasificación hecha
en base a las formas predominantes en cada caso apunta que 59
de los 92 asentamientos investigados (63%) resultaron de
ocupaciones de tierra, acciones masivas y públicas, surgidas
a partir de la acción del Movimiento de los Trabajadores
Rurales Sin Tierra (MST) pero que se ampliaron para otros
movimientos de lucha por la tierra y también para el
sindicalismo de trabajadores rurales, inicialmente opuesto a
esa forma de acción. Diferentes formas de resistencia en la
tierra conforman el segundo tipo de iniciativa identificada,
estando en el origen de casi un tercio (29%) de los
asentamientos estudiados e incluyendo los casos de lucha de
trabajadores rurales (residentes, parceiros –realizan
trabajos en tierras de terceros y con ellos comparten la
renta-, arrendatarios y posseiros –no disponen legalmente de
tierras para cultivar) por permanecer en la tierra donde
trabajaban y/o vivían. Fueron también contabilizadas como
resistencia en la tierra las ocupaciones hechas poco a poco
por pequeños grupos de posseiros que entran sin ser notados
en tierras ociosas y establecen explotaciones pretendiendo
tener, al cabo de un cierto tiempo, su derecho de posse –
posesión- reconocido. En esos casos, los conflictos estallan
tan sólo cuando los dueños (o supuestos dueños) intentan
echarlos.

Hay una variación entre las áreas estudiadas en lo que se
refiere a la predominancia de uno u otro tipo de lucha. En el
Oeste de Santa Catarina, entorno del Distrito Federal, Sur de
Bahia y Sertão de Ceará, la implantación de asentamientos
pasó principalmente por la ocupación masiva de tierras, a
pesar de que éstas dos últimas áreas tuvieron también una
presencia fuerte de casos de ocupaciones paulatinas y
resistencia en la tierra. En el Sudeste de Pará, casi todos
los asentamientos estudiados surgieron a partir de
ocupaciones que se hicieron lentamente, a lo largo de los
años, en las cuales la iniciativa de la entrada de la tierra
partió de los propios trabajadores y el apoyo de mediadores
(Sindicatos de Trabajadores Rurales, Comisión Pastoral de la
Tierra -CPT-) sólo se hizo necesario cuando surgían
represalias de los propietarios de la tierra o de grileiros –
son aquellos que se adjudican la posesión de una tierra por
métodos fraudulentos-, en forma de amenazas, presiones o
violencia directa de pistoleros o de la policía.

En la Zona Cañavera del Nordeste, buena parte de las
ocupaciones estuvieron combinadas con otras formas, como la
resistencia de moradores o foreiros contra su expulsión de
las tierras de engenhos –molinos de caña o fábricas de
azúcar- y haciendas de caña de azúcar y las más recientes
reivindicaciones de trabajadores de industrias fallidas para
conseguir recibir sus indemnizaciones por pérdida del empleo
en forma de tierras. La utilización de ocupaciones como uno
de los instrumentos de esa lucha se generalizó en los años 90
con la llegada del MST, ampliándose a los sindicatos y
movimientos y abriendo la posibilidad de incorporar a ex-
trabajadores de la caña y a desempleados que vivían en las
pequeñas ciudades de la región.

El análisis temporal de la creación de los asentamientos y
su comparación con las diferentes acciones de los movimientos
apunta también al hecho de que las desapropiaciones del
período post-85 ocurrieron a estela de los conflictos y de
las movilizaciones sociales que, con el recrudecimiento de la
represión, se desarrollaron más rápidamente. Los primeros
asentamientos llevaron a una percepción de éxito del camino
adoptado, estimulando a trabajadores de las cercanías a
seguir la misma línea, siendo hechas nuevas desapropiaciones
e incluso no tomando necesariamente áreas contiguas, llevando
a la densificación de asentamientos en determinadas áreas y
municipios y llevando a los movimientos a intentar repetir la
experiencia en otras tantas. De esta forma, se puede decir
que la propia conformación de esas áreas de mayor
concentración de asentamientos es, de por sí, uno de los
efectos que ellos vienen provocando en algunas regiones.

Así, las medidas que dieron como resultado la creación de
los asentamientos, incluso sin estar orientadas a la
realización de una reforma agraria "masiva", como exigían los
movimientos de trabajadores, sino adoptadas bajo la presión
de los mismos, se fueron concentrando en las áreas en que
estos movimientos actuaban, llevando al surgimiento de áreas
casi reformadas a posteriori.

Afirmar que los movimientos sociales fueron el motor de
las desapropiaciones en modo alguno quiere decir que los
movimientos actuaron a partir de algún plan preestablecido.
Tanto como los demás actores de las luchas sociales, ellos
han actuado sobre algunas configuraciones históricas de las
cuales ellos son también prisioneros. Estas configuraciones,
aunque inseridas en un fondo más general de la cuestión
agraria en el país, presentan características específicas en
cada región investigada, tales como la quiebra de grandes
emprendimientos patrocinados por el Estado en el sudeste de
Pará, las crisis de los cultivos de cacao en el sur de Bahia,
de la caña de azúcar en la Zona de la Mata nordestina y
algodonera en el sertão de Ceará (ésta última intensificada
por la ocurrencia de grandes sequías), la gran valorización
de las tierras y los fuertes flujos migratorios en el llamado
entorno del Distrito Federal y la crisis de reproducción de
la pequeña agricultura en el sur del país.

El análisis de las actividades ejercidas por la población
asentada en el momento anterior al asentamiento refleja
claramente esa problemática: más del 80% de las familias de
asentados entrevistados vinieron del propio municipio o de
municipios vecinos de donde está localizado el asentamiento.
En el Sur de Bahia se destacan los asalariados rurales
permanentes, probablemente ex-empleados de las haciendas de
cacao. En el Sertão de Ceará se destacan los moradores,
relación predominante en las haciendas existentes en la
región. En el entorno del Distrito Federal y en la zona de
cultivo de caña del Nordeste, predominan asalariados rurales
temporales o permanentes, seguidos de posseiros /parceiros
/arrendatarios, indicando una población que vivía subordinada
a las haciendas. En el Sudeste de Pará ganan el relevo los
"miembros no remunerados de la familia" y posseiros,
indicando posiblemente que los asentados son hijos o
parientes de posseiros en áreas de ocupación más antigua. En
el oeste de Santa Catarina, predominan
parceiros/arrendatarios y "miembros no remunerados de la
familia" (hijos de agricultores).

Los asentamientos vienen, así, posibilitando el acceso a
la propiedad de la tierra para una población históricamente
excluida que ya vivía en la zona rural de la propia región y
que, aunque manteniendo anteriormente algún tipo de inserción
en el mercado de trabajo, lo hacía en condiciones bastante
inestables y precarias.

Asentamientos y alteraciones agrarias y demográficas

Aunque la creación de los asentamientos haya implicado
alguna redistribución agraria, no llegó a alterar
radicalmente el cuadro de concentración de la tierra a nivel
nacional, estatal y ni siquiera en las propias regiones donde
es mayor la presencia de esas unidades. La participación del
área total de todos los asentamientos rurales implantados por
el INCRA en el área total de los establecimientos de los
estados abarcados por la investigación oscilaba, en 1999,
entre el 0 y el 5%. La única excepción era Pará, donde los
asentamientos representaban el 25% del área total del estado.
Si tomamos apenas los municipios incluidos en la
investigación (con mayores concentraciones de asentamientos),
la relación entre el área de los asentamientos y el área de
los establecimientos agropecuarios es significativamente
mayor pero, incluso así, con variaciones importantes entre
las regiones y entre los municipios, yendo de apenas el 3% en
el sur de Bahia hasta el 40% en el sudeste de Pará.

Las alteraciones en la estructura agraria son, por tanto,
más visibles sólo a nivel local, motivo por el cual no se
puede clasificar la política de asentamientos rurales como un
profundo proceso de reforma de la estructura agraria.

De igual forma, aunque la población asentada no tenga gran
peso sobre la población total de la región, su participación
relativa en la población rural de los municipios estudiados
en varios casos es significativa. Una consecuencia posible es
que la intensificación de los asentamientos en estas regiones
haya contribuido, si no a ampliar la población rural, sí por
lo menos a estancar su decrecimiento.

Por otro lado, en algunos de los municipios analizados,
los asentamientos han llevado a un rediseño de la zona rural,
modificando el paisaje, el patrón de distribución de la
población, el trazado de las carreteras, provocando la
formación de nuevos aglomerados poblacionales, cambiando el
patrón productivo, a veces relacionándose con la
autonomización de distritos así como con la creación de
nuevos municipios.

Los asentados: trabajo, renta y condiciones de vida

El análisis del perfil de la población estudiada refuerza
el argumento anterior por el que los asentamientos vienen
posibilitando el acceso a la propiedad de la tierra de una
población históricamente excluida. Gran parte de la población
asentada vivía en la zona rural de la propia región: más del
80% de las familias entrevistadas vinieron del propio
municipio o de municipios vecinos a donde está localizado el
asentamiento y el 94% de ellos ya tuvieron alguna experiencia
de trabajo en la agricultura a lo largo de su vida. Los
responsables de las parcelas tienen baja escolaridad (87% de
los entrevistados cursaron, como mucho, hasta el 4º curso de
la educación básica, siendo un 32% los que nunca fueron a la
escuela).

En el momento inmediatamente anterior al asentamiento, el
75% de los asentados estaban ocupados en actividades
agrícolas, como asalariados rurales permanentes o temporales,
posseiros, parceiros, arrendatarios o trabajaban con los
padres u otros parientes en la agricultura.

En escenarios de elevados índices de desempleo y relativo
cierre del mercado de trabajo para los segmentos menos
escolarizados de la población, asociado a la crisis de
importantes sectores de la gran agricultura y de dificultades
para que los hijos de los agricultores familiares se
establecieran como productores, los asentamientos
representaron en las regiones estudiadas una importante
alternativa de trabajo e inserción social.

La creación de los asentamientos hizo posible que esa
población centrase sus estrategias de reproducción familiar y
de sustento económico en la propia parcela, abriendo la mano
también a otras fuentes de trabajo y de renta fuera de ella,
muchas de ellas también relacionadas con la existencia del
asentamiento. Del total de la población mayor de 14 años en
los proyectos investigados, el 79% trabajaban solamente en la
parcela, el 11% en la parcela y también fuera de ella, el 1%
solamente fuera y el 9% declararon no trabajar. O sea, el 90%
de los asentados mayores de 14 años trabajaban o ayudaban en
la parcela, en una media de tres personas por parcela. El
trabajo fuera del lote en las áreas estudiadas aparece como
complementario: de aquel 12% del total de la población que
hacía algún trabajo fuera de la parcela (sumando los que
trabajan sólo fuera o también en el lote), el 44% lo hacía
con carácter eventual, el 24% con carácter temporal y apenas
el 31% de modo permanente.

La presencia de los asentamientos acaba actuando también
como factor generador de puestos de trabajo no agrícolas: más
de la mitad de los que trabajaban fuera de la parcela
ejercían actividades dentro del propio asentamiento,
incluyendo trabajos no agrícolas generados por la nueva
situación (construcción de casas, carreteras, escuelas, obras
de infraestructura, profesores, ladrillos, como agentes de
salud, en trabajos colectivos, mejora de productos dándoles
valor añadido, transporte alternativo, etc.).

Aunque los recursos originados en la parcela por medio de
la comercialización de la producción no sean la única fuente
de rendimientos familiares, éstos representan el 69% de esos
rendimientos, mientras que las actividades de trabajo externo
representan el 14%, y los beneficios obtenidos por cobertura
social pública, el 17%, siempre con algunas diferencias
regionales.

A parte del número de empleos generados, las familias
asentadas acaban sirviendo como amparo social a otros
parientes, actuando también, en algunos casos, como mecanismo
de recomposición de familias. En el 24% de las parcelas
viven, además de la familia nuclear (padre, madre e hijos),
otros parientes, como padres, suegros, yernos, nueras,
hermanos, cuñados, nietos, etc., muchos de los cuales no
vivían anteriormente con la familia asentada.

El acceso a la tierra permitió, pues, a las familias
entrevistadas una mayor estabilidad y la reformulación de las
estrategias de reproducción familiar que dieron como
resultado, de modo general, una mejora de los rendimientos y
de las condiciones de vida, especialmente cuando se considera
la situación de pobreza y exclusión social que caracterizaba
a muchas de estas familias antes de su ingreso en los
proyectos de asentamiento. Hubo un aumento en su capacidad de
consumo, no sólo de géneros alimenticios, sino también de
electrodomésticos, insumos e instrumentos agrícolas. Eso se
hace patente en el hecho de que el 66% de los entrevistados
apuntaron una mejora en la alimentación y el 62% consideran
que su poder de compra aumentó. Creció el número de familias
que poseen fogones de gas, frigoríficos, televisión, antenas
parabólicas, máquinas de lavar y transporte propio
(especialmente bicicletas y animales). Las mejoras en el
patrón de consumo, de vivienda y en la posesión de bienes
duraderos hacen que los asentamientos acaben actuando como
dinamizadores del comercio local, hecho que se acentúa en los
casos de elevada concentración de asentados.

Producción

Es grande la di