Es hora de mostrar indignación y solidaridad
Hay momentos en la historia de un país en que no cabe sino el registro de la
injusticia y el llamado a la solidaridad de aquellos que todavía no perdieron
el sentido de la justicia y de la dignidad.
El MST está siendo objeto de dos ataques ignominiosos.
El primero parte del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC) y se
desprende de sus compromisos con el FMI, que no admite concesión de crédito
subsidiado a la pequeña agricultura porque no admite esa categoría de
agricultores en su modelo de agricultura moderna. Por otro lado, FHC se
irrita con un movimiento que reivindica y no pide -actitud de independencia
que repugna a un elitista nato.
Desde que inició su gobierno, FHC ha perdido todas los lances frente al
Movimiento Sin Tierra (MST). Su elevado ego no puede soportar tamaño
atrevimiento y por eso el MST tendrá que ser destruido. ¿Cómo? a)
desacelerando las expropiaciones y cocinando con el Banco Mundial, como forma
de dividir a los sin tierra, un financiamiento para grupos que quieran
comprar tierras; b) comprimiendo el crédito a los asentados, a fin de que
ellos pierdan la confianza en el movimiento; y c) criminalizando a sus
líderes, de modo a anular las únicas formas de comunicación que el movimiento
tiene con la sociedad -las invasiones simbólicas de predios públicos y las
marchas de protesta.
El segundo ataque al MST parte de órganos de prensa como la Revista Veja, los
periódicos O Estado de Sao Paulo, Folha de Sao Paulo, Jornal do Brasil, Globo
y varios otros. Con las honrosas excepciones de periodistas como Jânio de
Freitas, Marilena Felinto, Sebastiao Nery, Carlos Chagas, todos los
reportajes de esos periódicos (y los respectivos titulares) están dirigidos a
indisponer al MST con la opinión pública mediante dos calumnias: la de que el
movimiento desvía parte del crédito concedido a los asentamientos para sus
gastos; y la de que, bajo la fachada de un movimiento de trabajadores sin
tierra, se esconde un grupo guerrillero listo a dar un golpe contra la
democracia.
Cuando parecía que el MST había agotado todas las formas pacíficas (aunque
ruidosas) de alertar la opinión pública de lo que está ocurriendo con la
reforma agraria, se abrió una ventana: la CNBB (Conferencia Nacional de los
Obispos de Brasil), la CONIC (Confederación Nacional de las Iglesias
Cristianas) y la OAB ( Orden de los Abogados de Brasil) aceptaron mediar
negociaciones entre el MST y el gobierno para poner fin al impasse que está
paralizando la reforma agraria. Iniciadas en julio, las reuniones, que
contaron en dos ocasiones con la presencia del presidente de la República, se
cortaron el 18 de octubre con la declaración conjunta de los tres mediadores.
El texto integro de la declaración, que los periódicos que están atacando al
MST lo han escondido al público, no da margen a dudas: el gobierno no cumplió
los acuerdos hechos en las reuniones. Por tanto, el impasse continúa.
La gran pregunta que queda es la siguiente: ¿los demócratas asistirán
impasibles al estrangulamiento del MST? Las iglesias y la OAB ya se
posicionaron. Es hora de que la CUT, la Contag, los partidos populares, las
ONG's verdaderamente democráticas entren con más disposición en esta lucha, a
fin de impedir que la colusión entre el gobierno y la prensa reaccionaria
asfixie el más importante movimiento social de este siglo. Pero es necesario
actuar con rapidez, pues no nos engañemos: si el MST, movimiento abierto y
dentro de las instituciones, sucumbe a los ataques, muy probablemente la
próxima onda de insatisfacción de la población rural, en su larga lucha por
la dignidad y la ciudadanía, asumirá formas violentas de reivindicación, como
viene sucediendo hace años en Colombia, con un altísimo costo social.
CORREIO DA CIDADANIA
(semana del 21 al 28 de octubre del 2000)