Los desafíos para el nuevo milenio

2000-07-25 00:00:00

Los pensadores clásicos han caracterizado la existencia de un problema agrario en las sociedades capitalistas del
siglo pasado, al percibir que la concentración de la propiedad de la tierra, originaria de los resquicios del
feudalismo y de la oligarquía rural, se transformó en obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas en el
campo y en la industria. De esa forma, las élites burguesa-industriales recién llegadas al poder, a partir de la
revolución francesa, comprendieron la magnitud de este problema agrario, de la concentración de la propiedad
como una traba al desarrollo mismo del capitalismo, y trataron de buscar una solución sencilla. Propusieron la
distribución, la democratización de la propiedad de la tierra, y llamaron a ese proceso de reforma agraria.

Revisando las experiencias históricas de cómo esa burguesía industrial impuso procesos de reforma agraria, se
podrían enumerar distintas fases progresivas.

1ª Fase: Después de las revoluciones burguesas

En el siglo pasado, después de las revoluciones burguesas, en prácticamente todos los países de Europa
occidental, se llevaron a cabo procesos de reforma agraria. Y se implantó una estructura de pequeñas y medianas
propiedades, que ha perdurado hasta nuestros días.

En los Estados Unidos de América, como parte de la victoria de los norteños, frente al latifundio esclavista del
Sur, se implantó una ley de colonización del oeste, que estableció un tamaño de propiedad máxima de alrededor
de 100 acres (89 hectáreas) por familia, que funcionó como una especie de reforma agraria, sobre las tierras
públicas, garantizando el acceso más democrático a todos los que quisieran trabajar la tierra, de forma familiar.

2ª Fase: Después de la Primera Guerra Mundial

El estallido de la primera revolución proletaria del mundo, en Rusia, bajo el lema de tierra, pan y libertad, fue el
grito de alerta a otras burguesías europeas que todavía no habían implantado la reforma agraria. Y con el temor
de que se repitiera la revolución rusa en sus países, en el período de 1917-20, se implantaron leyes de reforma
agraria en prácticamente todos los países de Europa oriental, incluso Yugoslavia.

3ª Fase: Después de la Segunda Guerra Mundial

Con la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, y el dominio armado norteamericano en prácticamente
toda Asia, se abrió espacio para que se realizaran en Asia, también reformas agrarias netamente capitalistas. Bajo
la ordenanza de las fuerzas armadas intervencionistas del Gal. MacArthur, se desarrollaron inmediatamente
después de la Segunda Guerra Mundial, leyes de reforma agraria bastante radicales, aplicadas en Japón. Después
de la victoria de China Popular (1949), Estados Unidos implantó sus mismas leyes de reforma agraria en la
provincia autónoma de Taiwan, y posteriormente, después de la guerra de Corea (1953©56), se aplicó la
reforma agraria en Corea del Sur.

De igual forma, en el mismo período, bajo el clima de democratización de la victoria de la resistencia italiana, el
nuevo gobierno de coalición implementó una ley de reforma agraria sobre los remanentes de latifundios
atrasados en el Sur de Italia.

Gracias a esos procesos de reforma agraria se abrió espacio para el desarrollo de las fuerzas productivas en esos
países, se creó un amplio mercado interno, y hubo avances del desarrollo capitalista, con democratización de la
propiedad de la tierra.

En ese mismo período, hubieron otras experiencias de reforma agraria radicales, llamadas revolucionarias,
porque fueron iniciativas de las masas. La más significativa fue la reforma agraria mexicana, hecha al calor de la
revolución de 1910-20 que, aparte de su carácter radical y violento, no traspasó los límites del capitalismo.

Hubo muchas otras reformas agrarias en los países del hemisferio norte, pero ya en el marco de la transición del
sistema económico capitalista al socialismo. Esas reformas agrarias se caracterizaron no solamente por la
distribución de la tierra entre los campesinos, sino que también representaron la nacionalización de la propiedad
social de los medios de producción agrícola, y la eliminación de las diferencias sociales en el campo. Así
ocurrieron las reformas agrarias socialistas de Rusia (1918 en adelante), China (1949), Cuba (1960), Europa del
Este (después) de la Segunda Guerra Mundial), Corea del Norte (1956), Vietnam, etc. Pero ello no es objeto de
estos comentarios, y por eso, no nos proponemos profundizar sobre sus logros.

El problema agrario y las élites del Tercer Mundo

Al contrario de los países centrales, donde las burguesías nacionales se obligaron a democratizar la propiedad de
la tierra, como forma para estimular el desarrollo de las fuerzas productivas, aunque capitalistas, en los países
dependientes del hemisferio Sur las élites locales, totalmente dominadas por el colonialismo y por el
imperialismo, adoptaron otras formas de desarrollo capitalista.

Precisamente el modelo de desarrollo capitalista adoptado por la élites dependientes se basó en la existencia de
la gran propiedad latifundiaria, que pasó a dedicarse a los productos de exportación que interesaban a los países
centrales.

Por eso, en nuestros países se fortaleció la gran propiedad latifundiaria porque al colonialismo, antes y después
del imperialismo, sólo le interesaba la mano de obra y materias primas agrícolas baratas. Y no se preocuparon en
desarrollar el mercado interno y mucho menos las fuerzas productivas locales. En esos marcos, a parte del
desarrollo capitalista dependiente, los problemas sociales solamente se agravaron en los últimos siglos.

Hoy se puede decir que el problema agrario, como veían los clásicos, desde el nacimiento del capitalismo,
persiste en la mayoría de los países periféricos y aún más en Latinoamérica.

Cómo se caracteriza el problema agrario en nuestras sociedades? Podríamos caracterizar su existencia,
describiendo resumidamente la presencia de los siguientes fenómenos económicos y sociales:

- Alta concentración de la propiedad de la tierra. El latifundio es la forma predominante y controla la
mayoría de las tierras en nuestros países;

- La mala utilización de la tierra y demás recursos naturales. Como la propiedad está concentrada en la
oligarquía rural, que no necesariamente necesita de toda la tierra para acumular, gran parte de esas tierras
se mantiene improductiva, con muy baja utilización;

- Lo que es producido en la tierra. Las líneas de producción adoptadas en las tierras más fértiles de nuestros
países no se dedican a cultivos destinados a la alimentación de nuestros pueblos, sino que, más bien, se
destinan al monocultivo de exportación, que interesa a los países centrales, o a la producción de materias
primas vinculadas a la gran agroindustria multinacional.

- El resultado de las características anteriores es de que en casi todos los países periféricos el hambre es
común y afecta a un elevado porcentaje de la población. En el caso de Brasil, son 32 millones de personas
que pasan hambre todos los días, de un total de 150 millones, y otros 65 millones se alimentan, según la
Organización Mundial de Salud, por debajo de las necesidades mínimas.

- El éxodo rural forzado y la migración a regiones fronterizas con otros países. Los campesinos ya no
tienen futuro en sus lugares de residencia y son obligados a migrar a las ciudades o a otras regiones
lejanas.

- El modelo tecnológico adoptado en las agriculturas periféricas sigue una lógica únicamente consumista de
productos agroindustriales producidos por empresas transnacionales. Y no tienen ninguna relación con el
clima, condiciones de suelo, de nuestros países. Es un modelo tecnológico trasladado mecánicamente de
los países centrales, y están trayendo enormes consecuencias, incontrolables, tanto para los recursos
naturales disponibles, cuanto para la sobrevivencia del hombre, así como para el aumento permanente de la
productividad por hectárea.

Tenemos también el problema de la concentración del capital industrial y comercial que domina el comercio e
industrialización de los productos agrícolas. Está concentrado geográficamente en regiones más desarrolladas
del país y en manos oligopólicas de empresas transnacionales. Afectando, por supuesto, al desarrollo agrícola,
ya que hoy en día la mayoría de los alimentos pasa por procesos agroindustriales.

Esas son las características principales de lo que ocurre en el medio rural de nuestros países periféricos, y que
determinan que sí siga existiendo un problema agrario fundamental. Problema agrario que tiene un carácter de
clase. Existe y afecta a la población pobre, a los trabajadores; pero para las élites colonizadas, para las
burguesías locales que solamente piensan en ganancia, de hecho no hay más problema agrario porque, a parte de
todos estos problemas señalados, ellas todavía logran obtener ganancias con la producción agropecuaria. Y si
hay ganancias, no hay problema agrario.

El agravamiento del problema agrario con las políticas económicas neoliberales

El problema agrario existe y tiene sus raíces en el modelo de desarrollo capitalista adoptado históricamente por
nuestras élites colonizadas y dependientes. Pero, en la última década se agravó aún más, con la adopción de las
políticas económicas llamadas neoliberales.

O qué significan esas políticas para la agricultura y el medio rural? Significan un agravamiento del problema
agrario. Porque la adopción del modelo neoliberal representa la sumisión completa de las élites nacionales que
abandonaron totalmente proyectos de desarrollo nacional y se sometieron a la voluntad del capital financiero, y
del capital extranjero, en nuestros países.

Toda la política económica se basa en la apertura de los mercados para las mercancías industriales y agrícolas de
los países centrales y controladas por empresas transnacionales.

Por otro lado, representa una forma de explotación de nuestra riqueza, ya no más a través de grandes plantas
industriales, o de materias primas baratas, sino que ahora a través de elevados tipos de interés pagados al capital
financiero, que chupa de nuestros países por el pago de royalties. O disfrazada por tipos de cambio irreales.

La agricultura de nuestros países está siendo destrozada. Y orgullosamente la burguesía dominada, se ufana al
decir que ahora la agricultura pesa muy poco en el PIB nacional, y que la población rural es minoritaria en el
país. Como signos de modernidad. Cuando, en realidad, representan signos de mayor miseria y pobreza. Y sobre
todo de abandono de qualquier proyecto de desarrollo autónomo, nacional y al servicio de las mayorías.

Pero, si por un lado el neoliberalismo va a destrozar la autonomía de nuestras agriculturas, si poco le importa el
destino de las amplias mayorías de la población rural. Por otro lado, la propuesta de reforma agraria, de
resolución del problema agrario, ahora más que nunca, se ha vuelto un problema nacional, un problema de clase.
Y al contrario de lo que sucedió en Europa y Estados Unidos, donde fueron las burguesías nacionales quienes
resolvieron el problema agrario, en Latinoamérica y en el Tercer Mundo el problema agrario solamente podría
ser resuelto ahora por las fuerzas populares.

Es más, la implantación de una reforma agraria en la actualidad no se limita a combatir la concentración de la
propiedad, de los "resquicios feudales", sino que una reforma agraria tendró que combatir todas las
características señaladas arriba, como parte del problema agrario, y en esa medida, se transforma no en solución
del desarrollo capitalista, sino que exige cambios estructurales profundos de nuestras economías, que la
burguesía nacional no quiere y no tiene ni voluntad ni capacidad de impulsarlos. En esa medida, si por un lado el
neoliberalismo agudizó los problemas económicos y sociales de los países dependientes, por otro lado,
profundizó las contradicciones de clase, que nos llevaron a que la propuesta de reforma agraria sea en realidad
una propuesta de cambios de la economía, de cambio de los lazos de dependencia. Una propuesta de liberación
nacional de nuestros pueblos.

La lucha de los Sin Tierra, la experiencia brasileña del MST

El Movimiento Sin Tierra (MST) existe hace casi 15 años en Brasil. Durante este tiempo siempre ha luchado
intensamente contra el latifundio. Nuestras formas de lucha principales fueron la toma de tierras, la realización
de marchas sobre las capitales, asambleas masivas, caminadas, manifestaciones, tomas de edificios del gobierno,
etc.

Al principio éramos muy combatidos por el gobierno, por los latufindistas y las élites, y la sociedad nos veía
solamente como verdaderos Quijotes, luchando contra los molinos...

Pero de esa lucha sin treguas hemos avanzado. Avanzamos en conquistas reales. Durante estos años fueron más
de 1.200 latifundios conquistados a la burguesía, que permitieron el asentamiento de más de 140 mil familias.
Pero avanzamos también en la construcción de una nueva propuesta de reforma agraria, vinculada a los intereses
de toda la población y no isolamente de los sin tierras. Una reforma agraria que signifique el quiebre por las
raíces del problema agrario.Una propuesta de reforma agraria que represente igualdad social, justicia en el
campo y desarrollo económico bajo control de los trabajadores.

Sin embargo, el mayor avance que hemos obtenido fue en el proceso de conscientización de toda la sociedad. En
nuestro último congreso nacional realizado en Julio del 1995, levantamos la bandera "La Reforma Agraria es una
Lucha de Todos". Nuestra estrategia es conscientizar a los trabajadores de la ciudad, la población en general, los
pobres en especial, de que la reforma agraria no es corporativa, no es de interés solamente de los pobres del
campo. Que la reforma agraria es un medio fundamental para resolver la mayoría de los problemas que los
pobres de la ciudad enfrentan, como el hambre, el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de educación,
el transporte y la vivienda.

De a poco, los trabajadores urbanos han comprendido ese carácter. Y hoy podemos avanzar aún más, y decirles,
que la reforma agraria solamente será posible, no por voluntad de un gobierno presionado, sino que solamente
será realidad en el marco de la lucha contra el neoliberalismo, contra el imperialismo, contra la dependencia del
capital financiero, contra la dominación del capital. Y que solamente es posible desarrollarla con un nuevo
modelo de desarrollo, nacional. Nacional, en el sentido que atienda a todos los brasileños. Popular, en el sentido
que atienda a las necesidades básicas de todo el pueblo, y no solamente de una minoría, como es la propuesta del
neoliberalismo.

Estamos, hoy, en ese esfuerzo. Estamos convencidos de que en Brasil, en Latinoamérica, en los países del
Tercer Mundo, solamente es posible alcanzar la reforma agraria con profundos cambios económicos y sociales,
hechos por todo el pueblo organizado.

Sin embargo, tenemos todavía muchos retos por delante. Las ideas socialistas y revolucionarias pasan por una
crisis.

Los sectores pequeño-burgueses que dominan nuestros partidos de izquierda se perdieron con el muro que cayó
en sus cabezas. Tenemos que recuperar la confianza en nuestros pueblos.

Comprender que solamente organizando las masas y haciendo grandes movilizaciones populares lograremos
cambios.

Tenemos que retomar el trabajo de formación político-ideológica. Recuperar formas creativas de comunicación
con las masas. Recuperar la mística de que es posible los cambios sociales. Que el futuro pertenece a la clase
trabajadora. En fin, recuperar el ánimo de la revolución.

Joao Pedro Stedile es miembro de la Dirección Nacional del Movimiento sin Tierra del Brasil.