El discurso más hermoso
La caravana de autocares se adentra por un camino de tierra, dejando atrás la carretera que atraviesa Rio Grande do Sul desde Porto Alegre en dirección a Uruguay. Avanzamos botando en lo asientos al compás de la irregularidad de un suelo seco y polvoriento. A los pocos minutos observamos la presencia de banderas de todos los colores, amarillas, verdes, moradas, violetas, blancas, entre las que sobresalen las rojas del MST. Están alineadas a lo largo de la pista, clavadas sobre la tierra, como dando escolta a los visitantes. A los lados se extiende un mar verde y fértil sobre el que pacen manadas de ganado. A los veinte minutos la caravana de detiene. Hemos entrado en el asentamiento 30 de Mayo. Bajamos de los autobuses y es entonces que tomamos en cuenta que somos cientos, tal vez unos 1200 los visitantes internacionalistas que hemos aceptado la invitación de ver con nuestros ojos una nueva victoria del MST: una unidad de producción de 46 familias que explotan juntas una tierra que obtuvieron tras una larga travesía jalonada de ocupaciones y resistencias al latifundista y sus grupos de choque.
Iniciamos nuestro caminar y para cuando nos damos cuenta advertimos que a ambos lados del sendero que nos conduce al lugar indicado para la concentración, donde luego veremos que han dispuesto un escenario, se hallan hombres y mujeres distribuidos a cada diez metros que nos hacen como una guardia de bienvenida: enarbolan banderas, alzan machetes y otras herramientas de labranza, portan recipientes con semillas y granos básicos, a veces levantan lo puños y siempre sonríen y dan los buenos días. Con los ojos bien abiertos llegamos al punto indicado, una especie de ladera boscosa en la que nos vamos sentando gentes de muchas lenguas que por el milagro de la solidaridad nos entendemos incluso hablando. Abajo de la leve cuesta han dispuesto un escenario en el que sobresale la figura de los cinco continentes hecha mediante piezas de madera que dibujan los contornos. Un poco más allá los micrófonos y a un costado, como evitando todo protagonismo Joao Pedro Stédile y otros dirigentes nacionales de modo que parece que no están.
Tras unos primeros cánticos, de pronto, comienzan a salir de alguna parte mujeres y hombres campesinos haciendo chocar sus azadas y guadanas. Es una llamada a la que acuden decenas de otros campesinos que surgen de todas partes, incluso del interior de la gente expectante, hasta formar un gran número. Mediante movimientos de danza se concentran al rededor de una gran chistera que representa el latifundio. Junto al sombrero un gran chorro de agua desparrama sin ton ni son el liquido por la tierra circundante. De repente una de las campesinas golpea con fuerza la chistera, los demás le imitan y pronto el sombrero queda roto en mil pedazos. Sin pérdida de tiempo toman unas canas de buen diámetro y forman una red conductora sostenida con las manos haciendo que el agua sea canalizada. Comienzan a regar los continentes y así ocurre el milagro: de la tierra, por debajo del lodo, comienzan a emerger figuras oscuras de hombres y mujeres que antes no habíamos detectado por su disciplinada inmovilidad. Surgen decenas de campesinas y campesinos antes muertos, que ahora vuelven a la vida: el agua que riega la tierra es la vida. Van alzándose mediante movimientos estéticos al son de una música que suena también al triunfo de la vida. Los enterrados tienen en sus manos recipientes de madera llenos de semillas que comienzan a lanzar sobre la tierra. Se unen inmediatamente los que ocuparon la tierra y los que vuelven a la vida y forman un pequeño ejército que ahora canta canciones y corea consignas. Las y los espectadores estamos aturdidos: nos están explicando la historia del MST y en particular el proceso vivido en el mismo asentamiento.
Un cantautor entona una canción que ensalza al maíz, al trigo, a la siembra, a los árboles. Y cuando termina su canción en un portugués que suena a música celestial, oímos voces de niñas y niños que vienen de atrás. Volvemos cientos de cabezas y divisamos una singular procesión: todos los pequeños campesinos y campesinas del asentamiento vienen gritando "¡Semente es patrimonio do humanidade!" En primer lugar, un desfile portando flores y bolsas de semillas, por detrás un carruaje tirado por dos bueyes lleno de menores entre los que sobresale una niña de unos nueve anos que grita una y otra vez "!Semente es!" y los demás contestan "!patrimonio do humanidade!"
Según se acercan loas aplausos crecen y todo el ambiente se impregna de una emoción que cambia rostros y miradas. Llegan los niños y niñas a unirse con el ejército campesino, siempre gritando; ahora todos gritamos. Cuando ya hemos gritado todo lo que se puede razonablemente gritar, los niños reparten retoños de árboles a visitantes de diferentes países y uniendo sus manos los plantan en un lugar convenido en el interior de los continentes. Luego, los niños y niñas ofrecen a todos sin excepción bolsitas con semillas para que el asentamiento 30 de Mayo, lo que representa como síntesis de una lucha, esté presente en nuestras tierras a miles de kilómetros de distancia.
Termina la escenificación e intervienen líderes del MST, José Bové y Noam Chomsky. Todas las intervenciones resultan de mucho interés. Pero nada comparable a lo que acabamos de ver y sentir, a lo que hemos vivido con los pelos de punta: el discurso más hermoso del Foro Social Mundial
* Iosu Perales de Hirugarren Mundua ta Bakea.