¿TLC para mayo?

2004-03-26 00:00:00

Posición de la Campaña Peruana frente al ALCA y el Tratado de
Libre Comercio con los EE.UU.

Pocas veces una noticia que corresponde a las relaciones
entre dos países, logra tener tanta importancia para otros.
Acaba de conocerse que los gobiernos de Estados Unidos y
Colombia han fijado el 18 de mayo como la fecha en que deberá
iniciarse la negociación de un tratado de libre comercio,
estando previsto que a ella luego se incorporen el Perú y
Ecuador, y que al último entre Bolivia, aparentemente cuando
todo esté resuelto.

El presidente Uribe tiene motivos para festejar. Después de
todo logró ser considerado como la prioridad andina del
presidente Bush tras un largo esfuerzo por poner en el centro
del comercio los asuntos de la guerrilla, el terrorismo y la
lucha antidrogas, todos mezclados como para que no se
entienda bien. Esta era una apuesta segura en los términos
que más se ajustan hoy a las concepciones dominantes en la
Casa Blanca y el Pentágono.

Un TLC que se conversa con Colombia, para luego obligar al
resto a entrar en el aro puede apreciarse fácilmente como una
prolongación de las políticas de intervención y control que
están en marcha en esta parte del continente. Nadie se
sorprenda que la bandera arriba para entrar a lo del tratado,
se defina en la misma reunión en que se aprueba aumentar los
fondos de ayuda militar para el "Plan Colombia" y se logra
una autorización para aumentar el número de "asesores
militares" de los Estados Unidos en territorio colombiano.

De un lado para otro

El hecho es que ya sabemos como será la negociación que se
viene, o en todo caso como es que ahora está viendo Estados
Unidos las cosas. Desde octubre 2003, hemos pasado
efectivamente por sucesivos cambios, ante los que ninguno de
los gobiernos implicados ha protestado o hecho alguna
observación de procedimiento. Recordemos nomás que en plena
lucha de Washington por desarmar el G-21 y disipar los
efectos de la crisis de Cancún, se ofrecieron TLC bilaterales
a distintos países, en la línea del que venía de ser suscrito
con Chile, después de una larga negociación. Esto quería
decir un uno a uno, en el que todos querían ser los primeros.

Luego se supo -porqué así le pareció a los Estados Unidos-,
que la negociación se haría con cuatro países andinos,
dejando a un lado a Venezuela por razones obviamente
políticas, y prescindiendo de la CAN, como si esta
organización con más de treinta años de existencia, estuviera
pintada en la pared. Esta invitación se convirtió, más tarde,
en una secuencia en la que primero se negociaría con Perú y
Colombia, y en un segundo momento se extenderían los acuerdos
a Bolivia y Ecuador. Ahora tenemos otra variante. Primero
Colombia, y después Perú y Ecuador, mientras Bolivia queda
relegada para el final de las negociaciones.

Hay una clara vulneración de soberanía en todas estas idas y
venidas, a pesar que se supone que es un trato entre países
que se deben respeto mutuo. Pero no hay mucho de que
sorprenderse si se toma en cuenta las abiertas presiones
norteamericanas para hacer que la etapa previa a la discusión
de los contenidos del TLC le sirvan para arreglar problemas
pendientes con nuestros países, como es el caso del reclamo
de las empresas estadounidenses con juicios con el Estado
peruano para que una resolución "rápida y justa" de las
controversias, que se entiende como con intervención política
y a favor de los intereses extranjeros.

Se ha hecho casi natural que en la lógica de lo que se llama
ahora libre comercio, los participantes imaginen que pueden
transar sobre cualquier cosa, incluida la independencia de
poderes, la democracia y la dignidad de las naciones.

Todo por el TLC

Las negociaciones por el TLC tienen un resultado casi
asegurado desde el momento que los países andinos convocados
a participar en él, se han comprometido ante sus pueblos en
la posición de que estos compromisos serán de todas maneras
beneficiosos y que lo peor que puede sucedernos es quedar
excluidos de ellos. De esta manera, al entrar a negociar, una
de las partes -la de EE.UU-, puede afirmar que si no se le
conceden los puntos que reclama, simplemente no habrá TLC y
aquí acaba todo el asunto; mientras la otra -nuestros
gobiernos-, se han comprometido a sacar el acuerdo sea cual
sea el precio o tendrán que reconocer que han fracasado. Así
entonces no estamos ante una relación simétrica y una
negociación verdadera.

Cuando sólo uno puede exigir y amenazar con romper, y el otro
empieza por someterse a la agenda, los plazos, los
acompañantes del acuerdo, el orden de entrada de cada uno, y
a los cambios que el otro impone, ya sabemos que esto será lo
que Estados Unidos quiera, no lo que nuestros pueblos podrían
estar esperando.

Lo más triste de todo es que hasta hoy no se logran ver los
verdaderos peligros del TLC para diversos sectores de la
sociedad en los países andinos. Frente al sueño de conquistar
una pequeña porción del inmenso mercado norteamericano para
los productos de nuestros países: ¿qué estamos dispuestos a
entregar? Eso parece que no está en la preocupación de los
gobernantes. Y tampoco de la mayoría de la población que está
profundamente desinformada.

¿Vamos a facilitar la entrada de productos agropecuarios
fuertemente subsidiados de los Estados Unidos, sin protección
de nuestros mercados, conduciendo a la ruina a pequeños
agricultores y campesinos?

¿Vamos a aceptar la cláusula de "trato nacional", para las
transnacionales de bandera en los Estados Unidos, que
reclaman tener los beneficios y oportunidades de las empresas
locales, incluidas la micro y pequeña empresa, pero no sus
obligaciones?, ¿entregaremos las compras estatales ahora
asignadas a las pymes, al mejor postor, conduciendo a la
pérdida de muchos puestos de trabajo?

¿Vamos favorecer la privatización del agua potable, la salud
y la educación, como parte de la liberalización de los
servicios, afectando seriamente a los consumidores y
arrebatando al Estado de sus últimos instrumentos de política
de desarrollo?

¿Vamos a aceptar que se encarezcan las medicinas, los
programas de cómputo y demás productos protegidos por las
normas de "propiedad intelectual", que en otros TLC han
aumentado los plazos de protección más allá de lo que exige
la OMC con perjuicio a los consumidores?, ¿vamos a reconocer
la propiedad intelectual que las transnacionales reclaman
sobre productos tradicionales de nuestros pueblos como el
caso de la maca y el yacón?

¿Vamos a acabar con la últimas empresas públicas porque eso
conviene a los capitales transnacionales como ocurriría
probablemente con lo que queda de la empresa del petróleo,
los puertos y el resto del patrimonio público?

¿Vamos a someternos a tribunales arbitrales privados
internacionales renunciando a nuestro propio sistema de
justicia?

Estas deberían ser nuestras preocupaciones. ¿Qué se gana y
qué se pierde con los TLC?, ¿quiénes ganan y quiénes pierden?
Y sobre todo respetar el derecho de la ciudadanía a
informarse y decidir sobre si le conviene el camino que
nuestros gobiernos dicen que es el mejor y a la vez,
contradictoriamente, del que no podemos escapar.

La Campaña Peruana frente al ALCA y el TLC con los EEUU,
llama la atención seriamente sobre lo que está sucediendo y
convoca a que nos movilicemos para que estas negociaciones no
subasten al país.

En esa línea convocamos a:

Impulsar la iniciativa de lograr las firmas necesarias para
que se aprueba una ley que obligue a consultar a la población
en relación a los acuerdos que afectan las condiciones de
vida y trabajo de las personas.

Rechazar que se tome el nombre del pueblo peruano en
negociaciones que no han sido informadas ni consultadas y que
van a tener consecuencias muy importantes y negativas sobre
diversos sectores.

Sumar esfuerzos de las campañas contra la deuda externa, las
privatizaciones, el ALCA y el TLC, la guerra y la
intervención, para movilizar el mayor número de voluntades
para que otro mundo sea realmente posible.

Aprobado por la Asamblea de la Campaña Peruana frente al ALCA
y el Tratado de Libre Comercio con los EE.UU., del 25 de
marzo de 2004