Camino a Belém

Salir a la calle el 26 de enero de 2008 para actuar conjuntamente por otro mundo

2008-01-11 00:00:00

Los movimientos sociales se enfrentan hoy a una nueva etapa de la ofensiva del sistema capitalista en su fase neoliberal. Este periodo se caracteriza sobre todo por la instauración de un estado de guerra global permanente. Dicha guerra cobra la forma, para la mayor parte de la humanidad, de una guerra de recolonización. Bajo pretexto de “luchar contra el terrorismo”, este estado de guerra tiene como fin el control de los recursos naturales, saqueando a los pueblos del todo el planeta. Los proyectos norteamericanos del Gran Oriente Medio y en Sudamérica constituyen sus aspectos más visibles. Sin detrimento de las guerras “olvidadas” en los continentes africano y asiático. La expansión de los gobiernos del estado de Israel se incluye en dicha voluntad de controlar todo el globo.

Las movilizaciones de los movimientos sociales contra este estado de guerra permanente consisten también en crear nuevas formas de solidaridad internacional con los pueblos que están resistiendo. Sin embargo, la violencia del sistema también se plasma de otras maneras, además de como guerra abierta contra los “pueblos resistentes” al credo neoliberal. La represión sobre los movimientos sociales y la restricción de los derechos fundamentales son otras de las armas empleadas para desbaratar esta resistencia. Las ocupaciones militares y la creación de bases extranjeras constituyen un atentado explícito contra la soberanía de los pueblos y su deseo de emanciparse de la dominación imperial.

Los desplazamientos forzados, las expropiaciones -otras formas de violencia- son consecuencia del deseo de hacer negocio con la tierra, el agua, y demás recursos naturales. Este estado de guerra es extensible a toda la sociedad, ya que la violencia se convierte en opresión. Y las mujeres son sus primeras víctimas. El planeta mismo padece los estragos de esta huída hacia delante del sistema. La búsqueda desenfrenada del máximo beneficio, que origina la contaminación, el cambio climático, etc., pone en peligro el equilibrio natural.

La violencia cala en todos los ámbitos de la vida social. Se tilda de terrorismo a la negativa de privatizar los recursos naturales en pro de las compañías transnacionales. Se minan los cimientos mismos de la democracia, cuestionando la soberanía de los pueblos y su uso de los recursos naturales o producidos. Las dictaduras y la corrupción proliferan en este caldo de cultivo. Se niegan los derechos más básicos a las clases productivas, a los campesinos y a los trabajadores formales o informales, todos ellos víctimas de la situación. Los más pobres ven empeorar su situación, tanto en el Norte como en el Sur. Se priva a miles de millones de personas de bienes básicos comunes, como la educación, la sanidad, la vivienda.

Exigir la soberanía alimentaria es una respuesta de las organizaciones de campesinos, pescadores, y de todos aquellos que buscan satisfacer sus necesidades sin acudir al mercado mundial.

Quienes sufren estas políticas y estos conflictos, a menudo se ven forzados a abandonar su país. En esta era de libre circulación de capitales, los movimientos sociales debemos tener como finalidad principal la defensa de los derechos de los migrantes, de los refugiados del neoliberalismo y de la opresión, de la diversidad sexual, y de las mujeres que huyen de matrimonios impuestos o de la mutilación sexual.

El patriarcado se ve reforzado por el sistema económico dominante. El tráfico de mujeres y niños y la prostitución son una prueba más de la mercantilización de todos los aspectos de la vida. La situación de las mujeres trabajadoras también se está agravando, en especial en las zonas francas, donde son ellas la mayoría de la mano de obra sin derechos.

A nuestros enemigos directos los hemos identificado sin problema. El G8, al servicio de los transnacionales, sin olvidar el Banco Mundial y el FMI, que imponen sus políticas y son los vectores de la recolonización. La deuda impuesta por estas instituciones no sólo permite la privatización de las riquezas por todo el mundo, sino que también induce al trasvase de riquezas producidas en el Sur a las clases dominantes, presentes sobre todo en el Norte.

La OMC y los acuerdos bilaterales agravan aún más la situación. Tanto para la agricultura como para el trabajo, el medio ambiente, la propiedad intelectual, las migraciones, o la liberalización de los servicios se impone un único marco a todos los pueblos. Los propios estados impulsan estas políticas, o las aplican.

Para los movimientos sociales, lo importante es lograr una convergencia de las movilizaciones globales contra estos enemigos, tanto en los países en vías de desarrollo, como en los países desarrollados cuyos habitantes sufren los efectos de dichas políticas.

No debemos olvidarnos de las dificultades que el sistema capitalista enfrenta para alcanzar sus objetivos. Su proyecto ha fracasado innumeras veces por las manos de la resistencia popular Nuestra mayor victoria, sin embargo, es haber desbaratado el falso concepto de que no existe alternativa posible. La idea de que solo existe una única línea de pensamiento se cuestiona, y se desafía en escala masiva la legitimidad del sistema.

En continuidad con el proceso del Foro Social Mundial, y con el trabajo de construcción de alianzas entre nuestros movimientos sociales, dentro del cual el encuentro de Bruselas en octubre 2006 constituye una etapa importante, los movimientos sociales, aqui presentes en Belém, llaman a participar activamente en los dias de acción global que culminarán el 26 de enero de 2008

Belém, 28 de octubre de 2007.