Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria

2001-09-12 00:00:00

La Habana, Cuba, 7 de septiembre del 2001

Por el derecho de los pueblos a producir, a alimentarse y a ejercer su soberanía
alimentaria

Del 3 al 7 de septiembre del año 2001, nos reunimos en La Habana, Cuba, 400
delegadas y delegados de organizaciones campesinas, indígenas, asociaciones de
pescadores, organizaciones no gubernamentales, organismos sociales, académicos e
investigadores de 60 países de todos los continentes en el Foro Mundial sobre
Soberanía Alimentaria.

Este Foro se realizó en Cuba con la convocatoria de su Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños y un conjunto de movimientos y redes internacionales,
organizaciones y personas comprometidas con las agriculturas campesinas e
indígenas, la pesca artesanal, los sistemas alimentarios sustentables y el derecho
de los pueblos a alimentarse. Es también un reconocimiento al esfuerzo de un país
del Tercer Mundo que a pesar de sufrir por más de cuatro décadas el ilegal e
inhumano bloqueo impuesto por los Estados Unidos y el uso de los alimentos como
arma de presión económica y política, ha sido capaz de garantizar el derecho
humano a la alimentación de toda su población a través de una política de Estado
coherente, activa, participativa y de largo plazo sobre la base de una profunda
reforma agraria, la valorización y apoyo de los pequeños y medianos productores y
la participación y movilización de toda la sociedad.

Nos reunimos para analizar por qué cada día aumenta el hambre y malnutrición en el
mundo, por qué se ha profundizado la crisis de la agricultura campesina,
indígena, la pesca artesanal, los sistemas alimentarios sustentables, por qué los
pueblos pierden soberanía sobre sus recursos? Asimismo nos reunimos para construir
colectivamente, desde la perspectiva de los pueblos y no de las corporaciones
alimentarias transnacionales, propuestas y alternativas viables y estrategias de
acción a escala local, nacional y mundial que reviertan las tendencias actuales y
permitan impulsar nuevos enfoques, políticas e iniciativas capaces de asegurar un
presente y un futuro digno y sin hambre para todos las mujeres y hombres del
mundo.

Después de 5 años de la Cumbre Mundial de la Alimentación, 7 años de los acuerdos
sobre agricultura de la Ronda de Uruguay del GATT (hoy OMC) y dos décadas de
políticas neoliberales aplicadas por gran parte de los gobiernos, las promesas y
compromisos para satisfacer las necesidades de alimentación y el bienestar
nutricional para todos están muy lejos de haberse cumplido. Todo lo contrario, la
realidad es que las políticas económicas, agrícolas, pesqueras y comerciales
impuestas por el Banco Mundial, el FMI y la OMC, auspiciadas por las corporaciones
transnacionales, han profundizado la brecha entre países ricos y pobres y dentro
de ellos y la desigual distribución del ingreso; han agravado las condiciones de
producción de alimentos y el acceso a una nutrición sana y suficiente para la
mayoría de los pueblos, incluso de los llamados países desarrollados. En
consecuencia, el derecho humano más elemental, el derecho a alimentarse y al
bienestar nutricional contenido en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, es letra muerta en la mayoría de los pueblos del mundo.

La sustentabilidad de los sistemas alimentarios no es una cuestión solamente
técnica. Constituye un desafío que implica la más alta voluntad política de los
Estados. La lógica de la ganancia genera una situación de insustentabilidad de los
sistemas alimentarios al sobrepasar los límites a la producción permitidos por la
naturaleza. La sustentabilidad de los sistemas alimentarios no es viable en el
sistema actual de comercio y en el contexto de la liberalización promovida desde
la OMC y los organismos financieros internacionales.

La esperanza de un nuevo milenio sin hambre se ha visto frustrada para vergüenza
de toda la humanidad.

* Las causas reales del hambre y malnutrición

El hambre, la desnutrición y la exclusión de millones de personas al acceso a
bienes y recursos productivos tales como la tierra, el bosque, el mar, el agua,
las semillas, la tecnología y el conocimiento, no son efecto de la fatalidad, de
un accidente, de un problema de la geografía o de los fenómenos climatológicos.
Ante todo son una consecuencia de determinadas políticas económicas, agrícolas y
comerciales a escala mundial, regional y nacional que han sido impuestas por los
poderes de los países desarrollados y sus corporaciones en su afán de mantener y
acrecentar su hegemonía política, económica, cultural y militar en el actual
proceso de reestructuración económica global.

Ante los planteamientos ideológicos neoliberales de dichas políticas:

- Afirmamos que los alimentos no son una mercancía más y que el sistema
alimentario no puede ser tratado con la única lógica del mercado.

- Consideramos una falacia el argumento de que la liberalización del comercio
agrícola y pesquero internacional garantiza el derecho a la alimentación de
las personas.

- La liberalización comercial no posibilita necesariamente el crecimiento
económico y el bienestar de la población.

- Los países subdesarrollados son capaces de producir sus propios alimentos y
pueden serlo en el futuro.

- La concepción promovida por el neoliberalismo sobre las ventajas comparativas
produce graves perjuicios para los sistemas alimentarios. Dentro de esta
lógica, la importación de alimentos básicos tiende a desmantelar la producción
doméstica para comprarlos "más baratos" a los países ricos, induciendo a la
reorientación de sus recursos productivos a cultivos de exportación "más
competitivos y de mayor valor agregado" para los mercados del Primer Mundo. Es
una mentira que los países no deban preocuparse por establecer y conducir
políticas de Estado que garanticen la seguridad alimentaria de sus ciudadanos.
Los neoliberales argumentan que el supermercado global de los países
exportadores les resuelve cualquier pedido sin problema alguno.

- Tratan de engañar a la ciudadanía cuando afirman que las agriculturas
campesinas e indígenas y la pesca artesanal son ineficientes e incapaces de
responder a las necesidades crecientes de producción de alimentos. Con esta
afirmación se pretende imponer una agricultura y pesca industrial intensivas
de gran escala.

- Denunciamos que cuando se argumenta que la población rural es excesiva en
comparación con su aporte al producto interno bruto, de lo que se trata en
realidad es de expulsar en forma brutal a la población rural de sus tierras, a
las comunidades pesqueras de sus costas y áreas marítimas, privatizando sus
recursos naturales.

- Rechazamos que la forma de hacer frente a las necesidades crecientes de
alimentos en el mundo sea a través de la agricultura y la pesca de gran escala,
industrial e intensiva.

- Nos quieren convencer que la única función de los campesinos, pescadores e
indígenas es dar paso a la privatización de sus tierras y recursos naturales.
Esto obliga, entre otros efectos, a la migración masiva a las ciudades o al
extranjero para aumentar la oferta de mano de obra barata necesaria para
incrementar la "competitividad" de los sectores dinámicos de las economías
nacionales vinculados a la exportación y de las empresas transnacionales. Lo
anterior a la vez que en los países desarrollados se agrava el desempleo y la
exclusión laboral.

- Se intenta imponer el patrón alimentario de las corporaciones trasnacionales
como el único viable, apropiado y correcto en un mundo global; se trata de un
verdadero imperialismo alimentario que atenta contra la diversidad de las
culturas alimentarias de los pueblos, sus identidades nacionales, culturales y
étnicas.

- En esta perspectiva, las potencias hegemónicas usan los alimentos como arma de
presión política y económica contra países soberanos y movimientos populares de
resistencia.

- Todo lo anterior tiene lugar en el marco del debilitamiento sistemático de los
Estados y de la promoción de falsas democracias que excluyen sistemáticamente
el interés público y la participación real de la sociedad en general y de la
población rural en particular en el debate, diseño, decisión, ejecución y
control de las políticas públicas.

* Las consecuencias de las políticas neoliberales

Las consecuencias de dichas políticas falsas y erróneas están a la vista: han
aumentado las ventas y las ganancias de los poderes económicos de los países
desarrollados mientras que los pueblos del Tercer Mundo han visto crecer su
deuda externa y los sectores populares han aumentado sus niveles de pobreza,
miseria y exclusión. La concentración del mercado agrícola internacional en unas
cuantas empresas trasnacionales se ha acelerado mientras que aumenta la
dependencia e inseguridad alimentaria de la mayoría de los pueblos.

Continúan subsidiando fuertemente a la agricultura y pesca de exportación en tanto
que muchos gobiernos dejan totalmente desprotegidos a los pequeños y medianos
productores que producen principalmente para el mercado interno.

Las políticas de subvenciones a la producción y subsidios a las exportaciones de
los países desarrollados permiten que las trasnacionales adquieran productos a muy
bajos precios para venderlos a precios mucho más altos a los consumidores tanto
del sur como del norte.

Las políticas neoliberales hacia el campo, en realidad han impulsado un proceso de
desruralización forzada de vastas proporciones y consecuencias dramáticas, una
auténtica guerra contra las agriculturas campesinas e indígenas que, en algunos
casos, llega a configurar un verdadero genocidio y etnocidio.

Las comunidades de pescadores artesanales han ido perdiendo cada vez más el
acceso a sus propios recursos.

Con las políticas neoliberales, el hambre y la malnutrición crecen, no por
ausencia de alimentos, sino por ausencia de derechos.

Somos testigos de ejemplos que permiten afirmar que la erradicación del hambre y
la malnutrición y el ejercicio de la soberanía alimentaria duradera y sustentable
son posibles. Asimismo, hemos visto en prácticamente todos los países infinidad
de experiencias campesinas y indígenas de producción sustentable y orgánica de
alimentos y de una gestión sustentable y diversificada de los espacios rurales.

Por todo lo anterior, los participantes en el Foro Mundial sobre Soberanía
Alimentaria declaramos:

1. La soberanía alimentaria es la vía para erradicar el hambre y la malnutrición y
garantizar la seguridad alimentaria duradera y sustentable para todos los
pueblos Entendemos por soberanía alimentaria el derecho de los pueblos a
definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción,
distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación
para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando
sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e
indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los
espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental.

2. La soberanía alimentaria favorece la soberanía económica, política y cultural
de los pueblos.

3. La soberanía alimentaria de los pueblos reconoce una agricultura con
campesinos, indígenas y comunidades pesqueras, vinculada al territorio;
prioritariamente orientada a la satisfacción de las necesidades de los mercados
locales y nacionales; una agricultura que tome como preocupación central al ser
humano; que preserve, valore y fomente la multifuncionalidad de los modos
campesinos e indígenas de producción y gestión del territorio rural. Asimismo,
la soberanía alimentaria supone el reconocimiento y valorización de las
ventajas económicas, sociales, ambientales y culturales para los países de la
agricultura en pequeña escala, de las agriculturas familiares, de las
agriculturas campesinas e indígenas.

4. Nos pronunciamos por el reconocimiento de los derechos, autonomía y cultura de
los pueblos indígenas de todos los países como condición ineludible para
combatir el hambre y la malnutrición y alcanzar el derecho a la alimentación
para su población. La soberanía alimentaria implica el reconocimiento a la
multietnicidad de las naciones y el reconocimiento y valorización de las
identidades de los pueblos originarios. Esto implica, además, el reconocimiento
al control autónomo de sus territorios, recursos naturales, sistemas de
producción y gestión del espacio rural, semillas, conocimientos y formas
organizativas. En este sentido, apoyamos las luchas de todos los pueblos
indígenas y negros del mundo y nos pronunciamos por el respeto irrestricto a
sus derechos.

5. La soberanía alimentaria implica, además, la garantía al acceso a una
alimentación sana y suficiente para todas las personas, principalmente para los
sectores más vulnerables, como obligación ineludible de los Estados Nacionales
y el ejercicio pleno de derechos de la ciudadanía. El acceso a la alimentación
no debe ser considerada como una compensación asistencialista de los gobiernos
o una caridad de entidades públicas o privadas, nacionales o internacionales.

6. La soberanía alimentaria implica la puesta en marcha de procesos radicales de
reforma agraria integral adaptados a las condiciones de cada país y región, que
permitan a los campesinos e indígenas -considerando a las mujeres en igual de
oportunidades- un acceso equitativo a los recursos productivos, principalmente
tierra, agua y bosque, así como a los medios de producción, financiamiento,
capacitación y fortalecimiento de sus capacidades de gestión e interlocución.
La Reforma Agraria, en primer lugar, debe ser reconocida como una obligación
de los Estados Nacionales donde este proceso es necesario en el marco de los
derechos humanos y como una eficiente política pública de combate a la
pobreza. Dichos procesos de reforma agraria deben estar controlados por las
organizaciones campesinas -incluyendo el mercado de los arriendos-, garantizar
los derechos individuales de los productores con los colectivos sobre los
terrenos de uso común y articulados con políticas agrícolas y comerciales
coherentes. Nos oponemos a las políticas y programas de mercantilización de la
tierra promovidas por el Banco Mundial en sustitución de verdaderas reformas
agrarias y aceptadas por los gobiernos.

7. Apoyamos la propuesta presentada por organizaciones de la sociedad civil, en
1996, para que los referidos Estados elaboren un Código de Conducta sobre el
Derecho Humano a la Alimentación adecuada, que sirva efectivamente como
instrumento para la implementación y promoción de este derecho. El derecho a
la alimentación de los pueblos, incluido en la declaración de los Derechos
Humanos y ratificado en la Cumbre Mundial de Alimentación en Roma, en 1996,
por los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO).

8. Proponemos la ratificación más rápida y la aplicación por un mayor número de
países del Pacto sobre los derechos económicos, sociales y culturales adoptado
por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966.

9. En defensa del principio del derecho inalienable de los pueblos a la
alimentación, proponemos la adopción por las Naciones Unidas de una Convención
Mundial de Soberanía Alimentaria y Bienestar Nutricional, a la cual se
subordinen las decisiones tomadas en los campos de comercio internacional y
otros dominios.

10. El comercio alimentario internacional debe estar subordinado al propósito
supremo de servir al ser humano. La soberanía alimentaria no significa
autarquía, autosuficiencia plena o la desaparición del comercio agroalimentario
y pesquero internacional.

11. Rechazamos toda injerencia de la OMC en la alimentación, agricultura y pesca y
su pretensión de determinar las políticas nacionales de alimentación. Nos
oponemos categóricamente a sus acuerdos sobre propiedad intelectual de
organismos vegetales y otros seres vivos así como su intención de llevar a cabo
una nueva ronda de negociaciones (la llamada Ronda del Milenio), incluyendo
nuevos temas de negociación. Fuera la OMC de la alimentación.

12. Proponemos la creación de un nuevo orden democrático y transparente para
regular el comercio internacional que incluya la creación de una corte
internacional de apelación independiente de la OMC y el fortalecimiento de la
UNCTAD como espacio de negociaciones multilaterales en torno a un comercio
alimentario justo. De igual manera proponemos impulsar esquemas de integración
regional desde las organizaciones de productores, fuera de los objetivos y
parámetros neoliberales.

13. Demandamos el cese inmediato de las prácticas desleales de que establecen
precios de mercado por debajo de los costos de producción y aplican
subvenciones a la producción y subsidios a las exportaciones.

14. Nos pronunciamos en contra del ALCA, que no es mas que un proyecto estratégico
hegemónico de Estados Unidos para consolidar su dominación sobre América Latina
y el Caribe, ampliar sus fronteras económicas y asegurarse un gran mercado
cautivo.

15. Apoyamos la reivindicación de las organizaciones campesinas y sociales de
México por una suspensión de los acuerdos del TLCAN en materia agrícola.

16. Los recursos genéticos son el resultado de milenios de evolución y pertenecen a
toda la humanidad. Por tanto, debe ser prohibida la biopiratería y las patentes
sobre seres vivos, incluyendo el desarrollo de variedades estériles mediante
procesos de ingeniería genética. Las semillas son patrimonio de la humanidad.
La monopolización por unas cuantas empresas transnacionales de las tecnologías
de creación de organismos genéticamente modificados (OGMs) representa una grave
amenaza a la soberanía alimentaria de los pueblos. Al mismo tiempo, en virtud
de que se desconocen los efectos de los OGMs sobre la salud y el medio
ambiente, demandamos la prohibición de la experimentación a cielo abierto,
producción y comercialización hasta que se pueda conocer con seguridad su
naturaleza e impactos, aplicando estrictamente el principio de precaución.

17. Es necesario emprender una profunda difusión y valoración de la historia
agrícola y de la cultura alimentaria en cada país, denunciando al mismo tiempo
las imposiciones de patrones alimentarios extraños a las culturas alimentarias
de los pueblos.

18. Manifestamos la decisión de integrar los objetivos de bienestar nutricional las
políticas y programas alimentarios nacionales, incluyendo los sistemas
productivos locales, promoviendo su diversificación hacia alimentos ricos en
micronutrientes; defender la calidad e inocuidad de los alimentos consumidos
por las poblaciones y la decisión de luchar por el derecho a la información
para todas las personas, sobre los alimentos que consume, reforzando la
reglamentación del etiquetado de los alimentos y el contenido de la publicidad
alimentaria, ejerciendo el principio de precaución

19. La soberanía alimentaria debe asentarse en sistemas diversificados de
producción, basados en tecnologías ecológicamente sustentables. Es necesario
articular las iniciativas de producción y consumo sustentables de alimentos
generadas en los niveles locales por los pequeños productores con el
establecimiento de políticas públicas que contribuyan a la construcción de
sistemas alimentarios sustentables en el mundo.

20. Demandamos una valorización justa para las comunidades campesinas, indígenas y
pesqueras por la gestión sustentable y diversificada de los espaci