Raices de la Corrupción

2003-02-12 00:00:00

Nuevos episodios de corrupción salen a la luz con cada vez menos
intervalo, ya casi sin novedades ni sorpresas, confirmando que ésta es
una constante, una dimensión que se ha tornado estructural, que ha
arraigado en la vida económica y política a nivel nacional y global.
Sin embargo casos como Enron, WorldCom, Bush y Cheney, resultan
invalorables para ilustrar que, aún con los obvios matices, no hay una
línea divisoria entre países del primer mundo transparentes y del
tercero corruptos.

Este engañoso esquema, levantado sobre discursos y hasta indicadores
de muy dudosa validez, ha llevado a estigmatizar países y regiones
como intrínsecamente corruptos, a convertir la corrupción en rasgo
cultural, en factor explicativo de todos los males que nos aquejan. Es
un enfoque que viene bien para deslindar responsabilidades frente a
hechos como el empobrecimiento masivo: análisis encaminados desde el
entorno de las multilaterales aseguran que la política y la corrupción
tienen mayor responsabilidad que la política económica como
generadoras de pobreza, lo que equivale a decir que somos pobres
porque somos corruptos.

Sin duda, acá las proporciones del problema son mayores, en directa
relación con el debilitamiento del Estado y de las instituciones
nacionales. Contrariamente a lo que inducen como necesario para
nosotros, los Estados del primer mundo no se han debilitado, y
mantienen una misión estratégica de velar por el bienestar de sus
ciudadanos, aún con las variadas connotaciones de sus distintos
gobiernos. Pero aquí y allá, quienes lideran prácticas corruptas son
personas con intereses privados y empresariales, ubicadas en ocasiones
en puestos públicos justamente para mejor encaminar el logro de sus
objetivos de enriquecimiento. Este protagonismo directo se complementa
o encubre con el de funcionarios "de alquiler" -no sólo los diputados
hacen parte de esta extendida categoría-.

El tema está en debate, pero no siempre se aprecian a cabalidad los
orígenes de la corrupción. Se tiende a vincularla con la ética, la
moral, los valores, los principios, vistos como no pertenecientes al
campo de lo económico, y más bien circunscritos al sistema educativo,
la cultura, la familia (con infaltables alusiones a la inadecuada
formación dada por las madres). Optica que a menudo conduce a
estereotipos, a un reclamo de valores perdidos de tinte conservador,
olvidando que la mayoría de barbaries han estado presididas por la
invocación de la moral y los principios.

A nuestro entender, las modalidades de corrupción en boga son
consustanciales al modelo económico aplicado en las última décadas, se
entretejen con las concepciones y medidas económicas impuestas. Así,
el debilitamiento simbólico y real del Estado en nuestro país ha
supuesto la erosión de instituciones que despojadas de capacidades -
aunque no de recursos- se convierten en una especie de cascarones
vacíos, adecuados para promover y favorecer el interés privado de modo
más desembozado que nunca, propiciando la apropiación privada de
recursos públicos y el saqueo de recursos de particulares en
condiciones de impunidad.

Toda acción y política económicas encarnan sin duda una ética; en el
modelo neoliberal se llevan al extremo los principios de competencia,
egoísmo, disputa de recursos, interés particular. En temporal
desventaja pero con enorme potencial, coexisten concepciones y
prácticas económicas presididas por el altruismo, la solidaridad, la
búsqueda del bien común, la colaboración; una ética distinta para una
economía diferente. Entonces, las políticas económicas resultan
primordiales para salir de este modelo corrupto y corruptor.

- Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía